La Jornada Semanal,   domingo 27 de julio del 2003        núm. 438
 Ricardo Rondón
entrevista con Carlos Prieto

Concierto para chelo

Carlos Prieto jamás deja de sorprender. Sus inquietudes, cultura universal asombrosa y trayectoria son sólo algunos de sus atributos. Hablé con él a mediados de febrero, antes de su partida para actividades internacionales que se inician en Nueva York. Recientemente fue galardonado con el Premio de Liderazgo Cultural de la Universidad de Yale, que refleja sus características renacentistas como artista, autor, educador, dirigente y filósofo. Anteriormente fue objeto de la distinción que otorga la Universidad de Indiana a través de su Escuela de Música, con el premio Memorial Eva Janzer, que se especializa en el terreno del chelo y que sólo se otorga a chelistas cuya contribución como solistas y maestros ha enriquecido a su comunidad profesional. El premio se llama Chevalier du Violoncelle y ha incluido a Antonio Janigro, Zara Nelsova, Bernard Greenhouse, Paul Tortolier, Aldo Parisot, Siegfried Palm y Janos Starker. Su discurso de aceptación en Yale habla de la Música prohibida en el siglo xx y merece capítulo aparte. Con su acostumbrada fuerza cultural y sentido de la investigación, se lanza a temas que otros ignoran o prefieren ignorar, iluminándonos como siempre con la amplitud de sus conocimientos y la forma directa de exponerlos. En 2001 Backstage Books publicó Chelistas del siglo 21, un instrumento, muchas voces. Un libro indispensable para los que amamos la música de este instrumento y el mundo singular que cultiva.

Carlos Prieto cuenta con dos carreras profesionales, habla cuatro idiomas y es un apóstol incansable de la música de los compositores de habla hispana y latina. Continúa escribiendo, ejecutando y grabando a un ritmo asombroso, y entre 1999 y 2000 presidió la primera Competencia Latinoamericana de Chelo, en Morelia. Sus actuaciones en el mundo de los conciertos incluyen obras contemporáneas de músicos latinoamericanos y españoles así como el repertorio básico. Continúa estrenando importantes piezas nuevas, que la posteridad se tendrá que encargar de mantener en el repertorio.

Prieto nació en la Ciudad de México. Estudió Ingeniería y Economía en el famoso MIT (Massachusetts Institute of Technology) y durante varios años fue presiente de una importante empresa metalúrgica. Autor de varios libros, es el chelista mexicano más distinguido y aclamado que actúa en todo el mundo, en recitales o con las orquestas más famosas. Pero, quizás lo más notable, es su interés por crear un nuevo repertorio para chelo a través de sus incansables actividades para promover a los compositores de Latinoamérica. Desde 1980 ha estrenado más de cincuenta conciertos, sonatas y obras para chelo solo. La mayoría están dedicadas a él y han sido grabadas.

En octubre, Prieto vuelve a San Petersburgo después de muchos años. "La última vez que estuve se llamaba Leningrado... Estos conciertos celebran el 300 Aniversario de la Fundación de San Petersburgo. Mi última visita fue en 1993. Voy a estrenar en Rusia, precisamente en la Gran Sala de San Petersburgo, el Concierto para Chelo, de José Luis Turina. También daré recitales en San Petersburgo y Moscú. Mi director orquestal será Alexis Soriano, hijo del famoso pianista Gonzalo Soriano. Para futuras actuaciones tengo un programa llamado De Gabrieli a 2002, que tocaré en la UNAM, en 2003. Se incluyen obras del compositor español Tomás Marco. La OFUNAM, a través de su director de Música, presenta una muy buena época con conciertos interesantes y cuenta con la pasión por la música de Sergio Vela, quien demostró en sus conferencias sobre la música conocimientos de la dramaturgia y la historia de Alemania al hablar del Anillo de los Nibelungos, de Richard Wagner. Próximamente se montará en México la primera de las óperas de la tetralogía El oro del Rin, que debe ser un acontecimiento."

-¿Cuál ha sido la actuación más satisfactoria de tu vida?

