Jorge
Ayala Blanco
Luciana
Jauffred y la feminidad gogoliana
Donde
el cinecrítico de mayor antigüedad en México
(cuarenta
años exactos) elige escribir sobre una de las
cineastas
más jóvenes (nacida en 1972) de nuestro cine actual
Rebeca
a esas alturas (23 minutos, 2003),
inspirada tesis académica inesperadamente humorística de
la cinepublicista Luciana Jauffred Gorostiza en el Centro de Capacitación
Cinematográfica (primeros cortos allí mismo: Ángeles
de la banqueta, 1993; Pasteles de Nicolás, 1996) y distinguida
con un tercer lugar en la sección estudiantil Cinefundación
en Cannes 2003 (apartado donde arrasaron las cintas de animación),
se basa en un cuento literario de su hermana Paola y hace una crónica
en apariencia neutra de las alteraciones en la vida doméstica del
ama de casa Rebeca (Clarissa Malheiros, formidable), quien descubre cierta
mañana que su peso ha aumentado en exceso: camina rompiendo el piso,
quiebra la báscula del baño al treparse, se derrumba sobre
la cama junto al marido demasiado tranquilo con retraso mental y de tiempo
(Carlos Aragón), debe ser bajada de allí con ayuda de una
palanca de fierro, se arrastra para tomar su desayuno dejado en el suelo
y se disculpa por no poder hacerle su comida a los hijitos todoaceptantes
que regresan de la escuela; es visitada luego por un doctor que ningún
diagnóstico puede emitir; dejada a sus fuerzas, empieza a caer de
piso a piso, de techo en techo y departamento por departamento, en la bañera
o donde sea, para rabia de los vecinos: tiene que ser finalmente izada
con grúa, suspendida de una cadena que no tardará en romperse,
cuando los seres queridos ya partían por la mañana ("¿Cómo
pasaste la noche, mamá?"), abandonada a su suerte, sólo para
seguir cayendo, incluso por debajo del asfalto.
Gogoliana como la infructuosa búsqueda
infinita incluso postmortem de un abrigo preneorrealista (en El
capote), como las peripecias de la nariz de autoritaria autosuficiencia
hallada en un panecillo (en La nariz), o como el diario del enloquecimiento
de fervor de un burócrata (en el Diario de un loco), gogoliana
de alteraciones físicas que son ante todo espirituales. Gogoliana
reveladora de la condición humana de la pequeña gente. Gogoliana
de un humor astuto y desmedido que hace rechinar los sesos más que
los dientes. Gogoliana de una acendrada descripción del absurdo
cotidiano, su burla aguda y brillante, su pintura satírica de un
mezquino estrato social atrasado y hueco hasta la crueldad. Gogoliana como
fantasiosa y pesadillesca culminación moral de una psicología
de la vida social más mediocre, por ello más precaria y vulnerable,
acaso vulnerada de antemano. Gogoliana que causa irritación y malestar
entre las criaturas que pretendía adular.
Gogoliana de una humorada a base de múltiples
detalles-signo como la conexión al vaso de jugo de naranja con popotes
en serie, cama hundida hasta el derrumbe en las antípodas de la
cursiargentinada El lado oscuro del corazón 1 y 2 (Subiela,
1991/2001) y paso del día completo leído en el reflejo de
la luz de la ventana o en el ritmo superacelerado de tvprogramas. Gogoliana
con voraz cámara deprimida al ras del suelo o de la banqueta, abundantes
tomas en subjetiva y un uso sistemáticamente irónico de la
profundidad de campo. Gogoliana de una farsa heterodoxa mezclada con un
chiste baturro que se refocila en sus hallazgos, por pesados, gruesos y
verdes que éstos sean. Gogoliana de la demolición imperturbable
de un utópico y sencillo universo familiar y vecinal, cuyas absurdidades
no impiden que siga destilando serenidad y armonía, quizá
sólo con algunas molestias monetarias y disposición del fondo
de emergencias para pago de indemnizaciones para calmar ánimos.
Gogoliana
o "¿Conoces tú este gozo de ver cosas nuevas?" (Apollinaire).
Gogoliana histriónica de una actriz-fetiche del teatro lésbico
de la uam (tipo La Eva futura o Frankenstein o el moderno Prometeo,
de Juliana Faesler que invertía la fusión de mitos para mejor
lamentar la imposible maternidad entre parejas de mujeres), desatada en
su gestual inmóvil, con acendrados recursos grandilocuentes próximos
al guiñol caligaresco y soportando con masoquista-brasileño
goce carnavalesco o autoirrisorio el maltrato que sea. Gogoliana de un
discurso ultramisógino sobre la misoginia de uso doméstico
que jamás pierde la espontaneidad de las relaciones primordiales.
Gogoliana de una situación de autoabandono materno que involucra
la progresiva desmitificación de la figura de la madre mexicana
(iniciada por el provinciano retratista interior de la clase media urbana
Jaime H. Hermosillo) y que culmina en el abandono absoluto de la madre,
ya deleznable y prescindible, por parte de la familia en su conjunto: una
mujer totalmente abandonada como antes hubo Una muchacha totalmente
abandonada (Jutta Bruckner, 1976). Gogoliana onésimo-keatoniana
a fin de cuentas fílmicas que desarrolla y articula como relato
original o película gag tipo imcine un célebre gag
de asimilación en el que Buster salta de un trampolín,
cae fuera de la piscina, abre un hoyo en la tierra, se va por ahí
y un letrero lo hace "Varios años después", con trenzas,
atuendo oriental, esposa china y críos, al igual que su ancestro
precursor de la vanguardia francesa Onésimo recién casado
al caer y salir ya con prole de una alcantarilla (ejemplos citados en trabajos
ensayísticos de Fernando M. Peña, Luis F. Gallardo y Peter
Weiss). Gogoliana de una hipérbole fantástica y una alegoría
que saben permanecer abiertas, como la heroína guiñando un
ojo como despedida desde la negrura y rumbo al más allá hacia
el centro de la Tierra, sin que nada fundamental se haya trastornado en
su anticlimático entorno.
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