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México D.F. Martes 5 de agosto de 2003

Opción para miles de padres de familia en el DF

"Ojalá la escuela fuera como un curso de verano"

La actividad, sin regulación ni información suficiente

CLAUDIA HERRERA BELTRAN

Rodrigo esperó con ilusión las vacaciones para aprender el arte del circo. Juan Manuel encontró la oportunidad de repasar matemáticas de forma divertida, y a Jorge estos días le representaron continuar con la rutina escolar "aburrida". Todos asisten a cursos de verano.

De 2 millones de estudiantes de prescolar, primaria y secundaria que cada año salen de vacaciones en la ciudad de México, un porcentaje creciente -no cuantificado, por tratarse de una actividad sin regulación- asiste a este tipo de actividades que se ha convertido en opción para las familias y en atractivo negocio para los particulares.

En las modalidades de talleres artísticos, clubes deportivos, campamentos, clases de regularización, los cursos de verano se han vuelto la alternativa para miles de padres de familia que trabajan durante las vacaciones escolares o no quieren ver a sus hijos absortos frente al televisor, los videojuegos o arriesgándose a jugar en la calle.

Al margen del control de las autoridades educativas, porque en muchos casos se trata de oferta de particulares, los cursos de verano ofrecen toda clase de servicios y precios, desde los gratuitos hasta los que cuestan 3 mil pesos por niño.

El inconveniente para los padres de familia es que no disponen de suficiente información para escoger un servicio que no está reglamentado y al que no están acostumbrados, por tratarse de una necesidad de las nuevas generaciones. El tallerista Tomás Macías explica: "Nuestras vacaciones eran de jugar en la calle, bicicleta, canicas, que ahora no se puede hacer por la inseguridad que existe; entonces qué te queda, dejar a los chavos encerrados en casa o mandarlos a un curso".

"La ventaja es que en los últimos años la oferta ha aumentado mucho, hay para todos los gustos y necesidades", afirma René Franco, encargado de organizar las visitas guiadas y los cursos infantiles en la Secretaría de Educación Pública.

Así, entre julio y agosto es común ver letreros colgados en las paredes de los colegios, de parques y centros de diversión ofreciendo todo tipo de servicios: inglés, computación, pintura, cocina, jardinería, manualidades, cantos y juegos, gimnasia, karate, música. En las escasas publicaciones dirigidas a niños, así como en periódicos y revistas, también se leen anuncios como el siguiente: "šDisfruta tus vacaciones al máximo! Ven al curso de verano más divertido".

En la ciudad de México no hay lugar donde no exista un curso. La mayoría de las dependencias de gobierno organizan actividades para los hijos de sus empleados, también se suman los museos, parques infantiles, centros de diversión, delegaciones, casas de cultura, casas comunitarias y colegios privados.

Diversidad de opciones

Ana Rodríguez es ejecutiva bancaria y no sabía dónde dejar a su hijo Andrés, de cinco años. Cerca de su casa encontró un pequeño jardín de niños que ofrecía "divertidos" cursos de verano por 800 pesos, pero al cabo de dos semanas se arrepiente de su elección, porque las actividades del pequeño se redujeron a manualidades y a rudimentarias clases de música. "El niño está aburrido y no aprende nada", afirma Ana.

Como ella, numerosos padres de familia encuentran en las escuelas privadas una opción, que no siempre es la mejor, sobre todo si se trata de los llamados kínderes "de zaguán", que operan sin reconocimiento oficial de la SEP.

Alejandro Román, jefe del Departamento de Talleres Infantiles del Centro Nacional de las Artes (CNA), explica que la organización de talleres de verano no escurso nina fácil, y por eso tiene que ser responsabilidad de especialistas que sean capaces de conjugar en un curso diversión, aprendizaje y seguridad.

A la hora de elegir se tienen que revisar "detalles mínimos" -como señala el experto René Franco- porque un error puede significar que el niño se aburra y, en el peor de los casos, sufra un accidente, se extravíe o encuentre la muerte.

