.
Primera y Contraportada
Editorial
Opinión
El Correo Ilustrado
Política
Economía
Mundo
Estados
Capital
Sociedad y Justicia
Cultura
Espectáculos
Deportes
CineGuía
Lunes en la Ciencia
Suplementos
Perfiles
Fotografía
Cartones
La Jornada en tu PALM
La Jornada de Oriente
La Jornada Morelos
Librería
Correo Electrónico
Búsquedas

P O L I T I C A
..

México D.F. Viernes 22 de agosto de 2003

Adolfo Gilly

Tiempo de escuchar

Tres días después de las pasadas elecciones en México, el Financial Times de Londres, uno de los grandes periódicos del mundo de las finanzas, publicó en su edición del 9 de julio un destacado artículo, firmado por David Hale. Su título: "México necesita un shock chino". Su contenido: unas recetas básicas sobre lo que debe hacer la 59 Legislatura del Congreso de la Unión.

Gracias al TLC, "audaz apuesta" de Carlos Salinas, dice el articulista, "a través de la liberalización económica, el sistema político de México se volvió más abierto y democrático". Pero la democracia, continúa, "ha hecho que México sea más difícil de gobernar" y el Congreso mexicano se encuentra trabado en cuestiones tan urgentes como "la ampliación de la base impositiva, la apertura de la industria energética a la inversión extranjera y la liberalización del mercado de trabajo".

Sin embargo, lo que puede ayudar a México a salir de ese atascadero es el "difundido temor en la elite mexicana de que China pronto desplace a México como segundo mayor socio comercial de Estados Unidos". Desde el año 2000 a la fecha, según David Hale, la industria maquiladora ha perdido más de 200 mil empleos, debido en parte al traslado de empresas a Asia. El porqué es sencillo: "Los salarios en México son tres y cuatro veces más elevados que en China. La electricidad mexicana cuesta dos veces más por la falta de inversión extranjera. México depende excesivamente de la exportación de bienes cíclicos tradicionales, como autos y televisores, mientras las empresas taiwanesas están expandiendo rápidamente las exportaciones de alta tecnología de China".

ƑLlegará China a precipitar un cambio radical en la política económica de México como el logrado por Salinas?, se pregunta a este punto el articulista. Salinas pudo hacerlo, dice, porque entonces México era todavía un Estado con partido único. Hoy, en cambio, tres partidos, el PRI, el PAN y el PRD, "deben encontrar un terreno de acuerdo en la privatización eléctrica, la reforma fiscal y la desregulación del mercado de trabajo para reducir los costos de la manufactura en México". Si no lo logran, "no sólo perderá México su posición en el mercado de Estados Unidos sino que habrá un éxodo continuo de puestos de trabajo industriales y un desempleo creciente".

La conclusión es terminante:

"Resulta irónico que un país no democrático como China tenga que desempeñar un papel decisivo para revitalizar las instituciones democráticas de México. Es un ejemplo más de la globalización en acción. La liberalización económica echa las bases para la apertura política, pero ésta sólo tendrá éxito si la democracia produce políticas que promuevan la competitividad".

Quien haya seguido hasta aquí el accidentado razonamiento del columnista del Financial Times sin dejarse arredrar por sus inconsecuencias lógicas, habrá retenido la contundencia del dictamen emitido desde el título mismo del artículo: "México necesita un shock chino".

La esencia de esta receta para curar los males mexicanos no está tanto en la privatización: que se sepa, China no es buen ejemplo al respecto. Posee, entre otras, una poderosa industria de armamentos de propiedad estatal y un rápidamente creciente sector de investigación científica y técnica de los cuales México carece. Tampoco reside en la reforma fiscal: a menos de decir generalidades insustanciales indignas del Financial Times, no parece sencillo comparar la fiscalidad de China con la de México.

La clave de la receta está en la desregulación del mercado de trabajo. En otras palabras, el shock consistiría para México en desvalorizar aún más la fuerza de trabajo, reducir salarios, cortar seguridad social, disminuir los gastos en salud, vivienda, pensiones, desproteger a cuantos ganan su vida con su trabajo. El shock chino es el que hay que aplicar a los trabajadores mexicanos.

Visitantes y estudiosos que han recorrido China en tiempos recientes describen las tragedias humanas de la industrialización desregulada en curso, con salarios ínfimos, sin protección social, con un índice aterrador de accidentes de trabajo no indemnizados, con hacinamiento en viviendas y servicios públicos inexistentes. Comparan los tugurios que han surgido en las nuevas regiones industriales con los que aparecieron en los años terribles de la revolución industrial en Inglaterra. La Manchester de la primera mitad del siglo XIX es la imagen recurrente.

Ese es el modelo propuesto para el México del siglo xxi: echar por la borda lo que aún subsiste de las conquistas sociales y civilizatorias del siglo xx mexicano. Piden una desregulación laboral acordada por los tres partidos, para que éstos sacrifiquen a la "competitividad" el presente y el futuro de los trabajadores urbanos y rurales, las vidas cotidianas de todos nosotros y el patrimonio común de los mexicanos: la industria eléctrica y el petróleo.

El PAN acaba de dar a conocer su agenda legislativa. Tiene tres secciones. La primera, titulada "Democracia efectiva", propone reducir el número de diputados y senadores federales, reducir el financiamiento público a los partidos y aprobar la permanencia en su cargo de los legisladores y alcaldes eficientes: es decir, la relección.

