298 ° DOMINGO 7 DE SEPTIEMBRE  DE 2003
¿La democracia española se mexicaniza?
El dedazo de Aznar

JUAN AGULLO

La transición española suele ser presentada como ejemplar. Siguen existiendo, sin embargo, enclaves autoritarios ya aparentemente superados en México: hace apenas una semana, Aznar, desveló a su tapado de cara a las elecciones de 2004

EL CANDIDATO DE AZNAR a su propia sucesión se llama Mariano Rajoy. Estaba entre los probables pero, según la prensa, no era el que contaba con mayores posibilidades. Rodrigo Rato, ministro de Economía o Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid, eran los favoritos en casi todas las apuestas. El Presidente, sin embargo, se decidió por un personaje popularmente conocido como El bombero: en siete años de gobierno derechista, Rajoy, ocupó cinco ministerios. Actualmente era vocero con rango de vicepresidente. En 2004 intentará convertirse en Presidente.

Su elección por parte de Aznar ha sido un simple y llano dedazo al más puro estilo priísta. Algo inédito en la tradición política española que, sin embargo, se venía anunciando desde que el Presidente saliente renunció a presentarse a una segunda reelección (ganó en 1996 y fue reelegido en 2000). Pese a todo, el dedazo no es un sistema especialmente novedoso dentro del Partido Popular (PP): en 1989 el propio Aznar recibió el poder de idéntica manera por parte de Manuel Fraga, ex ministro franquista y fundador del PP. Ocurre sin embargo que, por aquel entonces, la derecha no gobernaba.

Hasta ahora y desde la muerte de Franco ningún Presidente español ha sido el tapado de su predecesor. Ni Felipe González (1982–1996) lo fue de Adolfo Suárez (1977-1981) ni Aznar de González. Como mucho se produjeron reelecciones. La izquierda, por su parte, jamás practicó el dedazo. Felipe González, por ejemplo, admite que José Luis Rodríguez Zapatero –actual candidato socialdemócrata a la Presidencia– no era "el suyo". Quizás en eso radique la única incertidumbre de las elecciones de 2004: ¿ganará el candidato de las bases ungido por las alturas o el de las alturas bendecido por las bases?

Contra las alternativas
Desde hace aproximadamente un año casi todas las encuestas apuntan a un empate técnico entre los dos principales partidos españoles. Ninguno logra despegarse del adversario más allá de dos o tres puntos y lo que es más grave, las proyecciones abstencionistas resultan cada vez más elevadas. Seguramente sea lo que andan buscando los estrategas electorales: desgastar los extremos. Luchando por un puñado de votos "moderados" se reducen riesgos y costos. Por eso los perfiles de los candidatos a la Presidencia son muy parecidos. A primera vista sólo hay una diferencia entre ellos: Rajoy tiene barba y Zapatero, no.

En realidad se trata de generar la sensación de que no hay alternativas. El mensaje que los dos grandes partidos están de acuerdo en transmitir a los españoles es que fuera de su sistema, el caos. En esa clave debe ser entendida, por ejemplo, la agresividad de los dirigentes del PP contra los "comunistas" de Izquierda Unida (IU). O la de ambos contra el Partido Nacionalista Vasco (PNV). La redefinición social o territorial del Estado a partir de planteamientos más participativos es algo, pues, que no se admite si no es dentro del ámbito de una Constitución redactada en 1978 por siete personas.

La única disidencia relativamente admitida es la del nacionalismo catalán. No es casual: en caso de resultados electorales muy apretados –como ocurrió en 1993 y 1996– sus votos parlamentarios pueden terminar por decidir quién será el próximo Presidente. Un elemento adicional: Artur Mas –candidato nacionalista a sustituir a Jordi Pujol, histórico gobernador de Cataluña– también fue escogido hace unos meses mediante el dudosamente democrático método del dedazo. ¿La democracia española se mexicaniza?

La batalla de la sucesión
Mariano Rajoy dice que, de acceder a la Presidencia, continuará por la senda de las políticas públicas aznaristas porque "no es un acomplejado". Su rival electoral, José Luis Rodríguez Zapatero, anuncia una revitalización de las políticas de bienestar a partir de una base territorial. A tenor de las encuestas, la ciudadanía, no parece especialmente entusiasmada por ninguna de las dos posibilidades. En los últimos años la democracia española perdió calidad: sus selectivos sistemas de elección dificultan el control de sus gobernantes. Poca gente sabe quién le representa y en función de qué criterios.