Colegios.net -sitio en la Internet que agrupa a instituciones privadas- aconseja a los padres de familia seguir una serie de recomendaciones en cuanto a medidas de seguridad y preparación del personal para que los "raspones y pequeños golpes en el verano no se conviertan en urgencias".

Sugerencias que conviene tomar en cuenta, sobre todo si se considera que estos cursos no son supervisados oficialmente.

La oferta en el Distrito Federal es variada: desde los talleres de manualidades, actividades deportivas y campamentos hasta propuestas más novedosas que combinan juego con ciencia, arte, ecología e historia.

Los museos son opciones por excelencia. Por ejemplo, el Instituto Mora ofreció este verano el taller de reciclaje Jugueteando con la basura; el Museo de Arte Moderno dio oportunidad a los pequeños de descubrir los collages del artista alemán Kurt Schwitters; en el Rufino Tamayo, los niños se pudieron asomar a la creación del videoarte y los multimedia, y en el de Culturas Populares, adentrarse en el mundo del maíz.

En el parque el Manantial (sur de la ciudad) se despierta la conciencia sobre el cuidado de la naturaleza por medio de talleres científicos, de horticultura, modelado en barro, creatividad con semillas, así como juguetes solares y juegos interactivos referidos al agua, la flora y la fauna.

Especialistas como Alejandro Román recomiendan que los cursos no se queden reducidos a actividades para "mantener ocupados a los niños, sino que ofrezcan aprendizajes que sirvan para toda la vida".

"Las vacaciones son una oportunidad para el aprendizaje, pero sobre todo para la diversión y la recreación", afirma.

Los cursos de regularización que imparte el Grupo Cecoy son ejemplo de que el entretenimiento se puede combinar con el aprendizaje. Juan Manuel Pérez, de 12 años, cuenta: "Las clases son cansadas, porque no me gustan mucho las matemáticas, pero también son divertidas, porque los maestros son buena onda y no nos están regañando como en la escuela".

Miguel Angel Prieto, de 10 años, encontró en este centro educativo la oportunidad de repasar las asignaturas difíciles. "Me gustan estas clases porque no son obligatorias y las personas que las dan se llevan bien con los niños, ojalá la escuela fuera como un curso de verano."

Verano en el circo

Portando su gafete con el nombre de Caliman -como lo llaman los niños en el curso del Centro Nacional de las Artes-, Alejandro Román explica que dirige un ejército de 26 talleristas y 90 monitores que en julio impartieron cursos a 15 mil niños.

Este año el tema fue el circo. Durante dos semanas -del 14 de julio al 1Ɔ de agosto-, los 200 niños participantes pudieron conocer los diferentes tipos de payasos, aprendieron a maquillarse y a diseñar vestuario, hacer malabares, escenografías y crear personajes e historias fantásticas.

Al mismo tiempo, los 800 infantes que diariamente visitaron el centro participaron en talleres artísticos donde pudieron pintar al estilo de Picasso, Dalí, Chagall y María Izquierdo, hacer un zoológico de yeso e interpretar música de circo.

Cristiana Salinas, madre de Eduardo y Cristiana, está encantada con la participación de sus hijos en estas actividades: "Mis hijos se olvidaron del Play Station y de la televisión".

Mientras Rosalba González observa cómo su hijo Jesús aprende a hacer malabares, platica de las ventajas del curso. "Jesús antes se la pasaba viendo la televisión y peleando en la casa y ahora se ha vuelto más sociable."

Como los familiares de los pequeños, los instructores están convencidos de que este tipo de cursos tienen numerosas ventajas. Tomás Macías, quien da clases de clown a 20 niños, explica que para muchos pequeños ésta puede ser la última vez que entren en contacto con el arte de manera lúdica y atractiva. Además de que sirvió para promover el mundo del circo, que en México ha sido considerado un arte menor. Dice que la satisfacción de organizar este tipo de cursos es que los niños "se llevan la semillita sembrada por el arte o por el deporte, de manera que puedan seguir trabajando y algún día florezca".

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