Jornada Semanal, domingo 3 de agosto  del 2003                núm. 439

LUIS TOVAR

¡Y CORTO! (I DE II)

Las cosas malas del sexto Festival Internacional Expresión en Corto son pocas y apenas relevantes: salvo alguno que otro problema técnico, que nos hizo ver ya un cacho de cortometraje sin audio, ya una imagen distorsionada verticalmente; salvo un par de –innecesarios– conductores cuya mejor idea para estimular el –ya existente– interés del público en lo que a continuación verían era proferir el imperativo "chéquenlo"; y salvo la peregrina idea de dar una sinopsis previa del cortometraje a ver –torpeza de la que por suerte Alguien se percató más pronto que tarde, suspendiéndose los tales antecedentes hablados–; salvo esos pocos detalles, decíamos, da gusto que Expresión en Corto llegue a su sexta edición ya convertido en un evento indispensable en nuestro aún escueto espectro cinematográfico.

Celebrada en las ciudades de San Miguel de Allende y Guanajuato, del 19 al 27 de julio pasado, esta sexta edición estuvo conformada por un programa difícilmente abarcable. Las actividades incluyeron homenajes –a don Manuel Esperón, musicalizador de varias decenas de cintas mexicanas de la época de esplendor, a Gloria Shoenman, mítica editora, y a Carmen Montejo y a Ernesto Gómez Cruz, conspicuos figurantes de la pantalla grande–, conferencias, talleres infantiles, las infaltables pachangas tanto para Viaipís como para gente de a pie, varios conciertos musicales y, por supuesto, incluyó lo único verdaderamente importante: muchos cortometrajes.

DE AQUÍ, DE ALLÁ Y DE ACULLÁ

Nada tiene de raro que México haya sido el país que mayor cantidad de películas presentó; de hecho, el Festival contiene una muestra mexicana fuera de competencia. Pero eso no significa, como le dio por opinar a Alguno, que nuestro país esté sobrerrepresentado, ni mucho menos que a Expresión en Corto le quede grande el título "internacional". Aquí debe recordarse que a la penuria de distribución y exhibición habitualmente sufrida por cualquier cinta mexicana, debe añadirse la penuria de distribución y exhibición sufrida por cualquier cortometraje de cualquier país, y a tanta penuria debe agregársele el hecho de que antes que país productor de largometrajes, México es un prolífico productor de cortos, y que esos cortos –ya casi es lugar común decirlo– suelen resultar muy premiados y elogiados donde sí se pueden ver, es decir, en festivales fuera de México. Por eso Alguno haría bien si revisa sus criterios y comprende, como han dado muestras de comprender Sara Hoch y su enorme equipo de trabajo, la importancia de dar un espacio de difusión al corto mexicano, dentro de un festival internacional.

De cualquier modo, si Alguno se tomó la molestia de asistir por lo menos a las funciones que conformaron las cuatro secciones de selección oficial –Cine, Video, Animación y Documental–, pudo darse cuenta de que además de México, hubo producciones de Portugal, Holanda, Estados Unidos, Francia, Canadá, Reino Unido, Colombia, Serbia y Montenegro, España, Suecia, Italia, Taiwán, Latvia, Australia, Estonia, Grecia y Austria. Y no es poca cosa contar con la posibilidad de ver en pantalla grande un filme latvio, uno estonio, uno taiwanés... ni siquiera uno australiano, colombiano, para no hablar de uno serbio-montenegrino –ganador, en la reciente edición del Festival de Cannes–, porque la dizque globalización sólo sirve para globalizar lo que a los globalifílicos les interesa que se globalice, dejando en el limbo todo aquello que suene, huela o se vea "periférico". Ciertamente, además de México, fueron países como Francia y Estados Unidos los que más producciones aportaron a la selección oficial, además de que España estuvo presente como país invitado de honor; pero insisto: que levante la mano quien pueda decir que la semana pasada vio una película estoniana, de la duración que sea, y entonces le daré a Alguno la razón para regatearle a este Festival el apellido Internacional.

Eso sí, como suele ocurrir en todo evento cinematográfico, la calidad de las producciones elegidas para competencia fue más que variopinta. De eso y de la loca idea e inédita experiencia de filmar un cortometraje en veinticuatro horas se hablará aquí en la próxima entrega.