Jornada Semanal, domingo 6 de julio  de 2003           núm. 435

NMORALES MUÑOZ.

FESTIVAL DE MONÓLOGOS COAHUILA

A Mabel Garza, por su generosidad


En días pasados culminó la edición 2003 del Festival de Monólogos Coahuila que, en comparación con el año pasado, registró un aumento de subsedes que recibieron a los montajes llegados desde distintos puntos de la patria. En esta ocasión, Torreón, Piedras Negras y San Pedro de las Colonias, entre otras ciudades, se unieron a Saltillo y Monclova y acogieron en sus foros espectáculos presenciados por un número de espectadores que, al parecer, también experimentó un ligero incremento comparado con el de la versión anterior.

El suscrito, que este año sólo atestiguó la segunda parte del festival en Saltillo, puede dar fe de que este aumento de público no obedeció necesariamente a una mejora en la calidad de la programación. A decir de quienes presenciaron la totalidad del evento, Querido Diego, te abraza Quiela, dirigida por José Gálvez e interpretado por la joven actriz Elea Bárcena, y la presentación de César Panini dentro del ciclo de stand-up comedy, fueron los picos más altos del primer trecho del certamen. La segunda mitad arrancó con Autoconfesión, espectáculo de Rubén Ortiz y Gerardo Trejoluna. El actor guanajuatense, cuyo freno emocional hemos señalado muchos en actuaciones anteriores, ha pasado, con el correr de las funciones, de cierta frialdad actoral a una deliciosa serenidad, a un pleno dominio no sólo del escenario sino de la amplia gama de emociones posibles para un intérprete, sin caer en los polos más fáciles y predecibles. Junto con este espectáculo, la versión de Leonardo Kosta al Don Quijote de la Mancha, en la que el director ecuatoriano hizo gala de gran destreza en la manipulación de marionetas y en la adaptación del relato de Cervantes para el público infantil, se inscribió dentro de lo más destacado del festival.

En contraparte, José Palacios, a quien se debe la instauración y continuidad del festival, ofreció su versión de Antes del desayuno, en la que sólo rescató la obra de Eugene O’Neill a nivel contextual, para aventurarse en una dramaturgia basada en textos de, por increíble que parezca, Guadalupe Loaeza. Así, el montaje devino una crónica presuicidio de un hombre de clase alta atormentado por las exigencias y chantajes de su cónyuge. Pese a que el joven intérprete Octavio Michel dio muestras de un correcto manejo corporal y de su interiorización respecto al personaje, el que fueran los textos de la Loaeza los únicos pronunciados en off por la actriz que encarnó a la esposa del protagonista, convirtieron a la puesta en un híbrido fallido en su estructura, pero cuyo discurso, aderezado con anécdotas populares sobre las relaciones maritales, encontró resonancia y aceptación en la gradería.

Finalmente, y tras dos noches contrastantes de stand-up comedy (que registraron otro triunfo de Mónica Huarte y una derrota de Moisés Arizmendi), la argentina Luisa Calcumil, de confeso y orgulloso origen mapuche, clausuró el festival en Saltillo con Es bueno mirarse en la propia sombra, que recrea episodios relacionados con la discriminación y el abuso que sufren los indígenas en las grandes ciudades no sólo de Argentina, sino de todo el continente. A diferencia de quienes han procurado una exégesis de esta situación (el Teatro de los Oprimidos de Augusto Boal, por ejemplo), Calcumil se limita a hacer un teatro de denuncia frontal, que pisa abiertamente el melodrama, mediante el que llama la atención sobre estas desigualdades sociales. Podrá cuestionarse lo novedoso o afortunado de su estructura discursiva o dramatúrgica, pero nunca su congruencia y preocupación por reivindicar dignamente a su comunidad de origen.

Poco puede decirse de las actividades complementarias. Es éste, sin duda, el aspecto a pulir para las autoridades del INBA y del ICOCULT en ediciones venideras. En tiempos en los que es imposible soñar con grandes producciones, elencos numerosos y foros gigantescos, el monólogo seguirá siendo una de las opciones más socorridas para los teatreros del país. Revestir pues a estos festivales con un carácter de encuentro, convertirlos en oportunidades para reflexionar sobre un género que goza de popularidad, será la mejor de manera de asegurar su continuidad. Para muestra baste decir que la intervención de Jaime Chabaud sobre la dramaturgia de monólogos en una mesa redonda sembró más dudas y cuestionamientos que la totalidad de espectáculos presentados. Y tampoco habría que desaprovechar el interés y el profesionalismo de las autoridades culturales coahuilenses, lo que, en estas épocas, no es poca cosa, ni muchísimo menos.