Mecca-cola ¿otro refresco es posible? JUAN AGULLÓ Uno de los símbolos más poderosos del Imperio es un refresco con sabor a cola. Dos multinacionales estadunidenses se reparten el mercado mundial. Hace siete meses un empresario francés se propuso quebrar el oligopolio ayudando, además, al pueblo palestino. MeccaCola es el resultado NO ME AGITE, AGITE SU CONCIENCIA. La Mecca-Cola es un efecto colateral de la política árabe del Pentágono. Una inesperada apuesta empresarial por quebrar el oligopolio de las dos multinacionales estadunidenses que se reparten el mercado mundial de los refrescos con sabor a cola. En apenas siete meses ha logrado vender una media de más de 2 millones de botellas mensuales en 34 países. Su secreto, abiertamente político: la nueva empresa dedica un 10% de sus beneficios a la causa palestina y otro 10% a asociaciones civiles y Organizaciones No Gubernamentales que operan en los países en los que se vende el nuevo refresco. Hasta ahora la empresa fundada por el francés de origen tunecino Tawfik Mathluthi no ha invertido un solo centavo en publicidad. La originalidad del producto le ha proporcionado unas cuantas portadas en la prensa árabe y europea que asisten atónitas al fenómeno de la temporada. Los chismorreos convencionales especialmente entre los globalifóbicos están haciendo el resto. Poco a poco se ha ido extendiendo la conciencia de que, "beber Mecca-Cola equivale a protestar contra la hegemonía de Estados Unidos". Quizá por eso, en algunos países, la iniciativa está siendo acogida con auténtico fervor político-religioso. Tanto que, algunos, han tratado de apuntarse el éxito a cualquier precio. En plena Guerra contra Irak comenzaron a circular otras dos nuevas marcas: Arab-Cola y Muslim-Up. Sin embargo, ninguna de las dos, ha tenido el éxito de la Mecca-Cola. Parece claro, pues, que su ventaja competitiva radica en el apoyo al pueblo palestino y a las políticas sociales en un contexto global de guerra y crisis socioeconómica. La competencia está alerta. En enero pasado, Coca-Cola, difundió un comunicado en el que recuerda "no estar vinculada con ninguna religión o grupo étnico". PepsiCo, por el momento, no ha hecho comentarios. Fatwas y alabanzasLa expansión de la Mecca-Cola por Medio Oriente y el Norte de África está coincidiendo con la posguerra de Irak. Palestina, por su parte, sigue siendo un símbolo para los musulmanes y Estados Unidos, el enemigo a batir. Kabul, Guantánamo, Bagdad y Jerusalén están grabados en el subconsciente colectivo. Mecca-Cola parece haber dado con algo mejor que la fórmula secreta de sus ahora competidoras: un planteamiento sociopolítico y un momento adecuados. El nombre escogido por la empresa francesa es el que, pese a todo, no ha sido del total agrado de los islamistas más radicales. La Meca ("MeccaCity", en inglés) es una de las tres ciudades santas del Islam (las otras dos son Medina en Arabia Saudita y Jerusalén): en la que Mahoma fundó la religión musulmana y la que precisamente por eso todo creyente está obligado a visitar al menos una vez en su vida. Para algunos ulemas (doctores de la fe) ese es motivo suficiente como para considerar al nuevo refresco tan herético como el alcohol. Algunos han llegado, incluso, a publicar agresivas "fatwas" (edictos religiosos) contra la bebida. Algo que no se comprende bien teniendo en cuenta que, en el mundo árabe, las marcas que hacen referencia a la ciudad santa son frecuentes. En realidad ese debe ser el motivo por el que la acogida que las sociedades árabes le están brindando a la Mecca-Cola está siendo salvo excepciones como la descrita inmejorable. Ahora en la posguerra, claro, porque durante el conflicto en Irak el consumo se contrajo. Un misterio comercial, como sea, superado. Tanto que, recientemente, fueron abiertas dos nuevas plantas embotelladoras: una al Occidente del Islam (en Marruecos) y la otra en pleno Golfo Pérsico (en los Emiratos Árabes). Su apertura facilitará su distribución: un obstáculo estructural que pretende ir siendo solventado progresivamente. GlobalifóbicosEuropa está siendo el otro gran mercado para la Mecca-Cola. Allá, los intentos de boicoteo contra las dos multinacionales estadunidenses del refresco con sabor a cola son históricos. Hasta ahora habían coincidido con guerras como las de Vietnam, Centroamérica o el Golfo, pero sus efectos siempre habían sido limitados. Con la Mecca-Cola, no. Su consumo ha prendido como la pólvora, especialmente en países como Francia y Gran Bretaña y en menor medida Italia, Alemania, Bélgica, España y los escandinavos. Dos colectivos han sido los principales responsables de tan inusitado éxito: los globalifóbicos y los migrantes. Los primeros a partir de pequeñas asociaciones se han hecho con las licencias locales de distribución de la Mecca-Cola. Gracias a su estructura están logrando una base más o menos fiel de consumidores que, de paso, les están proporcionando unos ingresos económicos que les permiten continuar con sus actividades de denuncia del neoliberalismo. El reto inmediato son las grandes redes de distribución: se trata de ser algo más que un refresco marginal y para ello hay que abrirse paso en las grandes superficies. No será fácil: ahí es donde, la competencia espera para dar batalla. Su recurso: las prácticas monopólicas. Saben lo que hacen: en Europa los bebedores potenciales de MeccaCola se cuentan por millones. Para empezar, entre otros grupos de globalifóbicos militantes, pero también entre simples ciudadanos simpatizantes de la causa palestina u opuestos al neoliberalismo. Con todo el colectivo que puede aportar bebedores más fieles de Mecca-Cola es el de los migrantes de origen musulmán: 11 millones en todo el Continente; un grupo social en ascenso que, además, cuenta con una tasa de natalidad muy elevada. Frente a tan incómodas realidades, las altisonantes defensas de la globalización parecen diluirse
