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México D.F. Sábado 30 de agosto de 2003

Ese esquema domina en la propuesta para México

Revela el apagón en GB las carencias del modelo de privatización eléctrica

ROBERTO GONZALEZ AMADOR

El apagón que durante poco más de media hora dejó sin energía la noche del jueves el sur de Londres, atribuido inicialmente a fallas generadas por la falta de inversión en la red de distribución, sacó a la luz pública las deficiencias del modelo británico de privatización de los sistemas eléctricos, que ha sido exportado a otras naciones y cuyas líneas generales dominan la propuesta de apertura que se discute en México.

"Los beneficiarios de la privatización de los sistemas de energía eléctrica en el Reino Unido -iniciada en 1987 y completada en 1991- fueron los bancos, las firmas constructoras, las compañías de seguros, los fondos privados de pensiones y las compañías industriales y comerciales que invirtieron en los servicios privatizados o facilitaron préstamos para quienes lo hicieron", asegura Sharon Beder, profesora en la escuela de Ciencias Sociales y Comunicación en la Universidad de Wollongong, Australia.

Beder es autora de Power Play. La lucha para controlar la electricidad en el mundo, editado este año por The New Press. El trabajo de Beder fue calificado por el historiador Howard Zinn como "el más completo análisis de la privatización de la energía eléctrica en el mundo y sus consecuencias para las personas comunes y corrientes".

Gran Bretaña fue una de las primeras naciones que, al inicio de los años 90 y bajo el gobierno de la conservadora Margaret Thatcher concluyó la privatización de sus sistemas de energía, en un país donde la propiedad pública de los servicios forma parte de los referentes de la población.

El ascenso del thatcherismo en Gran Bretaña puede ser atribuido a los esfuerzos de dos centros de opinión conservadores, el Instituto de Asuntos Económicos y el Centro de Estudios de Políticas, que desde los años 70 destinaron esfuerzos y grandes sumas de dinero para promover el "liberalismo económico" entre intelectuales, políticos, hombres de negocios y periodistas, asegura Beder.

"Muchos empresarios fueron persuadidos de que los servicios públicos proporcionados por el gobierno eran demasiado caros debido a la ineficiencia de los entes gubernamentales y también por el hecho de que las autoridades encargadas de la regulación de los sistemas eléctricos buscaban no sólo ganancias sino atender objetivos sociales", señala la autora.

En ese entorno, el gobierno de Thatcher justificó inicialmente la privatización del servicio eléctrico con el argumento de que buscaba mejorar la eficiencia del sistema, algo que no ha ocurrido, según Beder.

"El gobierno argumentó que la propiedad privada del servicio de energía aseguraba que habría mejores incentivos para reducir costos, generar mejores modelos de administración y conseguir que los empleados trabajaran más", abunda.

En 1983, cuando logró una relección, el gobierno conservador de Thatcher -que enfrentaba un creciente déficit público, criticado inclusive por organismos como el Fondo Monetario Internacional- decidió que incrementar los ingresos del gobierno mediante las privatizaciones era políticamente más aceptable que elevar los impuestos o disminuir el gasto público.

Beder señala que la privatización de empresas públicas significaba que los gastos en infraestructura serían financiados por el sector privado y el Tesoro podría emplear los ingresos extraordinarios para balancear el presupuesto.

El Tesoro británico esperaba obtener 5 mil millones de libras esterlinas por la privatización de la electricidad.

"Esa fue, por supuesto, una forma de ver las cosas en el corto plazo, porque la privatización de la electricidad privó al gobierno de una gran fuente de ingresos potenciales. Por ejemplo, en el año fiscal anterior a que iniciara la privatización, (1987-1988) la industria eléctrica pública generó para el Tesoro mil 164 millones de libras esterlinas y además pagó 304 millones de libras en intereses al gobierno."

Otro motivo de Thatcher para privatizar el servicio de energía fue debilitar a los sindicatos, apunta Beder. Alrededor de 66 mil plazas fueron suprimidas en la industria, los salarios disminuyeron y las condiciones de trabajo fueron rebajadas en detrimento de los empleados del sector.

La especialista asegura que los aparentes éxitos del modelo de privatización eléctrica británico -que fragmentó los servicios y concentró el mercado en un puñado de empresas- fueron exagerados por sus promotores.

En los primeros años, agrega, los grandes beneficiarios fueron las propias compañías, no los usuarios. Las firmas incrementaron considerablemente sus ganancias, los dividendos a sus accionistas y los salarios de sus altos ejecutivos.

Las empresas generadoras privadas manipularon los precios en un mercado que aparentemente buscaba generar mayor competencia y debió ser transformado en 1997.

Pero la enseñanza es que el modelo británico se ha convertido en un ejemplo para grupos y gobiernos interesados en promover la privatización de los sistemas eléctricos, señala.

La autora cita una frase de Peter Young, analista del Instituto Adam Smith, uno de los entes promotores de la "ideología de la privatización": "El modelo de privatización eléctrica es la más importante mercancía de exportación británica". Y, donde más se aplica, es en los países del mundo en desarrollo.

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