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México D.F. Sábado 19 de julio de 2003

Juan Arturo Brennan

Programa de limpieza musical

Como en el caso de muchas otras cosas, ésta sólo me consta por lo que sobre ella se dijo en los medios de comunicación, incluido este diario. Se dice que hace unos días se realizó en esta ciudad el Congreso de Purificación Cultural Urbana. Se dice también que en tal encuentro participó un individuo de nombre Ryan Hill y, para más señas, se dice también que este individuo pertenece a la Comisión Rudolph Giuliani, así nombrada en honor del esforzado apóstol de la tolerancia cero. Asimismo, se dice que el mencionado individuo (Hill, no Giuliani) propuso la creación de un ente abreviado Prolicu, es decir, Programa de Limpieza Cultural. Eso es lo que se dice, pues.

Algunos comentaristas de diversos medios, incluyendo éste, han puesto el grito en el cielo, previniendo a la sociedad en contra de tal engendro. Otros, más escépticos, aseguran que no hay tal y que sólo se trata de un buscapiés provocador. Y algunos insisten en que no es más que una broma del Día de los Inocentes, adelantada cinco meses.

Mientras son peras o son manzanas, y mientras se ponen de acuerdo los analistas, me atrevo a desear que el Prolicu sea pronto una realidad y que, en efecto, se aplique la tolerancia cero a tanta basura que hay en la cultura que actualmente se produce y/o se exhibe en México.

Ojalá que la secretarías de Educación Pública y de Gobernación, así como el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes den a la Comisión Rudolph Giuliani y al Prolicu todo el apoyo moral y el sustento institucional necesario para la realización de su ambicioso, bienvenido y muy necesario programa.

Después de todo, películas como Japón, de Carlos Reygadas, o El crimen del padre Amaro, de Carlos Carrera, u obras de teatro como Los monólogos de la vagina, de Eve Ensler, o las obscenas desnudeces que propone Rossana Filomarino en sus coreo-dramas son claramente atentatorias contra la moral y las buenas costumbres, y constituyen auténticas lacras sociales en contra de las cuales la autoridad competente debería ejercer acciones severas y definitivas. (Buena noticia: acá en la Benito Juárez sí elegimos orgullosamente delegado panista, lo que garantiza un mínimo de decencia y de estricta supervisión a la oferta cultural de esta demarcación).

Mientras se convierten en ley los postulados del Prolicu (sin duda los Niños Verdes del PVEM ayudarán a que sea una pronta realidad), yo propongo que exista específicamente un Prolimu, Programa de Limpieza Musical, que mucha falta hace en nuestro permisivo y decadente medio. Entre otras medidas de apremiante urgencia, el Prolimu podría adoptar algunas como las siguientes:

Prohibir la presencia en nuestros máximos escenarios a instrumentistas, cantantes o directores afeminados, amanerados, homosexuales o lesbianas, que dan muy mala imagen.

Evitar que, al tocar, las violinistas se contorsionen, las flautistas exhiban el escote, y las violoncellistas abran las piernas.

Supervisar estrictamente las programaciones musicales y desterrar de ellos a compositores claramente inmorales, como Carl Orff. (Aquello de O tua mentula, y O tue mamulae que se cantan Cátulo y Lesbia en Catulli Carmina es execrable).

Poner especial atención a las puestas en escena de la Opera de Bellas Artes, donde si se permiten presentar a una Salomé topless, o a un Orestes que sufre porque Pílades, carajo, no aparece (šhorror!), se pueden atrever a cualquier cosa. (Ni qué decir del reciente ménage a trois entre Carmen, Don José y Escamillo, verdaderamente escandaloso).

Prohibir que en escenarios profanos se interpreten misas, motetes, oratorios y cantatas sacras; todas estas creaciones, por su alto valor espiritual, tienen su única y mejor expresión al interior de los templos, y no deben ser banalmente desacralizadas.

Creo que con estos sencillos pero universales principios, y algunos otros que surjan sobre la marcha, nuestro medio musical puede regresar a los días de brillo, gloria y trascendencia universal de que antaño gozó. Sin duda, el ya indispensable Prolimu podría nutrirse del ideario del doctor Goebbels sobre la Entartete musik, la música degenerada; sólo hay que ver qué buenos resultados dio en la Alemania de los años 30 y 40. ƑPor qué no aquí y ahora?

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