.
Primera y Contraportada
Editorial
Opinión
El Correo Ilustrado
Política
Economía
Mundo
Estados
Capital
Sociedad y Justicia
Cultura
Espectáculos
Deportes
CineGuía
Lunes en la Ciencia
Suplementos
Perfiles
Fotografía
Cartones
La Jornada en tu PALM
La Jornada de Oriente
La Jornada Morelos
Librería
Correo Electrónico
Búsquedas

P O L I T I C A
..

México D.F. Jueves 14 de agosto de 2003

Paco Ignacio Taibo II

El pacto con el diablo (Notas sobre la crisis perredista)

1La letra chiquita de los contratos con el diablo: Nuestra generación, la generación del 68, hizo un pacto con el diablo. No fue un mal pacto. A cambio de sacar al PRI de Los Pinos abandonamos, guardábamos en el clóset a Ho Chi Minh, la revolución socialista, Flores Magón, Durruti y los Consejos Obreros, el programa de transición y la plusvalía.

No era un mal pacto en términos de una nación agotada por 40 años de agresiones desde el poder contra los ciudadanos: saqueos, doble moral, represiones y abusos, matanzas de campesinos y "errores económicos" que destruían en una semana la tercera parte de la clase media, que fabricaban millonarios y pobres a la misma velocidad. No era mal negocio para librarnos de un PRI que dejaba en el camino de sus funcionarios millonarios a las viudas, los pobres y los despedidos.

Secondo Paco Sin embargo, nunca leímos la letra pequeña del contrato. No teníamos mucha experiencia en esto de pactar con el diablo y no se nos ocurrió ver que abajito del documento, en la letra minúscula escondida, decía: "En el proceso de sacar a los ladrones de Palacio, muchos de ustedes se volverán como ellos".

2. PRD, Ƒa qué horas la patria dejó de existir?: A 15 años de la insurgencia cardenista del 88, que hizo tambalear el supuestamente eterno reich mexicano, su heredero, el PRD, se encuentra en un momento triste, con enfermedades múltiples y pinchérrimas, en una profunda crisis de credibilidad, habiendo perdido a su periferia, con el aparato burocratizado, marginado de la izquierda radical, sin relevo generacional, desarbolado ideológicamente y sólo alimentado por la pendejez, corrupción, ineptitud y virulencia antisocial de sus enemigos panistas y priístas.

La paradoja es que la crisis se produce en momentos en que la existencia de un partido de izquierda le resultaría enormemente útil a la nación para reclamar la permanente promesa incumplida del foxismo, para movilizar a la sociedad e impulsar un verdadero proceso de cambio, detener los embates contra la soberanía o las agresiones del neoliberalismo económico, reaccionar ante las veleidades clericales de la derecha conservadora, ofrecer un paraguas al experimento político de las comunidades indígenas y los zapatistas, y colaborar al entierro de los restos del viejo partido de Estado subvirtiendo su base social, liberándola de las garras del charrismo sindical y del corporativismo.

Lamentablemente el PRD resulta, en estos momentos, un partido de espaldas a la nación. Un partido en el que escasea la reflexión política, sin capacidad para recuperar las viejas utopías y los ideales sociales que estaban en su origen, sin programa. Si no fuera por las puntuales intervenciones de Cuauhtémoc Cárdenas, las solitarias intervenciones de Rosario Robles antes de su renuncia y de Martí Batres antes de su salida de la Cámara de Diputados, y varias reflexiones por escrito de cuadros como Rosalbina Garabito, Adolfo Gilly o Marco Rascón, pareciera que el PRD ha desaparecido como conciencia crítica.

Curiosamente, la crisis política se levanta sobre una crisis interna; tiene su origen profundo en la forma de ser del partido, en su estructura, en su sentido. ƑA qué horas nos besó la princesa y nos volvimos sapos?

