![]() LUIS TOVAR Y SIGUE LA MATA DANDO Con Dame tu cuerpo, su más reciente filme, Rafael Montero hace más prolongada la seguidilla de comedias que, de un tiempo a esta parte, han conformado el grueso de nuestra producción cinematográfica contemporánea. Producida por Videocine y La Perrada Films, con guión de Enrique Rentería y protagonizada por Rafael Sánchez Navarro, Luz María Zetina y Pedro Álvarez en los papeles de Alex, Jacqueline y Germán, respectivamente, Dame tu cuerpo es la versión mexicana de una idea fílmica que no tiene a la originalidad como su principal virtud, y que puede traducirse con la pregunta: ¿qué pasaría si A "entrara" en B? Para mencionar solamente dos ejemplos recientes, recuérdense las estadunidenses ¿Quieres ser John Malkovich? (1999), y Este cuerpo no es mío (2002). Si usted las vio, sabe que en la primera de ellas muchos seres A del género femenino o masculino, no importa parasitan alternadamente a B masculino, y tampoco importa, sin que B abandone su continente matérico, y que a partir de esa premisa fantástica se despliega una extraña e interesante práctica de turismo en el cerebro del Otro. Dos datos importantes: jamás se explica, y a la verosimilitud no le hace ninguna falta, por qué A puede "meterse" en B, y B nunca se ausenta de sí mismo. La segunda, en cambio, da un valor genérico a las variables A y B, donde A es masculino y B es femenino. Así pues, un hombre "entra" en una mujer y lo que vemos en pantalla es a un hombre actuando como mujer. El quid es el "actuando como", ya que ahí se abren posibilidades infinitas para desplegar toda suerte de misoginia, machismo, homofobia y demás linduras. QUE
SÍ, QUE NO,
Dame tu cuerpo es buen ejemplo de lo anterior. Alex compendia todo aquello que, suponen algunos, representa al género masculino urbano de clase media en México: es gritón, ignaro e insolente, no piensa más que en sexo y, desde luego, rebosa misoginia por todos sus poros. A Jacqueline es posible definirla con una sola frase: es totalmente Palacio. Huelga decir que el "intercambio" de cuerpos deriva en una mutua repulsión, que dicha repulsión es la generadora de todo lo que sucede en la película, y que ésta llega a su fin con el feliz restablecimiento de la normalidad. Se supone que hay que reírse de las tribulaciones acaecidas mientras el guarro está en el cuerpo de la nena y la nena en el del guarro, pero para ello hace falta tener la convicción de que así son hombres y mujeres. BIENVENIDOS
AL CLUB
Pretendidamente modélicos, Alex y Jacqueline han sido perfilados de tal modo que nadie pueda dudarlo: masculinidad y feminidad son estilos más que cualquier otra cosa, y, como tales, a la manera de una vestimenta pueden sentarle bien o mal a cada quien. Pero como estamos en un universo de ficción donde sólo hay términos absolutos (masculino igual a burdo, rudo, tosco, elemental...; femenino igual a refinado, amable, delicado, ligero...), nada de lo que supuestamente define al hombre "cabe" en una mujer, y viceversa. De ahí la supuesta comicidad o, en otras palabras, la respuesta a la pregunta inicial: ¿qué pasaría si A...?, a la que se le añade su correspondiente inversa. Como su personaje masculino, Montero responde con tosca elementalidad: Alex en el cuerpo de Jacqueline no es más que Alex afeminado, y Jacqueline dentro de Alex es Jacqueline masculinizada. Hace ya ochenta y ocho años que,
sin preocuparse por la causa, Franz Kafka hizo que Gregorio Samsa despertara
un buen día convertido en cucaracha y, como todo mundo sabe, La
metamorfosis es una cumbre de la literatura. Por ejemplos como ése,
que dejan claro de qué modo puede volverse innecesaria una explicación
causal, en Dame tu cuerpo es verdaderamente desagradable el expediente
de justificar el intercambio de cuerpos y el retorno de los personajes
al de cada quien, mediante sendos fenómenos de alineamiento astral.
Pero esto, con todo y ser una notable falla por la vía del exceso,
es menos grave que la recurrencia al tono superficial, el saqueo inconsciente
(ojalá) al basurero de la idiosincrasia y la superlativización
de lo más execrable que hay en los roles de género cuando
son vistos, interpretados y vividos como banderas de identidad, en todo
lo cual han abundado, por desgracia, ya demasiadas comedias mexicanas recientes.
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