La Jornada Semanal,   domingo 14 de septiembre  del 2003        núm. 445
Ana María Morales

Bestias de Inglaterra, proletarios del mundo

La Revolución no significa banderas rojas y luchas callejeras, significa un cambio fundamental 
de poder.

George Orwell, 
The Lion 
and the Unicorn



Escena de Animal FarmLa fama de profeta de Orwell descansa sobre todo en 1984; sin embargo, Animal Farm (La Granja de los animales o, como se tradujo, Rebelión en la granja) podría haberle dado a su autor el mismo título con idéntica facilidad.

En 1954 –cuando la Unión Soviética era el aliado valeroso que había ayudado a acabar con la amenaza nazi; un ejemplo de funcionamiento social y una bandera ideológica, cualquier crítica a su sistema era una auténtica declaración de guerra para los intelectuales de izquierda en Inglaterra y en casi todo Occidente– fue difícil, el mismo Orwell lo explicó una vez, publicar la novela. Hoy, a casi quince años de la Perestroika, de la caída del Muro de Berlín y de la desintegración de la urss, Rebelión en la granja no es ni una profecía cumplida ni un retrato obsoleto de un sistema que fracasó, sino que pervive como una fábula que trasmite una amarga lección sobre la naturaleza humana, una sátira de la sociedad bestial del hombre y una alegoría de la última utopía que vivió el siglo xx: el comunismo llevado a la práctica.

Un día, en una granja inglesa, se reúnen los animales (caballos, gallinas, ovejas, vacas, cerdos...) y constatan que el hombre los explota. Es él quien se enriquece con su trabajo mientras que ellos sólo ven cómo desaparece el producto de sus esfuerzos, obligados como están a trabajar de por vida y a no gozar jamás de los beneficios. "Camaradas", dice el viejo cerdo Mayor (a la manera de todos los visionarios), "tuve un sueño". Había soñado libertad, comida e igualdad para todos los animales; el único obstáculo era el hombre, pues "es la única criatura que consume sin producir. No da leche, no pone huevos, es demasiado débil para tirar del arado [...]. Pero es amo y señor de todos los animales". 

Las palabras de Mayor (muerto, como los grandes profetas, tres días después de su visión) son el aliciente secreto que empuja a buscar la ocasión de derrocar al granjero Jones y expulsarlo de la granja para implantar un gobierno animal que será encabezado por los cerdos, ya que ellos son quienes saben leer, organizan todo y han convertido las ideas de Mayor en un sistema social completo: el animalismo.

Cuando la revolución triunfa, las condiciones de vida de todos los animales parecen mejorar y se pasa por una fase de valiente pureza en la que son despreciados los emblemas de la decadencia humana: el alcohol, las galas, los lujos. Sin embargo, conforme va transcurriendo el tiempo, estos signos antes despreciados, se convierten en las insignias de la nueva clase dominante: los cerdos. Al final de la novela, en una cena en que el tirano Napoleón presenta su granja como modelo de organización a sus vecinos humanos, la pobre yegua Clover (sobreviviente de la época anterior al advenimiento del animalismo y que ha trabajado para el hombre y para el cerdo) constata que no hay manera de diferenciar a los cerdos y a los hombres, pues son extremadamente parecidos. Los cerdos (que empezaron siendo iguales a los demás animales) son ahora más o menos animales que los demás: son hombres.

Animal Farm puede leerse como una novela de anticipación pero en realidad es, como la mayor parte de la obra de Orwell, una aguda crítica surgida del estudio de la naturaleza humana y de la sociedad. En su momento no fue una profecía sino una descripción. Fue escudarse en un muy endeble disfraz de fábula de animales para hablar de lo que todos sabían pero nadie admitía públicamente: la dictadura estalinista, la persecución a muerte de León Trotski, la corrupción bolchevique, la represión brutal y la manipulación de la información, en fin, todos los excesos que estaban llevando al desencanto de la utopía socialista y que terminarían por matarla. Después de todo, Orwell, como Benjamín, sabía demasiado de la vida como para tener esperanzas de que el hombre pudiera vivir mejor.