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México D.F. Viernes 18 de julio de 2003

Horacio Labastida

Elecciones, aclaraciones y López Obrador

Aunque no es peculiar de las elecciones del pasado día 6, ya que todas y cada una se asemejan y distinguen, las de dicho domingo han sido objeto de muy diversas explicaciones porque ocurrieron en las graves circunstancias que nos impone la globalización opresora que impulsa la alta burocracia estadunidense y estimula el gobierno de Vicente Fox. El gran riesgo del momento que vivimos implica un dilema trascendental: o aceptamos que se nos transforme en un país maquilador del supercapitalismo o nos rebelamos contra este propósito al sustanciar nuestra existencia en los ideales y realidades que dan perfil a la grandeza nacional. Mantenerla y acrecentarla no connota la idea de un México aislado de los demás; por el contrario, expresa la voluntad de coexistir en una globalización respetuosa de la soberanía de cada una de las partes.

ƑCómo cambiar la globalización cosificante en una globalización liberadora? Además de las grandes batallas que está dando la sociedad civil contra el manejo financiero y empresarial del Grupo de los Ocho y su jefe el Tío Sam, máximo dueño de armas de destrucción masiva, en los pueblos se multiplica la necesidad de asentar su vida pública y el ejercicio del poder político en una democracia verdadera y no en la generalizada mentira democrática de Occidente. Un ejemplo reciente de esta enorme mentira democrática fue escenificado en las últimas elecciones de Estados Unidos.

Gracias a su régimen indirecto de electores, George W. Bush ocupa la Casa Blanca por minoría y no por mayoría, puesto que el voto ciudadano le fue adverso y una sospechosa maniobra arreglada en Miami resultó declarada legal por unos jueces de la Suprema Corte. El caso pone a la vista de todos que se puede llegar al poder de un país por la vía de una democracia sin pueblo, y precisamente esta enfermedad es la que se busca curar con el voto de los ciudadanos libres. Es decir, sin la democracia verdadera que abra las puertas al mandar obedeciendo de los zapatistas chiapanecos jamás será posible evitar el triunfo del poder absoluto y la verdad única que pregonan las elites capitalistas desde 1991, fecha en que se derrumbó la Unión Soviética, y muy especialmente Bush y su equipo fundamentalista a partir del desastroso 11 de septiembre de 2001.

La urgencia de sustituir la mentira democrática por la democracia verdadera pone de relieve la importancia que hemos dado a nuestros recientes comicios del domingo 6, porque exhibieron la dialéctica de lo puro y lo impuro del acto comicial. Aclaremos afirmaciones que es necesario aclarar. El voto corporativo es el sufragio impuesto por jefes de la corporación; quien lo emite renuncia a su propia conciencia y acata la orden superior. Este tipo de voto favoreció al PRI porque a pesar de todo ese partido sigue dominando en un cuantioso número de sindicatos obreros, ligas campesinas y agrupaciones de clases medias. Los líderes fueron eficaces dando las directrices, y las masas respectivas cumplieron el deber corporativo. El PAN dispone de votos corporativos en la medida en que los empresarios favorecidos por el ascenso del partido al gobierno lograron que las directivas sindicales de las empresas y comercios que les pertenecen impusieran el voto panista. El PRD no dispone de votos corporativos pero sí de comprometidos con los diversos grupos que al interior del partido se disputan el predominio en el propio perredismo y en sus representaciones. Al lado de estos votos cuenta el voto espot, inducido por los medios de comunicación masiva y los sacerdotes que desde púlpitos religiosos inclinan en los fieles un determinado comportamiento electoral, así como los votos comprados y vendidos que se suman a priístas y panistas. El voto libre es el que otorga el ciudadano de acuerdo con su conciencia política y moral, voto minoritario con una sola excepción sorprendente: la registrada en la capital de la República, donde los ciudadanos desechando compromisos corporativos, anulando propagandas y no dejándose atraer por el dinero, decidieron cruzar sus boletas en el lugar correspondiente al PRD, con la finalidad de entregar el poder de la ciudad a hombres ajenos al PRI y al PAN. Este suceso extraordinario debe acentuarse profundamente, porque acredita sin lugar a dudas que es posible vencer al voto enajenado con el voto libre, y viene la pregunta, Ƒpor qué ocurrió este hecho sólo en la ciudad de México y no en otros lugares? La respuesta es nítida. López Obrador y su equipo han gobernado de acuerdo con los deseos de la gente y sus familias, propiciando el bien común y excluyendo el mal común. En 1913 el ilustre senador Belisario Domínguez dijo que el acto político debe ser un acto moral, y al hacer suya esta doctrina López Obrador y sus funcionarios convencieron a los ciudadanos de la necesidad de recobrar la libertad de su voto para hacer del gobierno una institución orientada a la satisfacción de las demandas populares, o sea, una institución democrática verdadera.

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