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México D.F. Lunes 15 de septiembre de 2003

Antes los retos de mi labor eran técnicos, ahora son de concepto, indica el fotógrafo

Espero que mis imágenes no se agoten, que perduren, expresa Rogelio Cuéllar

''Aún trabajo con rollo y cuarto oscuro; no me atraen los procesos que pueden generarse mediante la computadora'', define el artista, quien este mes presenta tres exposiciones

CESAR GÜEMES

Luego de 33 años de trabajo constante, Rogelio Cuéllar se considera técnicamente un fotógrafo tradicional y alejado de las modas digitales. ''Soy tradicional en el sentido más estricto: trabajo con rollo y cuarto oscuro; no me atraen los procesos que pueden generarse mediante un programa de computadora. La fotografía, al menos en mi caso, se consigue desde que se establece la mirada".

En cuanto a la temática de su obra, además del retrato, en el que estableció un estilo singular, permanecen los trabajos de desnudo y su testimonio sobre los personajes y cambios que ofrece la ciudad de México. Hace sólo unos días inauguró la muestra Una cierta mirada: el desnudo, que puede apreciarse en la Casa de Cultura Reyes Heroles (Francisco Sosa 202, Coyoacán), participa en la exposición colectiva Fotoseptiembre en la Fundación Sebastián (Patriotismo 304, San Pedro de los Pinos) y abrirá el próximo 17 de este mes su retrospectiva Paisajes interiores: la Ciudad de México, en el Museo de la Ciudad de México, situado en Pino Suárez 30, Centro Histórico.

Sobre el desnudo, género que alimenta desde que iniciara su carrera profesional, Cuéllar señala encontrarse aún en el periodo de búsqueda: "No he llegado a lo que aspiro y que me resulta claro: imágenes sublimes, no sólo bellas. Claro que ahora es distinto, porque al inicio lo que me interesaban eran las fotografías bien logradas en su composición y contraste, además de presentarlas impecablemente impresas. Los retos eran más bien técnicos. Hoy son de concepto.

"Los más recientes 20 años, además de estudiar lo que se hace en fotografía, me incliné por analizar la pintura de mis autores favoritos. De modo que en Una cierta mirada hay acercamientos a Delacroix y Rembrandt en cuanto a la luz, respecto a la postura de los modelos me he acercado a Rodin y en cuanto a la construcción del espacio espero haber visto bien los trabajos de Bacon, por ejemplo. A partir de que encuentro una constante en cierto pintor, trabajo las imágenes que voy a exponer. Es un procedimiento honesto y directo, no busco lenguajes que provoquen un shock en el espectador: a partir de una forma clásica de mirar propongo una lectura contemporánea para la foto fija".

-¿Dónde sitúa la clave para mantener más de 30 años esta especie de matrimonio con la ciudad?

-Por principio, he tratado de recuperar la imagen que me formé de la ciudad desde mis primeros años y enseguida dar cuenta de cómo se ha transformado. Aquí influye el periodismo, que me dio la disciplina de recorrer la urbe con un ritmo diario. Por cierto, a los personajes de la ciudad me he acercado con un enorme respeto, aunque confieso que en algún momento, como casi todos en esta profesión, pasé por lo que se denominó 'la estética de la pobreza'. Ni hablar, era un trámite necesario para lo que entonces, hace quince o veinte años, se consideraba la fotografía social. Aun sin buscarlo, mi camino cruzaba por el contenido social si tomamos en cuenta que me nutrí de las imágenes de Héctor García, Nacho López y Rodrigo Moya.

Respecto del lenguaje personal que ha integrado, Cuéllar formula una esperanza de trabajo: "Ya que encontré ese estilo, no quiero quedarme con lo bello, que por cierto no tiene nada que ver con lo que venden las imágenes en los afiches espectaculares. Espero que una imagen tomada por mí no se agote, que perdure".

La afirmación de que se mantiene como un fotógrafo tradicional, se basa en razones técnicas: "Hay una considerable diferencia entre la manipulación digital y la que hace el autor en su laboratorio. En mi caso, cuando voy a exponer una imagen hago al menos 20 impresiones de la misma y en ellas doy distinta importancia a las zonas que la componen. El proceso de revelado e impresión se ha vuelto muy rápido, es verdad, pero a mí me gusta encontrar detalles que sólo aparecen cuando, por ejemplo, extiendo el tiempo de exposición a 15 minutos. El gesto o el accidente creativo son partes necesarias de mi trabajo. Me interesa que la emoción me rebase, y eso no lo consigo con ningún proceso computarizado".

El secreto de sus retratos estriba, dice Rogelio Cuéllar, "en establecer un diálogo de miradas, en tomar en cuenta los paisajes de las manos y del rostro; en cambio, para que el desnudo tenga fuerza, prefiero que el rostro no distraiga y en particular que la mirada tenga apenas un peso muy ligero".

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