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México D.F. Domingo 10 de agosto de 2003

Guillermo Almeyra /II

EZLN: un viraje importante

Sobre el peligro -que apuntaba en mi nota anterior- de burocratización administrativo-militar de las juntas de buen gobierno (JBG) hay que decir que Marcos tiene conciencia del mismo. En efecto, escribe (La Jornada, 28 de julio) que "la estructura militar del EZLN 'contaminaba' de alguna forma una tradición de democracia y de autogobierno. El EZLN era, por así decirlo, uno de los elementos 'antidemocráticos' en una relación de democracia directa comunitaria".

Pero el peligro de centralización autoritaria no viene de la voluntad subjetiva del EZLN (que desea fortalecer la autonomía de las comunidades al crear las JBG) sino de la inevitable relación con el mercado, de la imposibilidad de una vida autárquica a pesar de la autonomía, del encierro de las mismas comunidades, de su falta de experiencia y visión regional y de las inevitables transformaciones en las comunidades mismas como resultado de la influencia cultural externa.

Por ejemplo, hay una gran transformación en la visión comunitaria de los cargos tradicionales, antes respetadísimos y base del poder en la comunidad. Marcos mismo escribe (sin sacar las conclusiones, tan normal es el caso) que "no pocas veces" la comunidad utiliza el nombramiento a un cargo "para sancionar la desidia o el desapego de algunos de sus integrantes, como cuando a alguien que falta mucho a las asambleas comunitarias se le castiga dándole un cargo como agente municipal o comisariado ejidal" (lo cual implica cargas económicas y trabajo gratuito). O sea que los cargos ya no son siempre un honor al que se aspira o un deber de solidaridad y marca de conciencia comunitaria sino una pena, una carga.

En la estructura misma de la vida de la comunidad, en su poder político, están surgiendo grietas bajo el golpe de la vida externa, particularmente duro en tiempos de neoliberalismo, recesión y emigración masiva. El impacto en la comunidad de las "sociedades civiles" -la importancia de cuyo apoyo Marcos no se cansa de reiterar, en polémica contra los ultraizquierdistas que ponen a todas las ONG y a todos los voluntarios en un solo saco, el de la "contrainsurgencia bien intencionada" -La Jornada, 28 de julio- y el impacto del propio EZLN son también muy fuertes y ayudan a la transformación interna de la comunidad. Un ejemplo de ello es el intento de hacer que se cumpla la "ley revolucionaria de las mujeres", que en buena parte es aún letra muerta, o de lograr que las niñas vayan a la escuela, o la propaganda por radio contra el machismo. Otro ejemplo, que Marcos destaca, es que la autonomía -cuya construcción es un proceso- sólo es posible con el apoyo de "cientos de miles de personas de diferentes colores, diferentes nacionalidades, diferentes culturas, diferentes lenguas, en fin, de mundos diferentes" -La Jornada, 28 de julio- (o sea, que no tiene una base puramente étnica o local).

Otra fuente de peligro es lo que Marcos llama "el problema principal" en la relación con "la sociedad civil nacional e internacional". O sea, esa especie de "renta diferencial" que hace que los municipios autónomos más conocidos o con mejor acceso vial reciban más proyectos o más apoyo. Porque el problema es que el territorio rebelde no puede depender sólo de "proyectos y apoyos" de los voluntarios, ya que no puede aislarse del mercado del café, del de las artesanías, de la mano de obra, de la madera y otros recursos, sobre todo porque el maíz de la milpa y los productos de autoconsumo no alcanzan sino para comer un cuarto del año y todo lo demás -alimentos, medicinas, servicios, ropa, etcétera- hay que comprarlo en el mercado, con dinero en efectivo.

Esa es la principal tendencia disgregadora de la comunidad, porque una cooperativa que está en condiciones de exportar café orgánico debe cumplir con las reglas estatales sobre la exportación y la calidad de la misma, pagar los impuestos, etcétera, y no puede romper sus relaciones con el Estado ni basar su precaria acción mercantil en la distribución solidaria de los ingresos, porque se hunde. No es un problema de zapatismo o de antizapatismo de "las cooperativas de producción y comercialización de café orgánico" -La Jornada, 29 de julio-, aunque quizás algunos de sus dirigentes no sean zapatistas o estén contra el EZLN: es que las cooperativas deben responder a los imperativos del mercado, como las vendedoras de artesanías que deben ir allí donde pueden vender, y además solas, o los que quieren beber refrescos.

Los indígenas que eligieron el zapatismo no eligieron la pobreza, que no es una virtud. El voto de pobreza pueden hacerlo algunos religiosos o algunos revolucionarios, pero no los campesinos ni los trabajadores, que quieren satisfacer sus necesidades, las cuales crecen con su cultura y su conocimiento de lo que podrían necesitar. Por eso no bastará redistribuir los ingresos provenientes de un proyecto con el "impuesto hermano" de 10 por ciento o decidir que los proyectos deben ir a otro municipio. Hay que elevar la producción de alimentos en los municipios autónomos y distribuir los bienes y servicios con equidad entre ellos. Pero, sobre todo, hay que buscar una solución política regional y nacional con la extensión de la autonomía a todas las regiones del país. Sobre eso hablaremos en la parte final de estas notas.

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