Jornada Semanal, domingo 27 de julio del 2003                núm. 438

LUIS TOVAR
EL LUGAR DE LO COMÚN

La invasión estadunidense a Irak es un hecho absolutamente condenable. Nadie con el alma en su lugar puede sentir indiferencia ante esa atroz demostración de que, como especie, no hemos pasado de ser un antropoide aporreando con un fémur de tapir a otro antropoide. Si estamos de acuerdo en que hay algo de uno mismo en todos, al tiempo en que hay algo de todos en cada uno –puesto que mexicanos, estadunidenses, iraquíes, afganos, cristianos, islámicos o lo que sea, formamos parte de un mismo grupo humano–, debemos sentirnos profundamente tristes porque en materia de sensatez, racionalismo y respeto a la vida ajena hemos reprobado el examen. Y con cero.

Es natural que un nuevo horror cubra de olvido los horrores pasados. Natural, sí, pero no es conveniente. Guerras y asesinatos han sido el argumento de la historia desde que ésta comenzó, y aquí nadie está libre de culpa. El examen lo acaban de reprobar –otra vez– los estadunidenses, pero antes ya lo habían reprobado romanos, turcos, franceses, ingleses, alemanes...

CUANDO LA REALIDAD
SUPERA A LA FANTASÍA

Mitad refrán y mitad axioma, esa oración sale a relucir cada vez que los hechos dejan atrás, muy atrás, hasta a la más calenturienta y acelerada de las imaginaciones. En otras palabras, sale a relucir a cada rato, porque a eso que llamamos realidad siempre le da por demostrar que en materia de invenciones siempre vamos a estar más que verdes.

En cuanto CNN, Fox y demás cadenas comenzaron sus transmisiones directas desde Irak, Todo Mundo dijo que le parecía estar viendo una película de ciencia ficción. En cuestión de horas, esa comparación se volvió un instantáneo lugar común del que nadie pudo o quiso escapar. Que yo sepa, nadie se puso a pensar en que ya tenían a la mano un buen lugar común para referirse a esa ignominia, pero que eso no le quita lo ignominioso y, de hecho, es al contrario, pues le añade más basura al montón.

¿Por qué resultó tan fácil comparar la invasión a Irak o los atentados del 11 de septiembre con el cine hollywoodense? Porque Hollywood lleva muchos años produciendo películas en las que se finge hacer estallar ciudades enteras. ¿Y por qué tantas películas "de catástrofes"? Porque hay un numerosísimo público que va a verlas, que gusta de ellas. ¿Y por qué le gustan esas películas a Todo Mundo? Aquí las posibles respuestas comienzan a pasar por terrenos resbalosos. Quizá la cosa fue al revés y el gusto por ver cómo volaban en pedazos Nueva York o Bagdad nació a fuerza de verlo tantas veces reiterado en la pantalla. Haya sido primero el huevo o la gallina, el caso es que estamos triste y jodidamente acostumbrados a ver en una pantalla cómo alguien se imaginó –y a imaginar con él– la manera en que una ciudad entera, con sus habitantes humanos y no humanos, con sus historias, sus lugares, sus memorias, queda reducida a escombros.

Todos tenemos en la punta de la lengua los títulos de las películas que han reproducido esta hipótesis de la destrucción y el aniquilamiento. Me niego a repetirlos aquí. Me da vergüenza la idea de que haya tenido que suceder un nuevo horror, tan deleznable como todos los anteriores, para que pudiera darme cuenta de que mi conciencia estaba adormilada, mediatizada y deformada de tal manera que me parecía "normal" ir al cine a ver cómo se hacía cachitos una ciudad, cualquier ciudad. Perdida ya la capacidad de asombro, hemos necesitado cada vez un aumento en nuestra dosis de espectáculos morbosos (entendiendo esta palabra como lo que es, según el Pequeño Larousse: enfermo, que causa enfermedad o es propio de ella, que revela un estado físico o psíquico insano) para sentir o para creer que nosotros estamos bien y son otros, siempre otros, los que están mal. Ahora le tocó a los iraquíes, y Estados Unidos está pensando en irse sobre Irán, Corea del Norte más lo que se acumule esta semana.

Ya no se sabe si estamos hablando de la realidad real o de la realidad cinematográfica, pues a fin de cuentas el juego de espejos entre el arte y la vida hacen muy difícil discernir dónde termina uno y dónde comienza el otro. Así las cosas, el lugar común de decir que la realidad supera a la fantasía no es ninguna ayuda, no explica el asombro, el estupor, la indignación, por una causa muy sencilla: un lugar común nunca ha sido capaz de explicar nada.

También son lugares comunes esas películas por todos conocidas, donde la historia la cuentan los buenos. También estamos acostumbrados a ellas. Dice el refrán que "perro que da en comer huevo, aunque le quemen el hocico." ¿Seremos eso? ¿Este es nuestro concepto de un mundo "normal", uno en el que dentro y fuera de la pantalla todos quieren y pueden matar a todos? Si quisiéramos cambiarlo, ¿por dónde empezar?