La Jornada Semanal,  27 de julio  del 2003        438


 N O V E L A

TODAS LAS GUERRAS
SON LA MISMA

HUMBERTO PÉREZ MORTERA

Javier Cercas,
Soldados de Salamina,
Tusquets,
España, 2001.
Uno no encuentra lo que busca,
sino lo que la realidad le entrega.
Voltaire


España fue junto a Italia el país que con mayor fervor se lanzó a las calles para protestar contra la invasión norteamericana en Irak. En las encuestas, noventa por ciento de los entrevistados se pronunciaba en desacuerdo con la postura de su presidente, José María Aznar. Las fotos de los mítines mostraban personas de todas las procedencias –de Andalucía, Cataluña, Aragón...– de extractos profesionales diversos –dibujantes, artistas, amas de casa...– y de varias generaciones de españoles.

Los más chicos habrán marchado de la mano de sus padres y regresado a casa con la cabeza llena de interrogantes ante una respuesta tan rápida, decidida y uniforme de sus mayores hacia un problema de apariencia tan lejana. Algunos padres les habrán podido explicar lo que pasaba refiriéndose a las guerras que partieron Europa en pedazos. Otros, utilizando como ejemplo las varias invasiones norteamericanas a lo largo del siglo pasado. Sin embargo, la madre de un chico de diez años, afincados ambos en Girona, habrá preferido utilizar el ejemplo más a la mano: el más reciente libro de su esposo, Javier Cercas, Soldados de Salamina para, a través de una historia que maneja como trasfondo la Guerra Civil Española, hacerle comprender a su hijo lo que una guerra significa.

El libro salió a la venta en España en 2001 y un año después ya llevaba 200 mil ejemplares vendidos. El autor, oriundo de Ibahernando, uno de esos diminutos pueblos del lejano oeste español –"apáticos al parecer, violentos y apasionados en el fondo" según Unamuno–, nació en 1962 y después de un libro de cuentos, un par de novelas, una serie de crónicas, y un libro de ensayos y trabajos periodísticos, logró interesar a varias generaciones de españoles (y personas completamente ajenas, como el que escribe esta reseña) en un tema que hasta hace muy poco era evitado en las tertulias postdictadura.

Soldados de Salamina, de prosa directa, límpida y fluida, es el relato real de lo que pasa (o podría haber pasado) antes, durante y después de un encuentro. El de Rafael Sánchez Maza, poeta mediocre, fundador de la Falange y prófugo del ejército republicano cuando se da de narices con un soldado republicano, poco antes del fin de la guerra. Un encuentro de hermanos en bandos opuestos que se decide sin un solo disparo y bajo la despedida de Suspiros de España, un pasodoble español.

La gracia de la novela es que el relato real no se limita a un hecho histórico, sino que a través de una ficción-verdadera convierte una investigación periodística sobre el pasado de Sánchez Maza en una novela de suspenso donde el protagonista, que no será Mazas, sino el alter ego del autor, terminará buscando la identidad del soldado, que puede ser un viejo llamado Miralles, con domicilio en un asilo de Dijon y que como último deseo espera bailar un pasodoble con su enfermera.

Al terminar la novela uno entiende que el trabajo de Cercas – semejante al de Kertész en Sin destino– es un alegato a favor del no-olvido. Una plegaria para que los hechos dolorosos de un pueblo no se reduzcan a blanco y negro. Un canto de esperanza para acercar a una nación de hermanos, que ya han sufrido demasiado su separación y que al igual que Cercas, su esposa, su pequeño de diez años y casi cuarenta millones de españoles, deben seguir construyendo hacia adelante sin olvidar su pasado •