De Al Jazeera a laLas multinacionales oligopólicas del sector están conscientes de que la iniciativa de la Mecca-Cola conlleva muchos más riesgos que iniciativas más o menos aisladas como la de la Tropi-Cola o la de la Zamzam-Cola. Dos intentos locales por quebrar la hegemonía de las multinacionales estadunidenses en el sector de los refrescos con sabor a cola. Ambas marcas están ligadas a procesos revolucionarios y han tenido éxito en mercados relativamente marginales como el cubano, el iraní y el saudita. Su problema de fondo es que, en realidad, nunca fueron pensadas para ir más allá. La Mecca-Cola, sí. El valor agregado más importante del nuevo refresco es su vocación internacional. Como su propio nombre indica se dirige fundamentalmente a los musulmanes (1.200 millones de fieles en el mundo), pero no sólo a ellos: también a los globalifóbicos y a los antiimperialistas. La Mecca-Cola no tiene, pues, más fronteras que las ideológicas: su potencial de crecimiento es, por consiguiente, enorme. La genialidad empresarial de Tawfik Mathluthi consiste en haber percibido eso. Un hecho, ni mucho menos aislado: Mathluthi pertenece a una generación de musulmanes que ha aprendido a pensar diferente. En el mundo árabe los tiempos cambian. Los niños palestinos siguen lanzando piedras contra los tanques israelíes y los gobiernos, gastando millonadas en armamento. Pero los que están comenzando a infligir verdaderas derrotas a los occidentales son los empresarios más jóvenes. Al Jazeera la televisora qatarí de información continua es probablemente el ejemplo más conocido y rotundo. La Guerra contra Irak terminó de encumbrarla en detrimento de la hasta entonces todopoderosa CNN. ¿Ocurrirá algo parecido con la MeccaCola y sus competidoras? Beber para ver
"Ya no siga bebiendo estúpidamente. Beba comprometido". El eslogan, funciona. Como dice el inventor de la MeccaCola, Tawfik Mathuthi, el sentimiento anti-americano no es problema suyo sino de la administración estadunidense. "Si quieren cambiar eso debieran cambiarle a sus políticas y a su doble rasero con los derechos humanos". Se puede decir más alto, pero no más claro. Mathuthi aprovecha la coyuntura, pero sólo hasta cierto punto. Hay tendencias estructurales mucho más preocupantes que los más de 2 millones de botellas mensuales de litro y medio que, por los momentos, vende MeccaCola. Las exportaciones estadunidenses a Medio Oriente se han reducido a cerca de la mitad en año y medio. El 11 de Septiembre, la Guerra de Afganistán, la de Irak demasiados sufrimientos; demasiados estereotipos; demasiados odios Los integristas no son los únicos que adversan a Washington. Una cosa es lo que digan y hagan los gobiernos árabes la mayoría, por cierto, escasamente representativos y otra muy diferente, la que sientan los ciudadanos y por ende lo que más suele preocupar en Estados Unidos los consumidores. En el mundo árabe están dictando sentencia: beben comprometido. El reconocimiento del presidente Bush del
derecho de los palestinos a formar un Estado; la elección de un
Primer Ministro más o menos enfrentado a Yasser Arafat y las recientes
"concesiones" del Primer Ministro israelí, Ariel Sharon, son piezas
de un mismo rompecabezas. En Washington parecen estarse dando cuenta de
que su agresividad hacia el mundo árabe, económicamente,
es una ruina para los capitales no industriales. El crecimiento interno
no termina de relanzarse y Bush hijo empieza a temer que, luego de las
presidenciales de 2004, sus asesores le terminen diciendo lo que a su padre:
"es la economía, estúpido". ¿Tragará?
En el Irán de los ayatolas (líderes espirituales chiítas) desde el triunfo de la Revolución Islámica en 1979 apenas se toman refrescos extranjeros con sabor a cola. ZamzamCola, una empresa nacional, controla el mercado: 7 mil 780 empleados y 162 millones de dólares de beneficios. Su fundación data de 1954 pero durante 25 años su consumo fue marginal: el propio gobierno del Sha prooccidental lo propició. Un intento pionero por acabar con la hegemonía de las multinacionales estadunidenses que terminó por imponerse de la mano de una lucha de liberación nacional. Ahora se expande por el mundo árabe. La Zamzam-Cola (nombre de una fuente sagrada de La Meca), en efecto, ha traspasado fronteras y ya se vende en países como Arabia Saudita, Pakistán o los emiratos del Golfo Pérsico. En los últimos años, su consumo fuera de Irán ha crecido exponencialmente: ha llegado a vender hasta 300 mil botellas al día. La competencia empieza a batirse en retirada. La ventaja comparativa de la Zamzam-Cola es que, bebiéndola, no se financia a multinacionales estadunidenses. Algo que, por cierto, tampoco es visto con malos ojos en Europa. Tanto que, Zamzam-Cola tiene previsto instalarse próximamente en Dinamarca.
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