Jornada Semanal, domingo 20  de julio  de 2003            núm. 437

ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR
HAYDN Y EL
ENCICLOPEDISMO (I de II)

La palabra enciclopedia ("educación cíclica"), de origen griego, se encuentra emparentada con encíclica ("circular"), pero está lejos de aludir al mismo campo de referencias: para los griegos, le enciclopedia era un concepto que encadenaba al conjunto de nociones que debía poseer un hombre libre en su educación, quien, por principio, no debía ignorar nada de cuanto le fuera concerniente. Sin embargo, la idea de enciclopedismo se remonta al esfuerzo de Diderot y D’Alembert quienes edificaron, junto con otros autores, el primer gran diccionario enciclopédico del mundo, la Encyclopédie ou dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers, en treinta y cinco volúmenes publicados entre 1751 y 1780, obra de gran influencia en el espíritu europeo y cuya contribución ayudó a desencadenar la Revolución francesa, influencia superior a la de la Encyclopædia Britannica, cuya primera edición fue de 1768.

Diecinueve años antes de los trabajos emprendidos por Diderot y D’Alembert, Franz Joseph Haydn nació en Rohrau; murió en Viena en 1809 y fue contemporáneo de Bach y Händel, de Mozart, Beethoven y Schubert, así sea por mera coincidencia cronológica. Su trabajo como Maestro de Capilla del príncipe Esterházy le permitió fundar, ahondar, innovar y experimentar con muchas formas musicales dentro de un espíritu humanístico cercano al que Goethe ejercía desde la literatura, el dibujo, la botánica, las ciencias naturales, la óptica y la filosofía. Mucho más horizontal que otros compositores, su trabajo le permitió abordar casi todos los géneros considerados "clásicos"; su amistad con Mozart, durante un intenso periodo de diez años, fue mutuamente influyente y creativa para ambos autores, no obstante la diferencia de edades y, asimismo, fue maestro de Beethoven cuando éste se vio en la necesidad de perfeccionar sus nociones de contrapunto para componer su primer ciclo de cuartetos, opus 16. Gracias a Mozart, perteneció a la Logia vienesa por la Beneficencia (Logia zur Wohlfatigkeif) antes de que el estallido de la Revolución francesa desatara una represión continental contra la masonería.

Hablar de un espíritu enciclopedista en Haydn es suponerlo pleno habitante del siglo xviii, pero debe entenderse que dicho espíritu es absolutamente musical ya que él lo expresó en ese lenguaje. Una revisión del vasto catálogo de su obra (aún incompleto), así como de los géneros abordados por él, ya es indicio de su enciclopedismo musical; verificar la curiosa obsesión por colocar títulos a sus obras permite asomarse al deseo de jugar con lo enunciativo para sumarlo a la abstracción musical (no debe olvidarse que, todavía, Gluck consideraba que la música era una lujosa sirvienta del texto poético): será difícil volver a encontrar en otros compositores algún interés por ponerle música a libretos con el título de Il mondo della luna (1777), que recuerda los títulos de las obras de Cyrano de Bergerac y es complemento temático de los seis cuartetos para cuerdas opus 20, los llamados "Cuartetos del Sol".

De sus cerca de ciento siete sinfonías, muchas de ellas cuentan con un título no programático, pues la idea de Haydn era que sólo uno de los cuatro movimientos se asociara con él, humorística, seria o descriptivamente. Al discernir una estructura programática debe pensarse en títulos como el de "Pastoral", para la Sexta de Beethoven; de "Fantástica" para la compuesta por Berlioz; o de "Doméstica", para la de Richard Strauss, pues en ellas todo el texto sinfónico obedece a un programa no musical sugerido en el título: una serie de escenas campestres, una historia amorosa y fantástica, o, como dijo el mismo Strauss para explicar su "Doméstica": "encuentro tan apasionante mi vida en casa como la vida de Napoleón": el programa supone un referente discursivo y conceptual desarrollado dentro de la música (no necesariamente imitativo), un deseo de concretar tangiblemente la abstracción propia del hecho musical.

En el caso de Haydn, una muestra incompleta de sus títulos sinfónicos exhibe a un compositor dieciochesco regocijado en pretender decirle algo más a su auditor a través de los títulos que agregaba. Como ejemplo, piénsese en veinticinco de sus sinfonías (lo cual representa el 23.3 por ciento de su producción sinfónica conocida): 6, "La mañana"; 7, "El mediodía"; 8, "La tarde"; 22, "El filósofo"; 26, "Lamentación"; 43, "Mercurio"; 44, "Fúnebre"; 45, "Los adioses"; 48, "María Teresa"; 49, "La pasión"; 53, "La imperial"; 60, "El distraído"; 64, "Tempora mutantur"; 82, "El oso"; 83, "La gallina"; 85, "La reina"; 92, "Oxford"; 94, "Sorpresa"; 96, "El milagro"; 100, "Militar"; 101, "El reloj"; 103, "El redoble de tambor"; 104, "Londres"; "Del fuego" (1766-1768), "La caza" (1781)