Jornada Semanal, domingo 20 de julio del 2003        núm. 437

RETÓRICAS Y GESTICULACIONES

Constantin Noica, el gran pensador rumano, describió con notable agudeza algunos de los rasgos principales del político profesional. Sus hipótesis son, por supuesto, revisables y admiten toda clase de comentarios y de matizaciones.

Basado en las especulaciones del filósofo bucarestino, elaboré una serie de reflexiones o, mejor dicho, observaciones sobre la clase política en general y la mexicana en particular: El político pragmático mide todas y cada una de sus palabras y elimina cualquier acto espontáneo (esta característica no se da en el caso del señor Presidente de la República, hombre poseído por la impulsividad y por una serie de autoengaños que convierte en verdades). Los besos a los niños (recordemos a Charles Chaplin en El gran dictador), los saludos a las ancianitas, las palmadas a los otros políticos y el toqueteo a las manos que buscan su contacto, forman parte de una rutina cada día más deshumanizada. A cargo de estas faramallas se encuentran los asesores de imagen y los publicistas profesionales que se han tragado de un golpe las lecciones de sus maestros estadunidenses y las aplican sin matizar a la realidad política mexicana. En el caso de los panistas, la retórica utilizada en las campañas ya tiene poco que ver con el muy estimable estilo oratorio de los fundadores de su partido. Ahora se basa en las lecciones de elocuencia para empresarios o gerentes o en las fórmulas pías de los legionarios, los opusdeístas, los yunquistas (estos tienen “sus puntas y collar” fascistoides), los dhiacos y otros grupos y grupúsculos de la extrema derecha. Comprobé estos extremos en un reciente viaje a Guadalajara en el que tuve el dudoso privilegio de escuchar a unos jóvenes candidatos panistas que hablaban en un español de tecnológico privado. Sus rostros y, en particular, sus ojillos deslumbrados por la cercanía del poder y de los sueldazos burocráticos, estaban en casi todas las esquinas de la ciudad. La retórica priísta no ha cambiado en lo absoluto. Los candidatos del ex partidazo (tanto los dinos como los bebesaurios) siguen manoteando e impostando la voz de acuerdo con los cánones de la demagogia jurásica. Algo nuevo se mueve en sus campañas y sospecho que es producto de sus publicistas “creativos y audaces” que procuran modificar la vieja oratoria cetemista, cenopista o cenecista con su carga de lemas y de giros de lenguaje provenientes de los primeros años del régimen revolucionario. Las fórmulas de los “creativos” a sueldo al unirse a la arcaica gesticulación han creado un híbrido que se manifestó con todas sus extrañas maneras en la pasada campaña electoral del Estado de México. La excepción a la regla fue Fernando Ortiz Arana, candidato a gobernador de Querétaro, orador directo, sensato y equilibrado.

El prd aún no encuentra su propio estilo y, por lo mismo, sus candidatos oscilan entre el simplón galimatías marthahernequiano de los cecehaches, las viejas fórmulas priístas y la oratoria caudalosa de las distintas facciones de la izquierda y de los movimientos populares, tantos urbanos como campesinos. Su propaganda es más original que la de los dos partidazos asesorados por “creativos” y sus carteles y desplegados muestran un mayor esfuerzo de imaginación, seriedad y una mejor formación teórica. López Obrador, Lázaro Cárdenas y Rosario Robles son buenos ejemplos de retórica novedosa y de propuestas claras y bien planteadas.

Los asesores de imagen enseñan a sus pupilos mexicanos algunas conductas que pueden impactar a los ciudadanos de Ohio, pero que no tienen mucho que ver con la llamada idiosincrasia nacional. En Guadalajara me llamó la atención ver a muchos candidatos, tanto panistas como priístas, luciendo corbatas de color verde perico. Me comentaban que esta moda fue impuesta por un “creativo” formado en Dakota del Sur. El buen señor está convencido de que ese horripilante colgajo colorido tiene la virtud de atrapar la atención de los viandantes que, del verde corbatero, pasan al rostro sonriente, optimista y triunfador del exitoso candidato.

Uno entiende que la oratoria tradicional con sus metáforas aladas, sus florituras, sus “¡miente Kelsen!” y su encendido verbo de la juventud mexicana (este bazarista anduvo triscando por esas parcelas floridas y hasta dirigió una academia de oratoria y ganó concursos agitando la romántica melena en los escenarios de varios teatros provincianos) produzca desconfianza y dé la justa sensación de ser un anacronismo.

En su lugar aparecieron la oratoria gerencial (“cómo deslumbrar a una audiencia (sic) en 20 lecciones”) y los áridos discursos llenos de citas eruditas de los luchadores políticos de las universidades. La primera tenía un pequeño conjunto de reglas rudimentarias mal traducidas del inglés y la segunda o cantaba loas a la Revolución mexicana o repetía lecciones maoístas o soviéticas y anunciaba la inminente defunción de un capitalismo podrido y asfixiado por sus propias contradicciones. En estos tiempos, los asesores de imagen y los publicistas revisan los discursos de los candidatos y procuran ajustarlos a una serie de lugares comunes propios de la publicidad comercial. Esta circunstancia ha provocado la paulatina desaparición de algunas formas oratorias, afortunadamente ya despojadas de pompas y ampulosidades, que todavía practican algunos, muy pocos, oradores políticos. 

En fin... mucho tuvimos que soportar los pobres votantes que, conforme avanzaron las campañas, fuimos víctimas de las “nuevas ideas” de los “creativos” de Dakota que pululan por las calles y las plazas de este país del cerca y el lejos (tanto en la mitología de nuestros padres procesales como en la ubicación geográfica). Me cuentan que el único candidato que expuso un fragmento de idea, sufrió un amago de derrame cerebral. 


HUGO GUTIÉRREZ VEGA
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