Jornada Semanal, domingo 20 de julio del 2003          núm. 437
ANGÉLICA
ABELLEYRA
MUJERES INSUMISAS

ELSA MEDINA: FOTOGRAFIAR PARA RECORDAR

Dice que los negativos son el archivo de su memoria y, como otros fotógrafos, lucha a diario para no hacerse floja al dejar sus recuerdos encajonados y sin revelar. Para ella, fotografiar es coleccionar instantes, atmósferas y estados de ánimo con los cuales no intenta arrancar la verdad de nada sino simplemente atrapar lo que ve y lo que siente.

Primero lo hizo dentro del fotoperiodismo pero, "por razones que el corazón no entiende", desde hace cuatro años Elsa Medina (DF, 1952) abandonó esa tarea de cumplir órdenes de trabajo para retratar a diario la vida política y social de México. Ahora, además de dar talleres de foto, prefiere atrapar con su cámara varios rincones de su casa, algunos ronroneos de su gata Chega, los reflejos de luz en el mar y cierta esperanza en la mirada de su madre enferma.

Lo primero que le atrajo fue el diseño industrial y eso estudió por un año en la Universidad Iberoamericana. Sin embargo, su traslado a Tijuana en los años setenta truncó esa carrera, la hizo cruzar a diario la frontera para tomar clases en la Universidad de San Diego State y encontrar por primera vez la fotografía como posibilidad de crecimiento. Y es que al inscribirse por error en la carrera de "Industrial Arts", se acercó lo mismo al diseño gráfico que a la producción de esmaltes, artesanía y foto, con un enfoque bastante técnico que de cualquier manera le abriría canales creativos más adelante.

Con un hijo, y separada de su pareja, regresó a la Ciudad México para laborar en un despacho de diseño gráfico donde lavaba las tazas y hacía el café. No tenía mucha idea del inabarcable universo de la foto pero aceptó un trabajo inicial a través del Consejo Nacional de Población (conapo); viajó por cinco estados para retratar muchas comunidades, pero en esa chamba sintió que le pesaba la parte técnica aprendida en San Diego y le hacía falta una reflexión humanística que cubrió solamente a lo largo de un semestre en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam.

Sin hallarse todavía, incursionó en la producción audiovisual y diseñó un periódico en la delegación Contreras, hasta el día que supo de unos cursos a cargo de Nacho López en el cuec, colgó las escuadras y dirigió todas sus energías hacia la fotografía.

Aquel maestro de la imagen se convirtió en el impulso que necesitaba. Elsa lo recuerda acompañado de su grabadora para ofrecer la clase y con una enorme claridad al hablar de su oficio e invitar a los alumnos a analizar imágenes, criticar el trabajo y reflexionar. "Nacho me abrió los ojos y me ayudó a estar consciente de que cada uno de nosotros fotografía a partir de lo que somos, de nuestros prejuicios y atavismos; asimismo, a partir de una posición critica me impulsó a aprender cómo la foto puede ayudarnos a entendernos como individuos en esta sociedad."

Las andanzas en el grupo de Nacho López, entre 1983 y 1985, le significaron una enorme experiencia en la calle. Junto con sus colegas Andrés Garay, Guillermo Castrejón y Renato Ibarra, Elsa Medina participaba en concursos y retrataba movimientos sociales como el nacido en el df con los sismos del ’85. Un año más tarde entró a La Jornada y en este medio creció como fotorreportera hasta 1999, con corresponsalías en Tijuana y varias ciudades del estado de Guerrero.

El fotoperiodismo lo vivió como un aprendizaje constante. "La cámara te da la coartada perfecta para estar en medio de los hechos. Todos esos años fueron de una gran responsabilidad porque el oficio te convierte en los ojos del periódico, condición de la que no siempre estamos conscientes. Cierto, me tocó una etapa padre del periodismo pero considero que ahora los diarios no están tan preocupados por cuidar la visión personal de cada fotógrafo. Hay mejores profesionales que medios dónde publicar. Y claro que luego de muchos años de trabajo hay algo de desgaste pero siempre ese ritmo alimenta la energía y la pasión."

Alejada de esa talacha diaria, y en proceso de hacer "un corte de caja", Elsa se sorprende y alegra por los intereses que hoy le ocupan corazón y mente: el mar, la luz, retratar a su familia, su casa y su mascota felina. Si bien se considera una "fotógrafa sin temas" que capta lo que quiere con intensidad y el firme propósito de ahondar en ello, acepta que ha insistido en retratar algunos movimientos sociales en México y la ola de inmigrantes hacia el norte del río Bravo. "Siempre fueron probaditas", lamenta, y se hace el firme propósito de disciplinarse para profundizar en estos aspectos de la realidad nacional, concluir la tarea de archivo y revelado de su material, así como continuar retratando a su madre y a su gatita Chega, hábil modelo para su ama, ésa que no pierde la oportunidad de hacer "clic" cuando algo o alguien atrapa su mirada.