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P O L I T I C A
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México D.F. Martes 1 de julio de 2003

José Blanco

México Posible

Desde mediados de los años 70, el nacionalismo revolucionario como discurso de la Revolución Mexicana fue agotándose a la par que se erosionaba el Estado corporativo. Pero al tiempo que se agotaba, iba mezclándose también con el discurso moderno de los nuevos liberales: las corrientes que se apoderaron del Estado, cuando José López Portillo percibió y expresó: "el mío es el último régimen de la Revolución Mexicana". López Portillo cedió los trastes a esas nuevas corrientes y así desfilaron por Los Pinos, De la Madrid, Salinas y Zedillo.

El populista nacionalismo revolucionario, sin embargo, fue rescatado por la corriente que formó Cuauhtémoc Cárdenas dentro del PRI, la que salió de esa caverna dominada por los neoliberales, para formar el Frente Democrático aliándose con unas izquierdas atomizadas que no hallaban la puerta de la política real. Por algún tiempo, Cárdenas probó, a la cabeza del Frente, que el nacionalismo revolucionario no estaba agotado como sentimiento de una porción significativa (aunque decreciente) de las masas. El PRD, en que se trocó el Frente, asumió ese discurso en el que creían vivamente sus dirigentes.

No obstante, pronto el nacionalismo revolucionario se desdibujó ahora en el interior del PRD al mezclarse con los mil y un discursos provenientes de las izquierdas atomizadas y al enfrentarse con la fuerza internacional incontenible del discurso de la globalización vestida con las prendas del neoliberalismo, mientras el socialismo real se derrumbaba.

La promesa de la modernidad del discurso neoliberal, en las nuevas condiciones del mundo, desconcertó a los perredistas. El PRD quedó así sin ideología identificable, salvo el tema que justifica la existencia de las izquierdas en todo el mundo: la justicia social. Sin saber cómo entenderla en el mundo de hoy y cómo vincularla con la transformación de la sociedad en un futuro, no formuló un programa a la altura de este siglo.

En paralelo a estos procesos, ocurría el reclamo democrático desde 1968. Las izquierdas hicieron el aporte sustantivo a la progresiva democratización de la vida social, al costo de cien mil batallas que incluyeron la cárcel y la muerte (aunque el neopanismo cree que esa democratización fue detonada por Clouthier; lo que muestra que los neopanistas viven en otro planeta).

Las cien mil batallas dieron un golpe mortal al autoritarismo. Pero esas batallas, también, crearon un estilo "político": el de la garra plebeya y rebelde que "no se deja" de nada ni de nadie, cueste lo que cueste -armar el zafarrancho que sea si es preciso-, y que reclama un lugar igual al de cualquier otro, especialmente si el altercado es contra "los que saben" (los llamados tecnócratas, por ejemplo), que desprecian a los ignorantes. Y así de paso, haciendo tabla rasa, se creó en las izquierdas una actitud profundamente antintelectual. "No dejarse" a ningún precio, no está mal; pero es muy insuficiente para crear una sociedad más justa en el mundo globalizado envuelto en una vertiginosa revolución científico tecnológica.

Los intelectuales se volvieron no confiables, especialmente si se atrevían a señalar ignorancia en las izquierdas. El resumidero de todo ello fue el PRD. Por eso ése es el estilo "político" de ese partido y por eso ahí no hay elaboración teórica ni estudio sistemático; sólo acopio de información para la lucha pragmática sin cuartel, para atender a su único leit motiv: el poder a toda costa en medio de atroces luchas internas de intereses, mientras la transformación de la sociedad era olvidada en la noche de los tiempos.

Las cien mil batallas dejaron también cien mil heridas, las más profundas en el alma. Los heridos están, casi todos, en el PRD. Hoy este partido tiene el aspecto de un gladiador cansino, enervado por sus afanes frente a fuerzas superiores, y tasajeado por todas partes. Este 6 de julio mejorarán el perfil de su bancada; veremos los resultados.

Frente a esa confederación de intereses que es el PRD, no puedo dejar de compartir la tesis de que México Posible es una "izquierda que surge de las luchas ciudadanas por los derechos de las mujeres, por el respeto a los derechos humanos, por la defensa de las causas indígenas, por la diversidad sexual, por mejores oportunidades a personas discapacitadas, y por el ambientalismo y la protección de los animales", como decía el desplegado que el 23 de junio firmaron un grupo ampliamente plural de destacados ciudadanos en favor de que este partido alcance su registro.

No puedo dejar de ver que este partido está compuesto por muchas personas que no tienen esas heridas ni el estilo político del gladiador herido y desorientado, que sí quieren estar cerca de unos intelectuales que, antes que el poder, quieren entender el mundo para hacerlo mejor, que sí requieren de elaboración teórica y estudio sistemático, que son un izquierda en la búsqueda sana y franca, de un camino nuevo.

Por esas razones México Posible tiene un humilde voto más: el del autor de este artículo

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