Hay
lugar para
Intendente, editor de trailers y cortometrajes, traductor de intertítulos y corrector de los mismos, Galindo empieza a aprender el oficio con creces: técnica dramática, puesta en escena, dirección de actores y, sobre todo, los principios del montaje. De ser guionista radiofónico, Galindo se incorpora como argumentista al incipiente cine sonoro nacional para debutar como director con Almas rebeldes en 1937. A partir de entonces, el melodrama, la comedia, el cine policiaco, incluso el de horror, sirven a Galindo para mostrar los problemas de la urbe; los contrastes entre el rancho y la capital y las particulares subculturas de uno y otro lado; la cultura popular representada por el cabaret, las canciones o las fotonovelas, así como las obsesiones de la carne y de la mente, en una de las filmografías más consistentes, reflexivas e inteligentes del cine nacional. En contraste con el cine sensitivo e intelectual de Julio Bracho, como lo muestra Distinto amanecer (1943) o Crepúsculo (1944), y del plasticismo indigenista de Emilio Fernández, Galindo mantuvo una coherente sencillez para retratar la sensibilidad popular y ahí está para demostrarlo Campeón sin corona, historia emotiva y brutal sobre el ascenso y caída de un boxeador de barrio; derrotado no tanto en el ring sino en la vida, e inspirado en la triste leyenda de Rodolfo "Chango" Casanova, cuyo papel de Roberto "Kid" Terranova recayó en David Silva. No hacía falta que Silva se pareciera al "Chango" Casanova; lo importante era mostrar el lado humano del campeón que pudo y no quiso triunfar debido a sus temores.
Campeón sin corona es, de hecho, la primer gran película de Alejandro Galindo; una especie de epopeya sobre la derrota. Tan exitosas y brillantes como ésta resultan ¡Esquina bajan! y su secuela Hay lugar para dos, a cuyo reparto se sumaba la preciosa Olga Jiménez, cuya carrera fílmica sería por desgracia muy breve. En ellas se narran las aventuras urbanas de Gregorio Del Prado, chofer de la línea de camiones "Zócalo-Xochicalco y Anexas" y de su cobrador "Regalito". Del Prado se entusiasma con Cholita, atractiva pasajera que forma parte de un ardid para arrebatar la concesión de la línea donde Gregorio trabaja; sin embargo, ambos se enamoran y desbaratan los planes del transa presidente de la línea de camiones rival, un tal Langarica (Víctor Parra, espléndido como siempre). En la continuación, la pareja, ya casada y con un hijo, sufre la separación cuando Gregorio se deja arrastrar por la sensual "cualquiera-destruye-hogares" Kitty, que interpreta magistralmente Katy Jurado, y ello provoca una tragedia en su intento por ganarle el paso al tren con su autobús. Con ¡Esquina bajan! y Hay lugar para dos, Galindo se convirtió sin duda en el maestro del cine urbano y en el gran retratista de personajes solidarios y marginados. Estos dos filmes son una suerte de documento, emotivo y refrescante, sobre una clase socialmente afectada en vías de crecimiento; en ellos Galindo aborda las cuestiones sindicales que tanto le entusiasmaban, al tiempo que muestra la fuerza de grupo en un par de trabajos netamente populares. Curiosamente, en medio de esos dos filmes, Galindo filmaba en los Estudios Azteca la que sería su obra cumbre: Una familia de tantas (1948), cinta que de alguna manera se erigía como contrapropuesta al cine familiar promovido por el gobierno de Ávila Camacho. En efecto, la cinta se opone rotundamente a los preceptos de Cuando los hijos se van (1941) y secuelas, donde la familia es vista como un universo inmaculado. En las familias de finales de los cuarenta el sexo no existía, era impensable para las hijas y el adulterio resultaba inimaginable. Si una mujer elegía al hombre que amaba sin el consentimiento paterno se maldecía para toda la vida, como le sucede a Martha Roth en Una familia de tantas. Más adelante, Galindo inserta como nuevo héroe urbano a Adalberto Martínez "Resortes" en Confidencias de un ruletero en el papel del taxista Lauro Escamilla y Cejudo. Al lado de la cachonda Lilia Prado, "Resortes" se traslada al cabaret Waikikí y al célebre salón Smyrna y se convierte en el amo del "regateo". Con Galindo, "Resortes" se convirtió en el hijo del pueblo, humilde y sencillo bajo el barniz del humorismo social en Dicen que soy comunista (51), Los Fernández de Peralvillo (53) como borrachín, y alma del barrio en Hora y media de balazos (56), Policías y ladrones (56) y Te vi en tv (57). Por su parte, Galindo y David Silva se reunirían de nuevo en 1953 para realizar otro emotivo retrato del individuo enfrentado a una triste realidad social en Espaldas mojadas. Si bien había recuperado el ambiente nocturno capitalino, la urbe creciente con sus personajes humanos y sencillos, ahora ese realismo era puesto a prueba con un tema que afectaba al país entero: la explotación de los braceros. En cambio, Los Fernández de Peralvillo resulta una suerte de continuación de los temas urbanos de sus anteriores trabajos. El cine de Galindo, vivaz, ágil y realista, adquiere proporciones metafísicas en un policiaco urbano inspirado a su vez en un caso verídico de nota roja. Cuatro contra el mundo (49) es un relato claustrofóbico e intimista que confronta entre sí a los responsables del asalto a un camión de la Cervecería Modelo, con Víctor Parra y Leticia Palma inolvidables. A Galindo se le deben también dramas prostibularios y cabaretiles como Konga roja, Virgen de medianoche y México nunca duerme, y el descubrimiento de los jóvenes vistos como monstruos con acné y tobilleras.
En La edad de la tentación (58), Galindo supo enfocar su discurso hacia la salvaguardia de esa juventud amenazada por una sociedad en decadencia. Divorciadas abusivas, hampones, drogadictos, malos estudiantes huelguistas y muchachas de cascos ligeros giraban alrededor de un mundo sin dirección. En Ellas también son rebeldes (59), las viñetas de jovencitas en una sociedad corrupta y materialista requería no sólo de unos padres atentos, sino de un psiquiatra que hacía uso de su razón científica y de intuición humana para resolver los problemas femeninos. Del mismo modo, en Mañana serán
hombres (60), Galindo se deja llevar por un juego entre la realidad
y la ficción al igual que el cineasta interpretado por Rafael Bertrand,
quien pasa del melodramón al filme de denuncia social: tema constante
en el cine de Galindo que en los setenta realizaría una variante
de Campeón sin corona pero con un taquero callejero en lugar
de un vendedor de nieves en Tacos al carbón. En Galindo se
combinan la artesanía técnica y la poesía de una realidad
nacional en sus crónicas de una ciudad sepultada por la nostalgia.
|