Jornada Semanal, domingo 31 de agosto  de 2003           núm. 443

Germaine Gómez Haro

LA COLECCIÓN DE ARTE DEL SIGLO XX
DEL BANCO NACIONAL DE MÉXICO

El Banco Nacional de México, fundado en 1884, ha reunido a lo largo de su trayectoria la más importante colección de arte mexicano de nuestro país, integrada por más de 2 mil 700 pinturas que van desde anónimos del siglo XVII, hasta obras de los años noventa; a este magnífico corpus se suman los objetos y mobiliario del periodo virreinal y del siglo XIX, y algunos monumentos arquitectónicos coloniales. He tenido la oportunidad de visitar algunas oficinas y comedores en el Palacio de los Condes de San Mateo Valparaíso, en el Palacio de Iturbide y en el edificio corporativo en Santa Fe, y es digno de alabar el orden impecable y el buen gusto con el que se exhiben dentro de estos recintos los muebles y las pinturas de la colección.

A raíz de la compra de Banamex por parte de Citigroup en 2001, surgió la preocupación entre los historiadores e intelectuales acerca de la posible dispersión de esta colección. A pesar de que los voceros del banco desmintieron esos rumores y reiteraron el compromiso de mantener la colección íntegra en México, y Fomento Cultural Banamex siguió llevando a cabo su intenso programa de apoyo y difusión del arte y la historia de nuestro país, hasta ahora se despejan por completo los temores ante la reciente aparición de la magnífica publicación que consigna toda la colección de pintura del siglo XX. Según se ha dado a conocer, a este primer gran esfuerzo de catalogación le seguirá la edición de otros tomos que abarquen los acervos del periodo colonial y del siglo XIX.

La coordinación del catálogo de la Colección de Pintura del Banco Nacional de México, Siglo xx, editado en dos volúmenes de lujo, estuvo a cargo de la doctora Margarita Martínez Lámbarry, investigadora egresada de la UNAM, quien, a lo largo de un poco más de un año, dirigió a un equipo de treinta historiadores del arte mexicano, entre los cuales participó quien escribe estas líneas. Bajo la égida de la doctora Martínez Lámbarry, sus colaboradores llevamos a cabo una profunda investigación en hemerotecas, archivos, bibliotecas, museos y galerías para la realización de las fichas correspondientes a unas cuatrocientas obras de las mil 100 que integran este acervo. El resto quedó registrado al final del segundo tomo, en un listado de cédulas. Cada ficha contiene la semblanza biográfica del artista, el análisis formal e iconográfico de la pintura mostrada, una pequeña selección de textos acerca del autor y un glosario. El diseño de los libros, profusamente ilustrados por los fotógrafos Rafael Doniz y Arturo González de Alba, proporciona, a través de un formato accesible y atractivo, una información concisa y puntual que, al mismo tiempo, constituye una lectura fácil y amena. Una publicación de esta naturaleza, que será útil tanto a los especialistas como a los estudiantes y aficionados al arte, pasa a formar parte de los libros fundamentales de consulta dentro de la insuficiente bibliografía del arte mexicano del siglo xx.

El marco cronológico de las pinturas incluidas en estos volúmenes abarca de 1903 hasta 1999. La colección contiene un buen número de iconos del arte mexicano ampliamente difundidos, como la Vendedora de alcatraces y El desfile del Primero de Mayo en Moscú, de Diego Rivera, El día de San Juan, de Julio Castellanos, procedente de la colección de Nelson Rockefeller y repatriada por Banamex, al igual que El huachinango, de María Izquierdo (cabe preguntarse si los coleccionistas seguirán recuperando del extranjero obras de Izquierdo, ahora que es "monumento nacional"), Los frutos de la tierra, de Frida Kahlo y la no muy afortunada Naturaleza muerta con plátanos, de Tamayo, ambas adquiridas también en Nueva York. A estas y otras archiconocidas pinturas se suma una miríada de piezas de autores relevantes que denotan la pluralidad de la colección, aunque, a mi parecer, es mucho más rico el corpus de la primera mitad del siglo. La llamada Ruptura está bien representada por sus principales protagonistas, pero salta a la vista la lamentable ausencia de uno de los artistas más importantes de las últimas cuatro décadas: Francisco Toledo. También llama la atención la cantidad de obras anónimas y de autores poco conocidos, por lo que sería muy deseable que en un futuro los responsables de la colección retomaran el programa de adquisiciones bajo un sesudo esquema curatorial que intentara cubrir, de la mejor manera posible, el panorama contemporáneo.

La publicación está a la venta y Fomento Cultural Banamex anunció que está programada para diciembre una muestra de las obras selectas de esta espléndida colección en el Palacio de Iturbide.