3. Toda historia es personal: No ignoro que toda historia es personal, que uno no puede sustraer los particulares agravios y las muy personales vivencias de cualquier análisis supuestamente objetivo. Que la objetividad es un lujo para arqueólogos. Y en este pasado par de años, cuando se hablaba del PRD, yo vivía cualquier cosa menos la objetividad. Me sentía culpable, encabronado, impotente y personalmente insultado. Como si fuera responsable del desastre de la nueva socialdemocracia mexicana. Y todo esto porque había dedicado buena parte de mi tiempo y de mi vida a militar en un aparato que se descomponía a velocidad inusitada.

ƑQué estaba haciendo aquí? ƑMe tomaba en serio lo de que yo era el solitario representante del ala magonista de un proyecto socialdemócrata ramplón? Extendía los dedos de la mano y sacaba mis cuentas. A favor: la base perredista sigue siendo maravillosa, comités campesinos, luchadores sociales con trayectorias de 15 y 20 años en la resistencia, medio millar de cuadros asesinados por el salinismo con los que hay una deuda moral, un montón de amigos y viejos amigos a los que me une una profunda confianza política, la tenacidad moral de Cárdenas (al que este país le debe, gracias a su rectitud ética, su voluntad de no negociar los votos ciudadanos ni los principios, que el modelo salinista no se haya vuelto eterno), algunos de los momentos de su gobierno y el de Rosario Robles en el DF. Y ponía la otra mano enfrente y sacaba las cuentas del "en contra": tres años de política titubeante, con una dirección nacional que había decidido ser cola de ratón del foxismo y su proyecto neoliberal, complaciente, que reservaba sus buenas maneras para los desayunos en Los Pinos y los votos contra los acuerdos de San Andrés en el Senado; un partido ausente de relevo generacional; chambismo, tribalismo, canibalismo a diestra y siniestra y, sobre todo, y esto era lo más preocupante, en el que resurgían las prácticas fraudulentas del PRI, en lucha contra las cuales el PRD había nacido y le daban sentido.

Me pesaron más los dedos de la mano izquierda y participé en el comité del partido en el DF tratando de armar un proyecto cultural, tratando de recobrar las mejores tradiciones de la izquierda. Como una manera inocente de salvar la conciencia, me negué a cobrar salario de funcionario (como me he negado a recibir ningún tipo de compensación económica por haber sido asesor de la campaña presidencial de Cárdenas, conferencista gratuito en las casas de cultura del DF para brigadistas) y me puse a organizar publicaciones de novelas, librerías ambulantes, cinedebates de barrio y festivales de teatro. Regalamos más de 200 mil libros y folletos, exhibimos Los motivos de Luz y Espartaco en vecindades, regalamos novelas de Soriano, poemas de Brecht, biografías de Zapata y llevamos La cantante calva, de Ionesco, a las polvosas plazas de Xochimilco; organizamos tianguis de libros sacados de las bodegas de las editoriales a precios de saldo, creamos un programa de formación basado en la lectura, organizamos una videoteca y una librería ambulante que recorría reuniones en una maleta. Después de dos años nos corrieron de la dirección del DF y el proyecto cultural se canceló totalmente.

4. Los hijos del rey y el reparto de la chamba: Al inicio de 2002, al final de uno de los debates entre los candidatos a la presidencia del PRD, un grupo de compañeros alzó a Jesús Ortega en hombros mientras le cantaban El rey. Traté de adivinar en los rostros que mostraba la foto cuál era la perversión lambiscona que los motivaba. No podía creer en la espontaneidad de tal acción. Me equivocaba. Ortega, como los otros jefes de las tribus que hoy dominan el partido, tiene una base social emocionada que llora en las cantinas, se siente identificada con su jefe de filas, odia con odio jarocho a los "caudillos" y a los "cultos pirruris", y cree que llegó la hora de hacerles justicia, o sea, que les hagan bueno el derecho ganado a los salarios por tantos años de entrega militante, los sillones, las oficinas con ventana; pero sobre todo, los hombres del aparato creen en el escalafón (de correveidile a funcionario partidario menor, de allí a regidor en un ayuntamiento, de allí a los comités locales, a las direcciones estatales partidarias, luego diputado al Congreso, senador, presidente, etc. etc.), Cree, desde luego, en la eternidad de la chamba.

