Jornada Semanal, domingo 20 de julio  de 2003           núm. 437

Germaine Gómez Haro

KURT SCHWITTERS, 
ENTRE LA NOSTALGIA Y LA UTOPÍA

El arte de Kurt Schwitters (Hannover, 1887-Gran Bretaña 1948), uno de los creadores fundamentales del siglo xx, es reflejo y testimonio de la "crisis del espíritu" que describió Paul Valéry en un célebre ensayo publicado en la revista inglesa The Atheneum, donde se refirió en términos agudos y crudos al triste desencanto de toda una generación que, entre los escombros de la primera Gran Guerra, sentía que vivía "el crepúsculo de la humanidad". Por primera vez en México se presenta en el Museo de Arte Moderno una amplia retrospectiva de este genial artista alemán, conformada por 115 obras que dan cuenta de la variedad y riqueza plástica de su polifacética creación. 

Hijo de una familia de la pequeña burguesía, Schwitters fue, de acuerdo con sus biógrafos, un clásico ejemplo del "tipo hannoveriano", es decir, un personaje exageradamente correcto, de carácter mesurado y poco propenso a las relaciones sociales. De ahí, quizás, su propensión al aislamiento que dio lugar a una obra profundamente personal y original. Esta magnífica muestra abarca desde su periodo de gestación en la Academia de Bellas Artes en Dresde, hasta el trabajo realizado un año antes de su muerte. 

En sus pinturas tempranas, realizadas entre 1912 y 1918, constatamos su periplo por los diferentes ismos de la época, como el postimpresionismo, el expresionismo, el cubismo, el futurismo y el abstraccionismo, género al que seguirá recurriendo a lo largo de su trayectoria. Entre 1918 y 1919 se gesta lo que Schwitters llamó "la gloriosa y gran revolución" que dio lugar a su creación Merz. Al igual que Dadá, Merz es una palabra inventada que surgió al azar, a partir de un fragmento de la frase Kommerz und Privatbank que el artista había recortado y adherido a su primer collage, hoy desaparecido. Al principio, el término hacía alusión básicamente a los collages, pero más adelante lo utilizó como nombre genérico para referirse a toda su obra. Más aún: con el tiempo, Merz significó todo su estilo de vida. "Yo soy Merz", decía con humor cada vez que se expresaba conjugando el verbo merzear. Su multifacética creación incluye el collage, el ensamblaje, la poesía sonora, la escritura, la arquitectura e inclusive la creación musical Ursonate, interpretada durante la inauguración de esta muestra por un grupo de ensamble de jazz de Alemania.

El corpus más rico de la exposición está integrado por una amplia selección de collages y ensamblajes que son, en sus muy variadas facturas, los trabajos más atractivos y propositivos de su quehacer artístico. Es fascinante apreciar la gran diversidad de materiales que empleó en la elaboración de estas piezas, realizadas con un cuidado supremo que revela su rigor y talento inventivo. Se trata de una yuxtaposición y contraposición de pedazos de papeles de todo tipo, fragmentos de impresos, listones, telas, alambres, redes, hilos, cartón, envolturas de productos comestibles, boletos de tranvía, entradas de museos… Una miríada de objetos de deshecho generados por la cultura urbana que, extraídos de su contexto original y dispuestos con equilibrio y armonía, envuelven al espectador en una atmósfera permeada de misterio y seducción. Así lo evocó el creador: "Como no me gusta desperdiciar y puesto que éramos un país empobrecido, me llevé conmigo todo lo que pude. Uno también puede gritar con la chatarra y esto fue lo que hice al clavarla y pegarla."

Vale la pena resaltar la recreación de un Merzbau (edificio Merz) –Schwitters construyó tres en su vida, en Hannover, Suecia e Inglaterra–, y cuya finalidad un tanto utópica era permanecer como una obra de arte incompleta, es decir, un espacio en perpetua creación que albergara como un gran relicario sus fetiches y anécdotas personales. Esta extraña instalación –una especie de ambientación constructivista– me transportó a los decorados del cine expresionista alemán de esa misma época, especialmente a las alucinantes escenografías laberínticas de El gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene, 1919). 

Tras el eco de sus lamentos silenciosos impregnados de nostalgia e imbuido en un talante marcado por la rebeldía y la utopía, Kurt Schwitters fue un espíritu solitario que, por la vía de su creación Merz –y quizás sin proponérselo– consiguió épater les bourgeois con un arte enteramente personal y original, síntesis de ludismo, ironía y humor expresados con un profundo refinamiento estilístico.