–Espero que esté en el futuro pero cuando toqué las Seis Suites de Bach, en el Alice Tully Hall de Lincoln Center, pasó algo especial. Por la importancia de las obras, el lugar y el contacto nada lejano con Bach. La asistencia de un público joven me enriqueció mucho. Después lo hice en el Conservatorio de Boston, en la Biblioteca Real de Dinamarca, en México y otros lugares del mundo. Otra satisfacción es haber estrenado ochenta obras nuevas, casi todas me están dedicadas. La última fue el Concierto de John Kinsella, en Dublín, con la Orquesta Nacional de Irlanda, precisamente el día de San Patricio. Aquí hay otra historia. Mi Chelo se llama The Red Strad por el color de su madera. Cuando Kinsella escuchó por radio que deseaba tocar mi instrumento irlandés en música irlandesa, me dedicó esta obra. Meses después la grabé con la Sinfónica de Xalapa, al lado de obras de Shostakovich y Celso Garrido Lecca, compositor peruano. Kinsella es un compositor post-Sibelius, que es su ídolo. Se advierte su presencia en un poco de la música. Tiene una cadenza larguísima. El cd representa tres conciertos con Xalapa en distintas épocas.

–¿Qué odias?

–Odio a los compositores que tengo que escuchar en restaurantes. También odio las bodas, salvo que se trate de íntimos amigos. No tienes más remedio que asistir y a veces las disfruta uno. Odio la música de los banquetes de bodas. No tengo prejuicios contra la música popular. Hago la línea divisoria entre lo bueno y lo malo.

–¿Te gusta trabajar con tu talentoso hijo, Carlos Miguel Prieto?

–Muchísimo, hemos trabajado quince conciertos para chelo y grabado ocho, todos nuevos (Carlos Chávez, Federico Ibarra, Camargo Guarneri, Roberto Sierra –un genio de Puerto Rico y compositor residente de la Orquesta de Filadelfia–, Márquez, Toussaint, Garrido Lecca y Kinsalla). El día 25 de septiembre tocamos con la Orquesta del Principado de Asturias, el día de Asturias. El programa incluye el Adagio y Fuga, de mi tía María Teresa Prieto y el Concierto de Federico Ibarra.

El 28 de marzo Carlos Miguel y yo tocamos en Caracas con la Orquesta Simón Bolívar. Son tres conciertos para chelo que son estrenos mundiales. Por superstición, no puedo divulgar el nombre de los autores.

–¿Influye la genética musical entre la familia Prieto?

–Muchísimo, pero el factor genético no cuenta si no se cultiva. Los que nacen sin el destello musical, por mucho que estudien, no llegarán a ser grandes compositores, ni intérpretes. En el Conservatorio de la Rosa de Morelia, los estudios musicales empiezan desde los tres años. Es la escuela más antigua del continente, fundada en 1743 y con más graduados que cualquier otra institución musical del país.

–¿Repertorio nuevo?

–Espero un Concierto de Joaquín Gutiérrez Heras que aún no ha nacido. Igualmente Mario Lavista contempla un concierto para mí y tengo un interés particular en una versión del Concierto para Viola, de Bela Bartok, naturalmente para chelo. El dúo para violín y chelo de Zoltan Kodaly es otra ilusión. Este año estreno obras de Marcos Nobre, Eugenio Toussaint, José Luis Turina y Tomás Marco. Creo que por allí están los nombres que escuchará Caracas.

–¿Qué nos dices de tu instrumento?

–Tiene toda una historia y ha viajado por todo el mundo. Es un Stradivari de 1720 y después de diez años de investigación supe que estuvo entre Cremona y Cádil (1760-1818), treinta y cinco años en Irlanda, Inglaterra, Alemania, Italia, Estados Unidos, etcétera. Estando en Irlanda pude seguirle la pista y el libro Chelistas del Siglo 21 narra su historia.

–Su proyecto más reciente, al menos como escritor, es su sexto libro cuyo título es 5000 Años de palabras-comentarios sobre el origen, evolución y resurrección de algunas lenguas.

–Desde hace cuarenta y cinco años el tema de las lenguas y su historia me ha apasionado. Hoy se hablan seis mil lenguas y desaparecen dos de ellas por semana. Basta citar las lenguas latinas; existen diez y el dálmata (Yugoslavia) es la más antigua.