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México D.F. Viernes 29 de agosto de 2003

Tariq Ali*

ƑQué esperaban los mentirosos invasores?

La recolonización de Irak no transcurre sin contratiempos. La resistencia en ese país (y en Palestina) no es, como gustan de afirmar los propagandistas israelíes y occidentales, un caso de locura islámica. En ambas instancias se trata de la consecuencia directa de la ocupación. Antes de la guerra reciente algunos de nosotros alegábamos que el pueblo iraquí, por más que despreciara a Saddam Hussein, no vería con buenos ojos que Estados Unidos y su ayudante británico ocuparan su patria.

Contra los iraquíes encubiertos que han estado tanto tiempo a sueldo de Washington, quienes aseguraban a George W. Bush que las tropas estadunidenses serían recibidas con flores y dulces, nosotros advertimos que la ocupación conduciría a hostilización y asesinatos cotidianos de soldados occidentales que pronto tomarían la forma de una guerra de guerrillas de baja intensidad.

Que los hechos hayan confirmado este análisis no es razón para celebrar. El país entero es ahora un desastre y está en una situación mucho peor que antes del conflicto. La única explicación de la resistencia que han dado los nuevos administradores occidentales es que se trata de remanentes insatisfechos del viejo régimen.

Esta semana, Washington contradijo esta propaganda al decidir reclutar a los verdaderos remanentes del antiguo aparato de Estado -la policía secreta- para tratar de rastrear a las organizaciones de resistencia, que en estos momentos son más de 40 distintas agrupaciones. Las manifestaciones en Basora y las muertes de más soldados británicos son una clara indicación de que estos antiguos bastiones de la oposición a Saddam están listos para unirse a la lucha.

El ataque con bomba contra la sede de la ONU en Bagdad conmocionó a Occidente, pero como reportó Jamie Tarabay, de la agencia Associated Press, en un despacho enviado desde la capital iraquí la semana pasada, entre los iraquíes comunes existe profunda ambivalencia hacia Naciones Unidas. La verdad, se quedó corto.

De hecho la ONU se percibe en Irak como una de las instituciones que de manera más implacable imponen la voluntad de Washington. Supervisó las sanciones que fueron, según cifras de Unicef, causa directa de la muerte de medio millón de niños iraquíes y de un horroroso incremento en la tasa de mortalidad. Dos funcionarios de alto rango de la ONU, Dennis Halliday y Hans von Sponeck, renunciaron a sus puestos en protesta por estas políticas y adujeron que Naciones Unidas había faltado a su deber para con el pueblo de Irak.

Al mismo tiempo, Estados Unidos y Gran Bretaña arrojaron sobre Irak cientos de toneladas de bombas y miles de misiles desde 1992 en adelante, y en 1999 funcionarios estadunidenses tranquilamente declararon al Wall Street Journal que se les habían acabado los blancos en Irak. Para 2001, los bombardeos en Irak habían durado más que la invasión estadunidense en Vietnam.

Por esto muchos iraquíes no ven con simpatía a la ONU. La reciente decisión del Consejo de Seguridad de aprobar retroactivamente la ocupación, en lo que es una violación directa a la carta fundacional de Naciones Unidas, sólo ha logrado enaradecer la furia. Todo esto nos lleva a preguntarnos si la ONU es hoy algo más que un equipo de limpieza para el Imperio Estadunidense.

Los países ocupantes comienzan ya a sentir los efectos de la resistencia iraquí. La más reciente encuesta de Newsweek revela que el índice de aprobación que recibe el gran pensador-presidente bajó 18 puntos porcentales, a 53, y que por primera vez desde el 11 de septiembre de 2001, más votantes (en total 49 por ciento) afirman que no quisieran que Bush fuera relecto.

Esto no puede sino empeorar (o mejorar, según el punto de vista) a medida que aumenten las muertes de estadunidenses en Irak.

En Gran Bretaña, más de dos tercios de los pobladores piensan que Tony Blair les mintió acerca de Irak, opinión que comparten figuras reconocidas del establishment británico. Hubo abierta inquietud dentro de las fuerzas armadas antes de la guerra. Algunos generales no estaban muy complacidos de ver cómo el primer ministro, gruñendo y agitándose como un mastín quisquilloso en su traílla, se preparaba para enviar a la tercera parte del ejército británico a ayudar a ocupar el país que antes fue la mayor colonia del Reino Unido en Medio Oriente.

Tras la captura de Bagdad, Sir Rodric Braithwaite, ex presidente del comité conjunto de inteligencia y ex asesor nacional de seguridad de Blair, escribió una sorprendente carta al Financial Times en la que acusó al primer ministro de haber fabricado deliberadamente una histeria de guerra para intimidar a una población profundamente escéptica y lograr así que respaldara la invasión.

"Los pescadores venden pescado, los belicistas venden guerra", escribió Braithwaite al argumentar que Blair vendió sus bienes por más de lo que valían.

La furia dentro del sistema alcanzó su punto culminante con el presunto suicidio del doctor David Kelly, destacado científico del Ministerio de Defensa británico, luego de que fue obligado a someterse a un interrogatorio judicial, forma de terapia muy socorrida por la clase gobernante inglesa. Esta semana Blair fue interrogado ante el juez Hutton, pero la investigación ya había dejado al descubierto un montón de lombrices serpenteantes.

Se habla ya de que el nuevo laborismo ofrecerá al secretario de Defensa, una mediocridad sin talento llamada Geoff Hoon, como víctima propiciatoria para calmar al público. ƑPero qué pasara si Hoon rehúsa ir solo al sacrificio? Después de todo, él es el que sabe dónde están sepultados los cadáveres.

ƑY Australia? Ahí el primer ministro -un perenne loro posado sobre el hombro imperial- se las ingenió para sacar a sus tropas de Irak antes que empezara la resistencia. Las necesitaban desesperadamente en las Islas Salomon. Al igual que Blair, John Howard repitió como loro las falsedades que justificaban la guerra y, lo mismo que Blair, tiene mucha suerte de que la oposición oficial esté liderada por un político débil e ineficiente que se espanta con su propia sombra.

Y un día, cuando los hijos de los iraquíes y estadunidenses muertos se pregunten por qué murieron sus padres la respuesta será: Porque los políticos mintieron.

Mientras tanto, no habrá paz mientras Palestina e Irak continúen bajo ocupación, y ninguna cantidad de apologías logrará ocultar este hecho.

*El nuevo libro de Tariq Ali, Bush en Babilonia: la recolonización de Irak será publicado en octubre.

Traducción: Gabriela Fonseca

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