La tercera sección se denomina "Superación de la pobreza". Sus cinco puntos proponen, en esencia, un reordenamiento de los programas federales de entrega de recursos y créditos. Nada específico se dice sobre pensiones, salud, vivienda y, sobre todo, salarios e ingresos de los trabajadores. Ni en ésta ni en las otras secciones se menciona la educación: este rubro está ausente de la agenda legislativa del PAN.

Pero el eje en torno al cual se organiza la agenda entera es la segunda sección, denominada "Crecimiento económico y empleo". Tiene tres puntos: reforma fiscal, reforma laboral y reforma energética. Las tres reformas vienen endulzadas con palabras bonitas: "gasto justo y solidario" para la fiscal, "generar empleos bien remunerados" para la laboral, "impulsar la planta productiva" para la energética.

Estas reformas son, una por una, las mismas tres que recetan imperativamente el Financial Times y los organismos financieros internacionales. La agenda legislativa del PAN es, en lo esencial, el shock chino disfrazado.

Ni el PRI ni el PRD, sumidos en sus crisis internas, dan señales de preparar una oposición efectiva a esa agenda. Hablan ambos de llegar a "acuerdos" y "consensos". Ninguno de los dos plantea la necesidad de organizar una oposición, en la ciudadanía y en la sociedad, que sostenga a una real oposición en el Congreso. Con la posible excepción de algunos legisladores individuales, cuyas figuras y nombres hoy por hoy no aparecen visibles, van camino de repetir, agravada, la comedia de la ley indígena fraguada en la anterior legislatura.

Poco o nada puede esperarse de la legislatura nacida del desastre electoral del 6 de julio. La oposición está en otra parte. La izquierda, también. La dirección entera del PRD está absorta en el juego de las disputas privadas y las reconciliaciones públicas, cuando lo que urge es salir de ese encierro e ir al país, no a amarrar clientelas, sino a escuchar las voces pequeñas de las decenas de millones que se negaron a votar, de los millones que votaron en blanco, y también de los millones que votaron para no dejar, pero sin entusiasmo y, sobre todo, sin esperanza. Porque si algo dijeron las elecciones es que la esperanza en este país, en la medida en que subsiste, en estos días está en cualquier lado menos en los gobiernos y las instituciones.

El PRD, que decía ser el partido de esa esperanza, es por ahora el partido de sus diputados, sus senadores, sus asambleístas, sus alcaldes, sus regidores y, sobre todo, sus gobernadores, que atan y desatan y se mueven en las jerarquías partidarias como Grandes del Reyno. El PRD persiste en mirar desde las instituciones hacia el pueblo, y no desde el pueblo hacia las instituciones. Mira desde arriba y desde adentro, y no desde afuera y desde abajo, que es el lugar donde trascurre la vida del común de los mexicanos y las mexicanas.

Desde ahí, desde abajo y desde afuera, se podrá, si es que se puede, recuperar el programa, el impulso y los temas para organizar, resistir y cambiar el rumbo del país. Habría que ir por todo México, no a llevar eso que llaman un "proyecto de país" elaborado por expertos y asesores, sino a escuchar y preguntar por temas muy concretos y sentidos: la educación, el salario, el empleo, el campo y sus demandas, la vivienda, la salud, las pensiones, la autonomía y los derechos indígenas, la organización sindical y social, la democracia en los medios y en la sociedad, el respeto al individuo, la igualdad entre mujeres y hombres en todos los ámbitos públicos y privados, el derecho al aborto, el patrimonio nacional, la protección del territorio, la soberanía, la autodeterminación nacional frente a la política de guerra del gobierno de Estados Unidos, la alianza y la integración con América Latina y, para que no se nos olvide, la no relección de los políticos en sus cargos.

Hay que escuchar a las voces pequeñas en esos temas que conocen, viven, sufren y les interesan. Es tiempo de ir a plantear problemas y escuchar, no de llevar soluciones y decir. De ahí saldrá el programa para el país, de ahí han salido en la historia mexicana todos los programas verdaderos que después afinan los expertos.

A ese programa tendrán después que ajustarse y con él tendrán que negociar los intereses de los financistas, los acreedores internacionales, los empresarios, los contratistas y los ricos de todo pelaje. Con todos ellos hay que negociar, no por cuestión de principios sino por respeto práctico a una relación de fuerzas existente en la realidad.

Pero una cosa es negociar a partir desde la agenda de ellos, como sucede hoy en el Congreso de la Unión, y otra negociar desde una agenda nuestra, que en la tarea de formularla desde abajo vaya organizando las fuerzas para sostenerla. No digo nada nuevo. Es ya, sin ir más lejos, lo que en la práctica cotidiana vienen haciendo una multitud de movimientos grandes y pequeños en todo el territorio nacional.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año
La Jornada
en tu palm
La Jornada
Coordinación de Sistemas
Av. Cuauhtémoc 1236
Col. Santa Cruz Atoyac
delegación Benito Juárez
México D.F. C.P. 03310
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Email
La Jornada
Coordinación de Publicidad
Av. Cuauhtémoc 1236 Col. Santa Cruz Atoyac
México D.F. C.P. 03310

Informes y Ventas:
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Extensiones 4445 y 4110
Email