Con un movimiento social en reflujo, sin lucha política ni base airada a la que responderle, muchos de los cuadros medios de la vieja izquierda se han convertido en pálidas caricaturas de lo que fueron. De combatientes sociales pasaron a ser gestores, intermediarios y negociadores con el Estado como portavoces del movimiento, conseguidores de varillas y permisos, y de ahí a funcionarios partidarios. En plena crisis económica clasemediera, cuando había que completar el salario de profesores vendiendo enciclopedias y miel de colmena, la militancia profesional vino a salvarles la vida. Hoy el PRD tiene entre 12 mil y 15 mil funcionarios (en comités, consejos, comisiones, institutos y en representaciones partidarias en ayuntamientos, cámaras estatales, delegaciones, Cámara de Diputados y Senado, más los asistentes y asesores), sin contar a los trabajadores del Estado en puestos de confianza en los lugares en los que ha asumido el gobierno y a una legión de asistentes-canchanchanes.

Esta legión de profesionales vive en una inercia, la de garantizar la continuidad y el ascenso político. Una parte de esta militancia profesional se ha desgajado de sus movimientos sociales originarios y actúa con la lógica de un aparato que ha cambiado las maneras de hacer política, que prefiere, en un crudo resumen, el desayuno con grillas a la huelga de hambre.

Alguna vez Trotski (y eso que no conocía a las tribus perredistas) se preguntó con singular mala leche que quienes eran los propietarios de qué: Ƒlos diputados de la Duma de su sillón?, Ƒo el sillón de los diputados?

Del control de grupos sociales a los que esta nueva burocracia ex de izquierda maneja corporativamente con labores de gestoría, obtiene un poder que se expresa en la estructura partidaria. Ellos han acuñado la pregunta: "Ƒcuántas canicas traes?", previa a cualquier proceso electoral. Dependiendo de "las canicas", el reparto de candidaturas y de puestos en los comités.

En el partido de las canicas esencialmente se trata de tener acceso al aparato y, por tanto, a los procesos de selección y control. En el PRD si no se tiene acceso al aparato, no se existe (con la pequeña salvedad de aquellos cuadros que tienen voz en los medios de comunicación). En muchos casos, para la supervivencia de un pequeño grupo el acceso al aparato es la clave de la supervivencia de su movimiento social y de su capacidad de gestión.

En estos recientes años, y salvo contadísimas excepciones (entre las que podría contar a varios cientos de compañeros a los que estimo profundamente, como por ejemplo a Carlos Imaz, Porfirio Martínez, Paco Saucedo, Paco Pérez Arce o Superbarrio), nunca oí en la discusión para otorgar un puesto, seleccionar a un candidato o proponer a alguien para que ejerciera una función partidaria, un análisis de su posición política, de su capacidad, de sus ideas. Sólo se hablaba de las cuotas y la pertenencia a una u otra tribu y los derechos adquiridos de ésta.

Se cuenta que René Bejarano, jefe de filas de la más potente estructura tribal del DF, tiene un cuadernito en su permanente portafolio en el que anota deudas y pagos de favores y compromisos. Si ésta es una leyenda urbana perredista o no, el caso es que yo lo he visto a veces tomar pequeñas notas en el diminuto cuaderno. Algún día, bromeando, le dije que le iba a robar el portafolios para ver el cuadernito de los favores, y René, quien tiene un cínico sentido del humor, me contestó que yo no sabría qué hacer con él.

"Democracia no, chamba para todos", pareciera el lema que anima a las corrientes que hoy controlan la vida política del PRD.

Quizá la imagen es apocalíptica y las prácticas de unos manchan a todos; quizás en este retrato se peque de exceso, injustamente se repartan adjetivos que los perredistas campesinos de Guerrero o Michoacán, Paloma, los mecánicos de mi cuadra, la brigada para Leer en Libertad, Salvador Nava, los que se reúnen en la escuelita de Tlalpan, el grupo Tacuba, las mujeres de la Y griega veracruzana, los comités de la Huasteca y tantos millares más, no se merecen; quizá cuando se habla de las corrientes se transmita una visión injusta que ignora trabajos, esfuerzos y luchas, pero lo cierto es que estas prácticas, dominantes hoy en el PRD, excluyen de la toma de decisiones a la inmensa mayoría.

