La Jornada Semanal,   domingo 17 de agosto del 2003        núm. 441
Jorge Ayala Blanco

Luciana Jauffred y la feminidad gogoliana

Donde el cinecrítico de mayor antigüedad en México
(cuarenta años exactos) elige escribir sobre una de las 
cineastas más jóvenes (nacida en 1972) de nuestro cine actual

Rebeca a esas alturas (23 minutos, 2003), inspirada tesis académica inesperadamente humorística de la cinepublicista Luciana Jauffred Gorostiza en el Centro de Capacitación Cinematográfica (primeros cortos allí mismo: Ángeles de la banqueta, 1993; Pasteles de Nicolás, 1996) y distinguida con un tercer lugar en la sección estudiantil Cinefundación en Cannes 2003 (apartado donde arrasaron las cintas de animación), se basa en un cuento literario de su hermana Paola y hace una crónica en apariencia neutra de las alteraciones en la vida doméstica del ama de casa Rebeca (Clarissa Malheiros, formidable), quien descubre cierta mañana que su peso ha aumentado en exceso: camina rompiendo el piso, quiebra la báscula del baño al treparse, se derrumba sobre la cama junto al marido demasiado tranquilo con retraso mental y de tiempo (Carlos Aragón), debe ser bajada de allí con ayuda de una palanca de fierro, se arrastra para tomar su desayuno dejado en el suelo y se disculpa por no poder hacerle su comida a los hijitos todoaceptantes que regresan de la escuela; es visitada luego por un doctor que ningún diagnóstico puede emitir; dejada a sus fuerzas, empieza a caer de piso a piso, de techo en techo y departamento por departamento, en la bañera o donde sea, para rabia de los vecinos: tiene que ser finalmente izada con grúa, suspendida de una cadena que no tardará en romperse, cuando los seres queridos ya partían por la mañana ("¿Cómo pasaste la noche, mamá?"), abandonada a su suerte, sólo para seguir cayendo, incluso por debajo del asfalto.

Gogoliana como la infructuosa búsqueda infinita incluso postmortem de un abrigo preneorrealista (en El capote), como las peripecias de la nariz de autoritaria autosuficiencia hallada en un panecillo (en La nariz), o como el diario del enloquecimiento de fervor de un burócrata (en el Diario de un loco), gogoliana de alteraciones físicas que son ante todo espirituales. Gogoliana reveladora de la condición humana de la pequeña gente. Gogoliana de un humor astuto y desmedido que hace rechinar los sesos más que los dientes. Gogoliana de una acendrada descripción del absurdo cotidiano, su burla aguda y brillante, su pintura satírica de un mezquino estrato social atrasado y hueco hasta la crueldad. Gogoliana como fantasiosa y pesadillesca culminación moral de una psicología de la vida social más mediocre, por ello más precaria y vulnerable, acaso vulnerada de antemano. Gogoliana que causa irritación y malestar entre las criaturas que pretendía adular.

Gogoliana de una humorada a base de múltiples detalles-signo como la conexión al vaso de jugo de naranja con popotes en serie, cama hundida hasta el derrumbe en las antípodas de la cursiargentinada El lado oscuro del corazón 1 y 2 (Subiela, 1991/2001) y paso del día completo leído en el reflejo de la luz de la ventana o en el ritmo superacelerado de tvprogramas. Gogoliana con voraz cámara deprimida al ras del suelo o de la banqueta, abundantes tomas en subjetiva y un uso sistemáticamente irónico de la profundidad de campo. Gogoliana de una farsa heterodoxa mezclada con un chiste baturro que se refocila en sus hallazgos, por pesados, gruesos y verdes que éstos sean. Gogoliana de la demolición imperturbable de un utópico y sencillo universo familiar y vecinal, cuyas absurdidades no impiden que siga destilando serenidad y armonía, quizá sólo con algunas molestias monetarias y disposición del fondo de emergencias para pago de indemnizaciones para calmar ánimos.

Gogoliana o "¿Conoces tú este gozo de ver cosas nuevas?" (Apollinaire). Gogoliana histriónica de una actriz-fetiche del teatro lésbico de la uam (tipo La Eva futura o Frankenstein o el moderno Prometeo, de Juliana Faesler que invertía la fusión de mitos para mejor lamentar la imposible maternidad entre parejas de mujeres), desatada en su gestual inmóvil, con acendrados recursos grandilocuentes próximos al guiñol caligaresco y soportando con masoquista-brasileño goce carnavalesco o autoirrisorio el maltrato que sea. Gogoliana de un discurso ultramisógino sobre la misoginia de uso doméstico que jamás pierde la espontaneidad de las relaciones primordiales. Gogoliana de una situación de autoabandono materno que involucra la progresiva desmitificación de la figura de la madre mexicana (iniciada por el provinciano retratista interior de la clase media urbana Jaime H. Hermosillo) y que culmina en el abandono absoluto de la madre, ya deleznable y prescindible, por parte de la familia en su conjunto: una mujer totalmente abandonada como antes hubo Una muchacha totalmente abandonada (Jutta Bruckner, 1976). Gogoliana onésimo-keatoniana a fin de cuentas fílmicas que desarrolla y articula como relato original o película –gag– tipo imcine un célebre gag de asimilación en el que Buster salta de un trampolín, cae fuera de la piscina, abre un hoyo en la tierra, se va por ahí y un letrero lo hace "Varios años después", con trenzas, atuendo oriental, esposa china y críos, al igual que su ancestro precursor de la vanguardia francesa Onésimo recién casado al caer y salir ya con prole de una alcantarilla (ejemplos citados en trabajos ensayísticos de Fernando M. Peña, Luis F. Gallardo y Peter Weiss). Gogoliana de una hipérbole fantástica y una alegoría que saben permanecer abiertas, como la heroína guiñando un ojo como despedida desde la negrura y rumbo al más allá hacia el centro de la Tierra, sin que nada fundamental se haya trastornado en su anticlimático entorno.