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México D.F. Miércoles 23 de julio de 2003

Alejandro Nadal

La frontera azul

Hamilton, australia. Algunas personas creen que el océano es una fuente inagotable de recursos. Sera mejor que lo piensen dos veces la próxima vez que se acuerden del tema. Un estudio reciente sobre las pesquerías mundiales destruye definitivamente el mito del océano proveedor de recursos sin límite.

La investigación, llevada a cabo por Norman Myers (Universidad de Dalhousie) y Boris Worm (Universidad de Kiel), reveló que 90 por ciento de los peces más grandes que había en los mares del planeta ya ha sido eliminado. Desde el atún aleta azul y el marlin, hasta el mero tropical y el bacalao, las pesquerías industriales han acabado con los peces más grandes. El estudio se basó en estadísticas de pesca en los 50 años pasados.

Para estimar el esfuerzo pesquero y su rendimiento en aguas internacionales, Myers y Worm utilizaron por vez primera los datos de la flota palangrera japonesa. El palangre consiste en un cable de nylon, de varias decenas de kilómetros de largo, que lleva un anzuelo fijo cada 50 metros. La flota palangrera japonesa es la más grande del mundo y opera en todos los océanos. Los registros de pesca de estos barcos revelan que en 1950 se capturaban 10 peces por cada 100 anzuelos, mientras que hoy se captura sólo uno.

La sobrexplotación de recursos pesqueros en todos los mares del planeta se conoce desde hace años. Ya en 1994 la FAO consideraba que 70 por ciento de las pesqueras mundiales estaban sobrexplotadas. Y el patrón de la sobrepesca tambien ha sido muy estudiado: en una pesquería, primero se extraen los adultos más grandes, luego los animales más jovenes y, en la última etapa, el volumen de captura se sostiene pescando a los juveniles hasta el derrumbe de la tasa de reproducción.

En algunas pesquerías el proceso tarda apenas 15 años, según los resultados de Myers y Worm. Despues del colapso en las pesquerías de mayor valor comercial, el esfuerzo pesquero se traslada a otras especies de menor valor pero con biomasa más abundante, y así arranca el proceso nuevamente.

En muchos casos se han introducido reglamentaciones estrictas para controlar el esfuerzo pesquero. Pero la recuperación de las poblaciones explotadas ha sido muy lenta. En el caso del bacalao, el gobierno de Canadá impuso vedas completas hace ya más de 20 años y los pescadores de Nueva Escocia siguen esperando el regreso de niveles adecuados del recurso para reiniciar la pesca.

Entonces, Ƒque hay de nuevo en el estudio de Myers y Worm?

Lo importante (e inquietante) es que al eliminarse 90 por ciento de los peces más grandes, las relaciones entre predadores y presas se han visto fuertemente perturbadas. Lo peor es que los biólogos marinos apenas han comenzado a comprender la complejidad de la matriz de interdependencias que hay en los ecosistemas marinos. Y los responsables de la política pesquera buscan (sin éxito) estabilizar el último 10 por ciento de la biomasa, sin darse cuenta que la población original era 10 veces más grande.

Afirma Myers que es como si se hubieran decapitado los ecosistemas marinos y nadie se hubiera percatado. Esto puede ser particularmente negativo para ecosistemas vulnerables, como las formaciones de coral. Por la extraordinaria biodiversidad que albergan, los arrecifes coralinos son el equivalente marino del bosque tropical húmedo. En estos ecosistemas no se trata de simples cadenas alimenticias del tipo zorro/liebre, relativamente fáciles de modelar con sencillos sistemas de ecuaciones. En los arrecifes de coral hay miles de cadenas tróficas entrelazadas en una intrincada madeja de relaciones. No existen modelos matemáticos para representar esta red de relaciones de manera satisfactoria; aun si existieran, no se tienen los datos para calibrarlos.

Los arrecifes de coral se encuentran sometidos a muchas fuentes de presión. Aún el gran arrecife de coral de Australia, que mide más de 2 mil 300 kilometros de largo está amenazado. En la actualidad, hay más de 500 embarcaciones que diariamente llevan turistas al arrecife y eso genera anualmente mil 380 millones de dólares a la economía australiana. Pero las anclas de las embarcaciones, los pontones fijados en el arrecife para servir de embarcadero, así como las plataformas para helicópteros, contribuyen al deterioro del coral. Hasta los filtros solares de los turistas y la gasolina de las embarcaciones afecta las delicadas estructuras coralinas. El desajuste por la desaparición de los predadores mayores agravará esta situación en el futuro.

Para Myers y Worm es necesario reducir 50 por ciento el volumen de capturas en todas las pesquerías. Ese objetivo se puede alcanzar con vedas, cuotas y restricciones sobre el esfuerzo pesquero. Pero para los países dueños de las principales flotas industriales esto es inaceptable. Decididamente, la frontera azul puede estar desapareciendo ante nuestros ojos incrédulos.

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