Se han reproducido prácticas clientelares e incurrido en vicios que enérgicamente se le criticaron al PRI: he visto en estos años robo de urnas, compra de votos con cubetas de plástico, aparición de difuntos que votaban tres veces y otras marranadas al más puro estilo priísta. Quizá estas acciones no sean mayoritarias, pero manchan continuamente todo proceso electoral.

El PRD se ha convertido en un partido que sólo opera en plenitud en la lucha interna y en la disputa de espacios de poder y cargos burocráticos. En este proceso de descomposición burocratizante la lógica tribal y el reparto de cuotas domina la vida partidaria en buena parte de los comités; la base del partido no sólo no tiene acceso a la toma de decisiones, no tiene nexos dentro de la estructura organizativa, no recibe información y generalmente sólo se le requiere para votar en elecciones internas o externas y para cuidar casillas.

Los puestos en el aparato, las candidaturas a cargos de elección popular, los empleos en la administración pública en aquellos lugares donde el PRD gobierna, se han distribuido, en muchos casos, con una lógica de cuotas, excluyendo la idea de "los más capaces a los lugares indicados" (como en su día dijo Bejarano respondiendo a la crítica del bajo nivel de los representantes de la Asamblea Legislativa del DF: Ƒpara qué hacen falta cuadros cuando existen celulares?

Se cuenta que en prólogo de una elección en Puebla, siendo Bartlett el gobernador, sus mapaches le advirtieron que corría el riesgo de perder tres circunscripciones a manos del PRD, a lo que contestó: "Ƒcuántas corrientes tiene el PRD en esos lugares?" Y le respondieron que tres. A lo que propuso: "Regálenles dos camionetas y mientras se pelean para ver a quién le tocan, nos los chingamos". Yo nunca vi las camionetas, pero sea o no cierta la anécdota, el caso es que ese año las elecciones se perdieron en Puebla.

5. El amor por las elecciones: Así como a la izquierda de los años 60 lo que más nos gustaba en el mundo era una gran manifestación, con muchos gritos y muchas banderas rojas, a la mayoría de los perredistas les encantan las elecciones. Cualquier tipo de elecciones: internas, externas, presidenciales, locales, de barrio, para un comité o para el Senado, para la flor más bella del ejido. No son claras las razones de esta perversión, quizá tengan su origen en que, hijos al fin de una república autoritaria, cuando nos dejaron (o los obligamos a que nos dejaran) votar, adquirimos el hábito y el placer, y lo volvimos obsesión. Insisto, quizá sea ese el origen, pero del origen a la actualidad un largo camino se ha recorrido y ahora no se trata del derecho recobrado. Se trata, básicamente, de consolidar la cuota de poder.

Sin despreciar la lucha electoral, que en ciertos momentos se vuelve el gran cauce de expresión popular, la enorme mayoría de las labores dedicadas a elecciones internas, parciales, externas, me parece un inmenso desperdicio de recursos que debería destinarse a la lucha social, la propaganda, la formación, la cultura. Y resulta también un desgaste de energías volcadas en la lucha interna que debería canalizarse a la batalla contra el monstruo neoliberal.

La conversión del PRD en un partido que dedica 95 por ciento de su tiempo a la lucha electoral, interna o externa, es significativa. El dinero se gasta en procesos electorales, se invierte en "propaganda electoral". No hay un peso para organizar una brigada volante en una zona agraria depauperada, pero en las pasadas elecciones nacionales el partido gastó 25 millones de pesos, sin contar lo que gastaron los candidatos.