El reciente escándalo vivido en la Asamblea de Madrid (algo parecido a la ALDF) supuso una buena prueba al respecto. La izquierda (PSOE + IU) había ganado las elecciones, pero la inesperada deserción de dos desconocidos tránsfugas desencadenó el escándalo: el gobierno regional no se constituyó (en octubre próximo se repetirán las elecciones) y una enorme trama financiero-inmobiliaria quedó al descubierto. Entre los supuestos implicados, personajes cercanos al ministro de Economía, Rodrigo Rato y al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz. Fuego cruzado, pues, en la sucesión de Aznar.

El mayor afectado fue, sin embargo, Zapatero. Su oposición a la Guerra de Irak le había ayudado a mantener unos niveles elevados de popularidad, pero bastó su torpe gestión de una corruptela periférica para que su globo se deshinchara. Actualmente hay quien lo cuestiona, incluso, dentro de su propio partido. ¿Motivo? La apuesta que, presionado por Pasqual Maragall –candidato del PSOE a gobernador de Cataluña– se ha visto obligado a hacer por la conversión de España en un Estado federal. Según el ala más derechista del partido, un "balón de oxígeno" para el nacionalismo vasco.

Unidad de poderes
La división territorial no es, sin embargo, la cuestión que más debiera preocupar a una cierta intelectualidad bienpensante que se puede ubicar tanto dentro del gubernamental PP como del opositor PSOE. En la España contemporánea sigue habiendo fracturas mucho más graves que remiten a los repartos de poder y riqueza. Desde la muerte de Franco, la desigualdad había logrado ser relativamente atenuada. Desde que –en 1996– la derecha accedió al poder las polarizaciones se han vuelto a disparar: los poderes fáctico y adquisitivo son patrimonio de unos pocos.

A nivel institucional lo más preocupante es que la delimitación entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial resulta cada vez más anecdótica. No existe, en los hechos, separación real: el CEN del partido gobernante (reducido a un puñado de personas) es el que decide el nombre de aquellos y aquellas que ocuparán puestos en las más altas magistraturas del Estado y en caso de ser necesaria una mayoría más amplia, negociará con el CEN del partido opositor una solución de compromiso. La participación ciudadana se reduce a acudir cada cuatro años a las urnas para dar el visto bueno a listas cerradas.

En términos de riqueza ocurre otro tanto. En los últimos años no sólo la pobreza aumentó en España sino que el poder adquisitivo de los salarios se redujo; la precariedad laboral se incrementó y por si todo eso fuera poco, las prestaciones sociales fueron recortadas. La inseguridad, pública y social, es mayor ahora que cuando la derecha llegó al gobierno en 1996. En este contexto da la impresión de que los españoles no reaccionan. Al contrario, como los mexicanos, cada vez se abstienen más. Se manifiestan masivamente contra la guerra pero se niegan a votar. ¿Será que ni Zapatero ni Rajoy les dicen nada?



En marzo de 2004 habrá elecciones generales en España. Luego de ocho años de gobierno, José María Aznar, será sustituido. Los candidatos con mayores posibilidades son dos: el derechista, Mariano Rajoy y el socialdemócrata, José Luis Rodríguez Zapatero.

Mariano Rajoy es un tipo fiel. Le llaman El bombero: siempre dispuesto a apagar fuegos, muchas veces avivados por el carácter arrogante de su mentor Aznar. Como buen gallego es reservado y muy eficaz. Desde la llegada del PP al poder ha pasado por cinco ministerios. Hasta hace apenas unos días fue vocero del gobierno con rango de vicepresidente. Ahora, desde su nombramiento como candidato a la Presidencia, se ha hecho con el control del CEN de su partido. Tiene 48 años, está casado (un hijo) y dice ser un gran aficionado al ciclismo.

José Luis Rodríguez Zapatero es nieto de un capitán del ejército republicano que fue fusilado por los franquistas. Tan abrupta muerte determinó la identidad política de su familia. La geografía también hizo lo suyo: aunque nació hace 43 años en Valladolid (capital de Castilla) se educó en León (noroeste de España), una región minera de honda tradición socialista. Accedió al liderazgo del Partido Socialista Obrero Español tras la derrota electoral de su partido en 2000. Hasta entonces, Rodríguez Zapatero, sólo había sido un discreto diputado. Ese año, sin embargo, liderando una corriente llamada "Nueva Vía" logró imponerse al candidato preferido del líder histórico del PSOE Felipe González. Ahora aspira a convertirse en Presidente.