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México D.F. Martes 12 de agosto de 2003

Marta Lama

Rosario: los gritos y las voces

Rosario Robles renuncia. Su decisión nos afecta por igual a los rosaristas y a quienes no lo son. Que sea la historia de siempre -los ataques internos, las insidias, las zancadillas- es doblemente desalentador. Lástima, en verdad.

Es obvio que la vida interna de un partido de izquierda no está libre de conflictos, de maldad, de envidias, de errores. Seres humanos, a fin de cuentas, no es pensable una dinámica de pura armonía. Sin embargo, por una lógica de sobrevivencia, el PRD debería tener en cuenta las necesidades mínimas de cohesión que le permitan tener credibilidad como una opción distinta. Mientras muchos ciudadanos esperamos algo diferente, el PRD persiste en no mostrar cuestiones básicas que tienen que ver con la lealtad interna, con la disciplina partidaria, con el imprescindible (y tal vez utópico) juego limpio.

Es ya lugar común señalar que los medios de comunicación modernos han modificado la naturaleza de la política. Una campaña mediática contra una figura logra afectar la sustancia de su actividad. Rosario ha sido blanco de grandes campañas agresivas de periódicos nacionales. Cuando propuso ampliar las causas por las que se permite el aborto en la ciudad de México, la derecha se le lanzó con ferocidad brutal. Y aunque la Suprema Corte de Justicia de la Nación terminó por avalar la constitucionalidad de la llamada ley Robles, el daño ya estaba hecho: algunas personas tomaron por ciertas las mentiras. Hoy no es sólo la derecha la que ataca a Rosario. Me pregunto qué futuro nos espera si son precisamente sus compañeros de izquierda los que intentan socavar su indiscutible liderazgo.

Es aterrador, verdaderamente, pensar en un país donde la presión de los medios por hacer de la política un espectáculo sobrepase la voluntad de los políticos por hacer de su práctica una vía de construcción de soluciones colectivas. Dedicarse a la política requiere de muchas virtudes, entre las que la honorabilidad es el piso de credibilidad básica. Rosario, con su gesto, nos recuerda la importancia de esa legitimidad.

Tal vez lo que ocurre en el PRD es que una miopía generalizada provoca el inmediatismo y no permite ver los sueños y aspiraciones colectivos a largo plazo. Enzarzados en otra forma de šhoy, hoy, hoy! (y la sucesión del 2006 parece ser para šHoy!) se desecha el compromiso con un proyecto, y se olvida la mínima racionalidad política que lleva a cualquier formación partidaria a pronunciar: šQue florezcan cien flores! šSí!, que haya varias figuras, cuántas más, šmejor! Y hay poder y liderazgo y, sobre todo, trabajo para repartir entre todas.

Los partidos políticos dependen de los votos, y los votos, de los votantes, personas de carne y hueso, que seguimos con cuidado (unas más que otras) el desempeño y la congruencia de nuestros dirigentes. En el desencantado horizonte de la política de izquierdas en nuestro país destacan ciertas figuras. Rosario Robles, como expresión de deseos y necesidades de una variedad de mujeres y hombres progresistas, es un gran capital político para el PRD. Que sus compañeros no se vean muy dispuestos a cuidarla como parte de su patrimonio, ni a elevar su debate político por encima de mezquindades, y que en cambio veladamente intenten rebajar su prestigio es un craso error por el cual todas las izquierdas salimos perdiendo.

Lo crucial en una apuesta a largo plazo es el timing. No se trata de aplastar a las figuras que destacan, sino de captar cuál es la oportuna en determinado momento. Esto implica desarrollar la habilidad de interpretar la voluntad del electorado político: reconocer quién, entre las flores que florecieron, es la que más voluntades conjunta, la que logra más coincidencias, la que suma a las demás izquierdas.

Para el conjunto de las personas de izquierda lo importante es que gane la izquierda, con X o con Y, pero que gane. Las divisiones internas no ayudan a alcanzar ese objetivo. En la la forma en que hoy se compite, despedazándose, se pierde. Hay que hacer las cosas bien, desde el arranque. Ya Trostky apuntó hace años: "El fin no justifica los medios; al contrario, en los medios está implícito el fin".

Es difícil ser de izquierda. Pero si se opta por esa postura, existen varias condiciones que deben observarse. Sin imaginar posible una pureza a ultranza, una exigencia básica es el espíritu de cuerpo, que alienta el juego limpio. ƑServirá para algo la indignación implícita en la renuncia de Rosario?

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