Jornada Semanal, domingo 10 de agosto  del 2003                núm. 440

LUIS TOVAR
¡Y CORTO! (II Y ÚLTIMA)

No es malinchismo, pero son pocos los cortometrajes mexicanos presentados en el sexto Festival Expresión en Corto que tenían reales posibilidades de competir contra un buen número de producciones extranjeras de elevada calidad.

En la sección Cine participaron por nuestro país dos cortos del año pasado: los chistes filmados Cómo hacer burbujas: lección 1 (3 min.), de Rafael I. Ledesma López y Su radito (6), de Celso Rico García; el resto son de este 2003: el bien hecho Ana (10), de Sergio Yazbek; el excesivo y demasiado ripsteiniano Cabaret Voltaire (19), de Belén Lemaitre; El pez dorado (10), de Patricia Arriaga, del que ya se habló aquí; el ganador en Cannes Rebeca a esas alturas (23), de Luciana Jauffred, que logra verosimilitud en sus excesos; Silencio profundo (12), de Gustavo Loza, que debía ser un corto cubano; el soso y predecible Tu mundo interior (7:40); y La caja (10), de Jaime Ruiz Ibáñez, con clímax y desenlace más bien complacientes.

En la sección Video, salvo Casting... busco fama! (16), que Laura de Ita filmó este año y en el que abre una ventana al duro ambiente de la publicidad, las producciones mexicanas fueron de 2002: Luciano (11:05), de Manuel Blejerman, con un chiste como premisa; Sin temor (10), de Roberto Nophal, historia circular bien llevada; Arañas (4:18), de César Guevara, elemental en todos los aspectos; El acompañante (10:45), de Arón Margolis, cuyo final edulcorado traiciona una buena historia; Mala onda (9:40), de Lars Hermann, con irrupción de elemento fantástico que lo malogra; Los sonidos del color (8:18), de Daisuke Amezcua, bien hecho a secas; Antes (7), de Jorge Villalobos, acaso el más inteligente de todos los cortos emanados del concurso de Radioactivo; y Barbados (12), de Sergio Sánchez, que alarga sin necesidad una historia muy pequeña.

En Animación, México incluyó de 2002 el chiste digital El radio activo (3:10), de Javier Gutiérrez y Rubén Silva; el más bien mafufo Mara (7), de José Alvarado; el muy desagradable e inopinado Monkey on my back (5), de Yudi Kravzov; y Las Qk’s no lloran (2:43), de Andrés Castañeda, un mero divertimento de nostalgias personales. De este año son Tonatiuh (15:26), de María Fernanda Gutiérrez, redondo e interesante aunque técnicamente deficiente ; Rojo (3:30), de Raúl Cárdenas, que atempera su tremendismo con una estética bien lograda; y Luz en el exilio. Lucía Maya (13), de Jorge Portugal y Gilberto Solano, parecido en mucho a Un perro llamado dolor, de L.E. Aute.

En Documental, salvo una producción austriaca y una sueca, el resto fue mexicano: de 2002 son Maíz: experimento invisible (27), de Eréndira Valle Padilla, apenas cumplidor; el ganador en la Muestra de Guadalajara Gabriel Orozco (80), de Juan Carlos Martín, ya comentado aquí; Fuerza y coraje (53), de Federico Velasco, políticamente correcto y ya; la producción de Canal 11 Las dos Fridas (51), de Rodrigo Castaño, evidentemente pensado para tv; y de 2003 son Recuerdos (90), de Marcela Arteaga, ya comentado también; Corazó[email protected] (52), de Theresa Solís, un discurso de arte y feminismo; y Los rollos perdidos de Pancho Villa (50), de Gregorio Rocha-Valverde, previamente comentado en este espacio.

Hubo además una muestra mexicana fuera de competencia, que incluyó cintas de las que ya se ha hablado aquí: Sus demonios (10), de René Villarreal; Brusco despertar (10), de Ernesto Godoy; Contratiempo (10), de Mauricio Bidault; además de Cuando te hablen de amor (20), de Dennis Thomas, que muestra ritmo y aliento narrativos; Tú mataste a Tarantino (18), de Teresa Suárez, otro chiste filmado y alargado a fuerza; Entre dos (9), de Michel Franco, en la frontera del melodrama; Héroe (10), de Eduardo Covarrubias, agradable cuento de sueños y frustraciones; Zona Cero (27), de Carolina Riva, medio tremendista historia postapocalíptica; y Juego de manos (19), de Alejandro Andrade, irreverente y fresco, aunque formalmente desaliñado.

A HUEVO QUE SÍ

Muchos pensaron que el experimento resultaría fallido, pero Malayerba Films convocó exitosamente a su primer Rally, mediante el cual cinco cortometrajes serían hechos en un máximo de veinticuatro horas en la ciudad de Guanajuato, durante el Festival. Previamente, de más de doscientas propuestas fueron elegidas cinco; se les dio el equipo necesario para filmar en video digital (bien por los patrocinadores y por los malayerbos, que supieron convencerlos de entrar a este enriquecedor juego de locos) y, finalmente, los resultados se exhibieron en pantalla grande.

Los cinco cortometrajes son Babel, ganador del premio del jurado, Como Dios manda, que obtuvo el premio del público, Calvario, Midas y Piedra, papel y tijeras. Ninguno de ellos es una joya del cine de corto aliento, pero tienen a su favor muchas cualidades: suficiente solvencia técnica y formal, así como habilidad a la hora de rodar y de pre y postproducir (de otro modo, imposible acabar en veinticuatro horas), además de ser, en cuanto a las historias que cuentan, parangonables a cualquier corto filmado de manera tradicional.