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P O L I T I C A
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México D.F. Lunes 28 de julio de 2003

Armando Labra M.

Para volver a crecer

Como todos los pronósticos económicos apuntan a la baja y seguramente no se podrá cumplir la meta oficial de que la economía crezca en 3 por ciento durante el presente año, más vale comenzar a ver, sin prejuicio, qué está pasando, si hay algo que hacer y, en concreto, tratar de explorar las vías de crecimiento de la economía mexicana.

Ciertamente el ambiente político no ayuda. El inmovilismo de la política económica desalienta a los inversionistas nacionales y extranjeros y se nota. Ya hacia mediados de 2003 la actividad industrial decayó en -2.3 por ciento a lo largo de 12 meses, principalmente en empresas de la transformación, pero también en las maquiladoras, de manera que los aumentos en la minería, la construcción y los energéticos no fueron suficientes para compensar el resultado negativo final. De otra parte, la muy vulnerable y obsesiva apuesta por centrar el crecimiento de la producción nacional en las inversiones extranjeras confronta una situación adversa según los reportes recientes de la OCDE, que ya reconoce que la caída del flujo internacional de capitales registrada en 2002 continuará durante 2003. En efecto, el influjo de inversiones extranjeras directas decayó en 20 por ciento el año pasado, al pasar de 614 a 490 miles de millones de dólares. Estados Unidos ha seguido invirtiendo en el extranjero, pero con menor magnitud y variedad en México. Como se sabe, y se resiente, las inversiones extranjeras directas en nuestro país se desplomaron 50 por ciento en 2002 al pasar de 25.3 a 13.6 miles de millones de dólares y no hay indicadores de que durante el año en curso haya algún repunte. La razón atañe no sólo a nuestro país, ya que parece ser que ha concluido la etapa en que el destino de estos capitales extranjeros se caracterizó por la compra de empresas ya existentes, y ahora se aplican a consolidar sus adquisiciones más que a comprar más negocios establecidos.

De suyo no nos conviene que vengan capitales extranjeros a adquirir empresas establecidas, ya que no genera más producción y se desemplea a muchos mexicanos de todos niveles, desde ejecutivos hasta trabajadores, para no meternos en aspectos nocivos relacionados con la expatriación de utilidades y la dependencia tecnológica, entre otros. Por eso es riesgoso e indeseable depender del capital foráneo, cuya presencia sólo deberá justificarse como complemento de la inversión nacional, la cual desconfía de la política económica y por ello a fin de cuentas resulta más volátil que los capitales extranjeros.

En esta tesitura, y por lo avanzado del año, 2003 no ofrece muchas perspectivas para el crecimiento de la economía a los ritmos que se requiere y que se han logrado históricamente. Durante décadas crecimos a 6 por ciento anual, pero claro, eso era cuando estábamos peor, ahora que estamos bien decrecemos o arañamos el uno por ciento. Bueno, pero Ƒcómo volver a crecer pensando en 2004 y más allá? Sólo hay una vía y quiere decir invertir productivamente. Quiere decir nuevas inversiones y el mejor y mayor aprovechamiento de la capacidad instalada. Quiere decir claridad para producir lo que debemos y no cualquier cosa, por rentable que sea. Quiere decir que la inversión, sea pública, privada, social, extranjera o nacional responda a directrices claras de producir para distribuir el ingreso, generar empleo (no changarros, por favor, ésos ya sobran) y para exportar. Esas directrices no brotan del buen deseo o poniendo veladoras al mercado, vamos, ni a la Guadalupana, sino, como en todo el mundo, de políticas públicas definidas, visionarias, razonables. ƑCómo financiar tales políticas? Nos han dicho que no hay dinero y que no hay más que la estabilidad y la disciplina para combatir la inflación y merecer la aprobación internacional, que sólo mereceremos cuando mostremos que somos capaces de crecer y educarnos, no de explicar, año tras año, por qué no lo logramos. Seamos realistas, aunque sea un rato. De hecho no estamos en una etapa estable, sino en clara recesión económica, y la disciplina monetaria y crediticia la profundiza. Y de dineros, no es que no haya, sino que es necesario destinarlos al propósito de crecer, y ello implica revisar los elevados montos del presupuesto que destinamos al pago de la deuda interna (Fobaproas, Pidiregas, etcétera) y externa, no para no cumplir nuestros compromisos, sino para alargar los plazos y con ello liberar recursos para invertir. Algún tramo de las reservas internacionales, superiores en 55 mil millones de dólares, es ciertamente susceptible de movilización para fomentar las actividades más claramente productivas en todos los sectores. En esa perspectiva de impulso a la inversión, es cierto que crecerían los precios, pero como saben bien (?) las autoridades, no se traduce burdamente en inflación. Esta se da cuando los aumentos de precios se dan por encima de la capacidad productiva y no es el caso. En otras palabras, podemos absorber crecimiento de precios del orden hasta de 6 por ciento sin que haya inflación, siempre que la economía crezca en esa magnitud, que es su techo histórico demostrado

Hacer crecer a la economía no es, pues, un problema de técnica económica, sino de decisión política, y hasta eso, ni tan complicada porque sería bienvenida por tirios y troyanos, por empresarios nacionales y extranjeros, pero principalmente por los mexicanos porque significaría trabajo, bienestar y dignidad, es decir, no sólo crecer, sino desarrollarnos un poco. Ese es el cambio que se necesita. No cambiar en esa dirección, que es tan posible en lo político como viable en lo económico, significa mucho más y mucho peor de lo mismo.

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