Ojarasca 74  junio 2003

Las casas tojolabales nos interpelan
 
 

Carlos Lenkersdorf


Las casas tojolabales son modestas, de tablas de madera y un techo de paja o, recientemente, de lámina y otros elementos de madera. Por lo general, las casas no se pintan. El piso es de tierra y los muebles son escasos y modestos, hechos de madera por los tojolabales mismos. Lo notable es otro hecho. De casas pintadas dicen que son las casas de la ciudad. Evidentemente hay una diferencia cualitativa entre las casas tojolabales y las casas urbanas. Un distintivo es la pintura. Pero difícilmente se explica cierta aversión de los tojolabales contra las casas pintadas de la ciudad.

Otra cosa son las recientes pinturas de la historia y realidad zapatista en algunas casas y, sobre todo, edificios públicos. También ya hay casas de material, es decir, casas ejidales, escuelas y ermitas de reciente construcción, hechas por órdenes y apoyo del municipio, del estado o por un maestro de obra, empleado por la comunidad. Pero hay que enfatizar que esta clase de edificios son "públicos", exclusivamente para el uso comunitario.

Con la Reforma Agraria, a veces, se le dio a una comunidad el casco de la finca que incluyó la casa grande del patrón. En todas las comunidades tojolabales que conocemos, los comuneros jamás usaron la casa grande como casa habitación. Nunca se les ocurrió decir "ahora nos toca a nosotros a vivir en esta casona". Observamos los usos variados que se dieron a la casa grande. Pudo y puede servir de bodega, para Conasupo, para escuela o cualquier uso de la comunidad. Si no les vino otra idea, dejaron y dejan la casa que poco a poco se convierte en ruina. Es decir, el comportamiento señalado indica una aversión de los tojolabales a ocupar la casa grande como vivienda, por lujosa y amplia que fuera. La antipatía se puede explicar por razones históricas, es decir, las generaciones de haber vivido en el baldío. Esta fue la época de los siglos XIX y XX, cuando todos los tojolabales vivían de acasillados en las fincas. Por eso, el baldío, significa opresión, represión, discriminación y esclavitud. Razones suficientes para explicar el rechazo de esta clase de casas para viviendas.

Pero nos parece que otra idea está presente y explica la repugnancia a esas casas. ¿No es el caso que los tojolabales saben que la casa en la cual vivimos conforma nuestra mentalidad o, como dirían, nuestro corazón? Los patrones fueron ejemplificaciones vivas de esta función productora de las casas. Una casa señorial forma señoras y señores, es decir el patrón es producto de una casa patronal. Y así también su casa es expresión de la voluntad del patrón. Dicho en otras palabras, patrón y casa patronal se conforman mutuamente. El comportamiento de rechazo, a nuestro juicio, ejemplifica el "razonamiento del corazón" de los tojolabales que, a la vez, interpela y cuestiona a nosotros. ¿Cómo refleja nuestra mente y nuestro corazón la casa en la cual vivimos? Porque nuestra casa no es un cascarón neutral, sino todo lo contrario, reflejo de nuestra voluntad para modelar mente y corazón nuestros.



regresa a portada