6. Toda historia es personal: Hace un año participé en un proceso electoral para ser delegado al congreso. No hice ningún tipo de campaña. Pensé que entre los que me conocían y los que me leían... Iluso yo. El día de la elección, en el Monumento a la Revolución comenzaron a llegar, además de militantes sueltos, algunos grupos organizados que descendían de microbuses y llegaban a las urnas preguntando: "Ƒaquí es eso del PRD?" , y sacaban un papelito que tenía los nombres de sus candidatos. Perdí por 400 votos a 80. Me entró un ataque de curiosidad. ƑQuiénes me habían ganado? En la delegación Cuauhtémoc, como en todas, hay una serie de proyectos de vivienda gestionados por organizaciones sociales. Una de estas orga-nizaciones controla cuatro proyectos de vivienda que dotarán de casa a unas 80 familias, pero que tienen unos 200 peticionarios. A ellos se les condicionó seguir siendo solicitantes a cambio del voto. No desprecio a los electores que me derrotaron, su razón tenían: mucho mejor elegir a los que les ofrecen vivienda que a un pinche intelectual solitario cuyos libros no leen. No me producía tanto respeto El Negro Contreras, autor de esa y mil más trapicherías con las reglas del partido del tapanco. Luego me fui enterando que esto se reproducía a lo largo y ancho del DF. Cuatro proyectos de vivienda secuestraban al PRD en la delegación de las clases medias ilustradas de izquierda, los campamentos indígenas, los movimientos de la Alameda, los cuadros sindicales magisteriales y del sector salud.

El problema es que en este partido no hay condiciones de democracia interna. Prácticamente ningún método electoral estará a salvo de manipulación, fraude, movilización corporativa, uso de recursos estatales en la promoción del voto. ƑPor qué? Porque en el partido de las canicas y las chambas el control de los procesos electorales es el todo, el summum, el supercamote, el sentido final de la existencia. Y jesuíticamente, todo se vale.

7. Rosario presidenta: Las pasadas elecciones nacionales por la presidencia del partido dieron un cierto oxígeno al desgastado aparato perredista. No eran unos comicios parejos, era una elección contra el aparato. Jesús Ortega controlaba no sólo el Comité Ejecutivo Nacional (CEN), también 26 de los 32 comités estatales y, desde luego, los servicios electorales nacional, locales y distritales, y la comisión de garantías: los organizadores del proceso y sus jueces.

Por otro lado, esas elecciones tenían la enorme virtud de que podrían servir para expresar la rebelión por la base que se estaba gestando dentro de un partido hijo de la revuelta social, que vivía inmerso en las perversiones, la degradación y la descomposición política.

Era eso lo que se estaba jugando y no, como declaró Jesús Ortega, el tlatoani de la burocracia, ese oscuro personaje político surgido de las filas del Partido Socialista de los Trabajadores y que heredó el pleno estilo de su líder moral, Aguilar Talamantes, una confrontación entre la humilde base y los caudillos viejos (Cárdenas) y nuevos (Rosario).

Rosario Robles contaba con que la rebelión por la base sería suficiente para desbordar a la burocracia, había recibido muestras en sus recorridos por el país de una voluntad de voltear patas para arriba el aparato, de comités municipales abandonados, de rabia contra una nomenklatura ineficaz y conservadora.

Ortega y el CEN contaban con la fidelidad de un aparato diseñado para controlar el proceso de abajo hasta arriba, que incluía comités ejecutivos locales y todo el servicio electoral.

Hace poco más de un año, el pasado 17 de marzo, las bases perredistas eligieron a Rosario Robles como su futura presidenta de una manera arrolladora, en un acto que expresaba la rebelión contra la política de conciliación con el neoliberalismo y la descomposición interna de la dirección del partido. La base perredista votó contra los coqueteos con el foxismo y el burocratismo y chambismo, que corrían como un cáncer. Votó por un viraje a la izquierda y por la vuelta a la moral, votó por los principios y no por las recomposiciones cupulares.

A pesar de las manipulaciones del proceso, Rosario triunfó. Pero si bien se ganaba la presidencia, no sucedía lo mismo con los consejos, los comités estatales, una buena parte de la dirección nacional, que habían quedado en manos de las corrientes tradicionales y, en muchos casos, eran ganados con votos de casillas fantasmas que nunca se instalaron, o con movilización de votantes al viejo estilo del acarreo y la compra del voto. Rosario ganó, pero perdió ganando, quedó presa del aparato que había combatido. Tenía márgenes para hacer política antifoxista, pero sus rivales y sus aliados controlaban el partido. Y, por tanto, controlaban los modos de hacer política, las prioridades, los temas del día, el desgaste.

