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México D.F. Domingo 3 de agosto de 2003

Guillermo Almeyra /I

EZLN: un viraje importante

La "treceava" (en realidad, decimotercera) "estela" del subcomandante Marcos marca un cambio importante con todas las anteriores. En primer lugar, la misma no es vieja ni descriptiva ni está llena de retórica sino que es actual y concreta, y aborda con seriedad y profundidad problemas fundamentales tratando de eliminar el sectarismo. El intento de reforzar la autonomía en los municipios rebeldes chiapanecos refuerza también los elementos de doble poder frente al poder estatal y al federal. Es decir, fortalece la construcción de la democracia directa y la vieja idea de los municipios libres, por un lado, y la restructuración del territorio como tarea ciudadana, por el otro. Por eso los partidos y las autoridades chiapanecas pusieron el grito en el cielo, pues sienten que frente a ellos se yergue el germen de otro Estado. O sea, el que se está construyendo desde abajo hacia arriba en el aprendizaje de la disputa del poder, en la conciencia de los habitantes y en las relaciones sociales, para así dar coherencia práctica y programática al "partido-movimiento" de los oprimidos e impulsar más la modificación de las relaciones de fuerza entre las clases para poder después disputar el poder central en todas sus múltiples manifestaciones.

Hay que saludar que en el EZLN se haya dirimido -al menos por lo que se puede leer- una discusión importante permitiéndole entrar a ver cómo construir relaciones nuevas que van más allá de las tradiciones comunitarias indígenas, del encierro local, de lo meramente étnico, sin dejar por eso de apoyarse en las comunidades, que se están renovando profundamente.

El largo silencio del EZLN que imperó hasta no hace mucho pesó como una losa sobre la vida política de los explotados y oprimidos de este país, no porque los mismos esperasen "la línea" del EZLN sino porque no se puede encarar un cambio prescindiendo del zapatismo. Las desdichadas cartas a ETA y al juez Garzón reforzaron en los amigos del zapatismo una amarga sensación negativa y la idea de que en el EZLN reinaba una fuerte confusión. Pero ahora, las muchas páginas de Marcos que leemos desde hace menos de 10 días, aunque sigan teniendo muchas cosas innecesarias (Ƒa quién le interesa, en efecto, si las mujeres reconocen desnudo al Sup a pesar de su pasamontañas?), son textos que dan en cambio la impresión de una liberación sicológica de su autor y de una fase nueva en la relación entre el EZLN y lo que Marcos llama "la sociedad civil" refiriéndose en realidad sólo a un sector -el progresista, se le habría llamado hace años- de aquélla. Eso es oportuno, necesario y, si mi impresión fuese correcta, debería ser apoyado.

Sin embargo, todo cambio trae siempre aparejados peligros que, como no tengo páginas a mi disposición, mencionaré sólo de paso, a pesar de la importancia de estudiar y desmenuzar cuidadosamente esta "estela". En primer lugar, Marcos reivindica justamente el derecho del EZLN de tener una política internacional y de pronunciarse en favor de los movimientos sociales vascos (no dice de ETA), argentinos, latinoamericanos, mientras que el EZLN hasta hace poco estuvo ausente de los foros contra el neoliberalismo, de la campaña contra la invasión de Irak, del debate sobre la situación en que se encuentra Cuba, del apoyo al movimiento campesino en su lucha contra el gobierno y la política neoliberal, de la discusión sobre el impasse en que se encuentra el movimiento indígena.

Si su nueva política declarada se concretase y llevase a dar a los zapatistas chiapanecos una nueva conciencia de la relación entre lo mundial y lo local, y de su propia fuerza e influencia a escala global, ayudando a abrirles ventanas culturales y políticas hacia el mundo, el mismo EZLN crecería políticamente y colaboraría mucho en la creación del pensamiento crítico, tan necesario en todos los movimientos sociales. Una participación en la batalla de las ideas contra el capital haría dar un salto enorme a un movimiento que oscila entre una definición social-indigenista fundamentalmente local y su caracterización como movimiento-partido con vocación nacional. La construcción de las juntas de buen gobierno, piso superior de los municipios, busca regular el mercado y repartir de modo más justo los apoyos y los ingresos provenientes del comercio, además de construir una instancia para fijar normas y resolver litigios. En la lucha contra la fragmentación descentralizada de los territorios zapatistas existe, sin embargo, en germen, el peligro de una centralización burocrático-administrativa controlada por el aparato militar. En efecto, la concentración en éste de la "vocería" y el control del funcionamiento de las juntas por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena (que "en cada zona vigilará el funcionamiento de las juntas de buen gobierno"; La Jornada, 29 de julio) refuerzan e institucionalizan lo que según Marcos ya sucedía (en las comunidades "el EZLN se ha dedicado (...) a intervenir cuando hay conflictos o desviaciones"; La Jornada, 28 de julio) y, por supuesto, a decidir qué es una desviación. Pero sobre esto volveremos en la segunda parte de estas notas

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