Resistió las primeras presiones e impuso su estilo, recorrió el estado de México haciendo campaña por la base, ante comunidades campesinas que enfrentaban, en el proceso electoral, a los caciques. Intentó confrontar a la vieja burocracia promoviendo la creación de una comisión de transparencia que revisara las elecciones y sancionara los métodos pervertidos. Pero perdió en el Consejo Nacional la oportunidad de que el informe de esta comisión pasara a los hechos, se limpiaran las elecciones y se metiera el bisturí a un aparato degradado.

Harían falta más páginas de las que aquí tengo para contar las pasadas elecciones, los elementos de discutible éxito, los rotundos fracasos, los errores en la selección de candidatos (dejo constancia de mis viejas protestas por defenestrar a Salvador Nava en favor de un oscuro priísta que al final ni migajas recogió en las elecciones de su estado, o por la selección de candidatos o delegados en el DF, que mostraba la mediocridad más que el talento. Pero si algo quedó claro es que la crisis perredista proseguía.

La renuncia de Rosario Robles es un gesto inusitado en un partido en que nunca se abandonan las sillas y no se sueltan las cobijas, devuelve a muchos perredistas el gusto por el sentido del honor, la decencia. "Para volver a creer la gente quiere coherencia entre nuestros dichos y nuestros actos (...) Nadie puede dirigir este partido maniatado y bajo sospecha".

Si Rosario Robles rompió el secuestro al que querían someterla, su renuncia no logró que el partido dejara de estar secuestrado por las tribus. Unas horas les tomó la recomposición formal.

Curiosamente las tribus tuvieron que apelar a la hora de proponer sustituto a alguien ajeno. Ellos son mediáticamente feos, no tienen prestigio y apelan a las figuras de Payán, Encinas, Martí Batres o Leonel Godoy. Sonaba a: "Les dejamos la dirección, pero nosotros tenemos las canicas, déjenos el aparato".

Y eso significa: menos democracia interna, más reparto por cuotas, menos respuesta social, más gestión asistencialista, más reconocimiento de los burgueses buenos, al grito de que la prioridad es la creación de empleos, más "rentabilidad económica", el Zócalo para los turistas (con Slim por en medio), más mapachería electoral, menos memoria histórica, más olvido.

prd_comadres 8. ƑPor qué no nos vamos?: Es cierto, dan ganas de tomar la vieja credencial del PRD, la del 89, cuando lo formamos en el Parque México, y darle pira, jugar a la estatua de la libertad con ella.

En un artículo escrito hace unas semanas, Gilly respondía a los que le preguntaban por qué no abandonaba el PRD. "Que se vayan ellos". Me gusta esta opinión, la suscribo, por idealista que parezca. Si no les gustamos, que nos expulsen, a lo mejor resultamos más de los que ellos pensaban. Aunque probablemente esto no importa.

El PRD fue el instrumento que se dio el pueblo de México para cambiar esta sociedad, para empujarla hacia la izquierda y la justicia, y sacarla de la larga noche priísta. No veo razones para regalarles el partido a los burócratas de las canicas (aunque ya lo tienen). Pero tampoco es posible la coexistencia entre el partido de las canicas y la marginada izquierda perredista.

No tengo muy claro cuál será la forma de esta próxima batalla, pero tendrá que darse, y muy pronto, porque si no se resolverá por la vía de la deserción por goteo.

Y urge darla. Ya se tocó fondo. Más abajo, la nada.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año
La Jornada
en tu palm
La Jornada
Coordinación de Sistemas
Av. Cuauhtémoc 1236
Col. Santa Cruz Atoyac
delegación Benito Juárez
México D.F. C.P. 03310
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Email
La Jornada
Coordinación de Publicidad
Av. Cuauhtémoc 1236 Col. Santa Cruz Atoyac
México D.F. C.P. 03310

Informes y Ventas:
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Extensiones 4445 y 4110
Email