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E C O N O M I A
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México D.F. Lunes 16 de junio de 2003

León Bendesky

Tarea

Hay demasiada coincidencia entre quienes creen que la economía mexicana está siendo puesta a punto para iniciar una nueva etapa de crecimiento. Esa creencia es muy discutible, y en situación de estancamiento de largo plazo el consenso es sospechoso. En todo caso dicha creencia se basa en el argumento de que se ha hecho la tarea necesaria para estabilizar los precios mediante medidas monetarias y fiscales consistentes, encaminadas a controlar la cantidad de dinero y reducir el déficit público.

La noción de haber cumplido con una tarea, según dicen de México los burócratas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, y como suelen decir también el presidente Vicente Fox y los miembros de su gobierno, es curiosa cuando se aplica a la política. Una tarea la impone el patrón, un jefe o un maestro, es decir, la aplica quien ejerce algún tipo de autoridad sobre alguien que le debe alguna forma de sumisión u obediencia. ƑQuién ha impuesto esta tarea al gobierno mexicano y a esta sociedad? ƑCuál es el propósito de realizarla?

Detrás del cumplimiento de la tarea de la estabilización está el supuesto de que así los mecanismos del mercado funcionarán de manera más eficiente y crearán las condiciones de crecimiento. Pero deberíamos darnos cuenta de que el mercado exige cada vez más ajustes a esta sociedad sin que llegue el momento de cosechar los frutos de la expansión. Esa ha sido la misma historia desde que empezaron las políticas de ajuste en el gobierno de De la Madrid, y fue el argumento que guió la gestión económica de Salinas; incluso se sostuvo con la debacle financiera provocada por Zedillo, y sigue siendo la premisa en la actual administración, que no logra mover la actividad productiva luego de tres años de intento. Tampoco sale de la camisa de fuerza que se ha impuesto para hacer bien la tarea por la que aún espera un premio.

También debe ubicarse la asignación de esta tarea en el entorno que priva en la economía mundial, en la globalización que sigue provocando entusiasmos. Se tienden a generalizar las medidas de la política macroeconómica en todos los países y en todas las fases del ciclo de la evolución productiva, aunque las condiciones de su funcionamiento sean muy dispares y a pesar de que los resultados que se alcanzan están consistentemente por debajo de lo que se ofrece. Eso no importa: para todas las inconsistencias que se registran hay siempre alguna explicación que se acepta como si fuese una reprimenda por no haber cumplido con las instrucciones de la tarea. La unanimidad de las políticas es consistente con la noción de que debe cumplirse la tarea, y que la recompensa la concederán el mercado y, por supuesto, las firmas calificadoras que promueven las inversiones.

Ahora el señor Snow, secretario del Tesoro de Estados Unidos, ha venido a decir que México aprendió la lección y sacó provecho, lo que ahora debe expresarse en el mejoramiento de las condiciones sociales. Tampoco importa quién sea el mensajero -y ha habido muchos-, ya que el mensaje es siempre el mismo. La tarea no cambia y la lección es sólo una. En verdad hay poca variedad en las visiones que se proponen y los discursos que las exponen. Es más, no es fácil distinguir la parte de la tarea que se impone de aquella que se aplica por plena convicción en México.

La estabilidad de la que tanto se habla tiene fracturas. La contención monetaria y el tipo de cambio flexible no logran abatir la inflación. En una economía que no está creciendo, el nivel de los precios aún aumenta a tasas de 4 o 5 por ciento, y las tasas de interés reales, es decir, cuando se descuenta la inflación, son aun muy elevadas. Los episodios especulativos contra el peso hacen que su valor frente al dólar (o al euro) fluctúe rápidamente, y en una banda ancha; en los meses recientes los ataques especulativos han sido leves y a tono con el estancamiento económico que prevalece, pero las condiciones no eliminan la posibilidad de que se agraven. Estamos en un periodo atípico en que se han acumulado grandes reservas internacionales y el banco central se da el lujo de vender dólares, cuando la corriente mensual de esa divisa rebasa un monto predeterminado.

Por el lado fiscal seguimos operando en el rango de déficit público de apenas 0.5 por ciento como proporción del producto. Pero se esconden las cuentas contingentes que lo elevan cinco veces, cuyos rubros hay que pagar año tras año, más el componente estructural de las deudas del gobierno entre las que sobresalen las generadas por la crisis bancaria de 1995 y que se registran en las cuentas del Fobaproa y del IPAB. La contención fiscal que se cuida con tanto celo se manifiesta en una sensible reducción del gasto en inversión del gobierno, condición que contribuye decisivamente a la debilidad que muestra el proceso de crecimiento y la productividad general del sistema económico. Esto tiene consecuencias de largo plazo que contribuyen a que el ajuste no se vincule con la recuperación productiva.

El discurso político elaborado fuera y dentro del país no da cuenta de la situación de esta economía, resquebrajada en su estructura para generar mayor producto y para financiar la inversión ante la inoperancia de los bancos que han dejado de lado los riesgos propios de su función para convertirse en rentistas. Por más de 20 años los gobiernos del país han sido aplicados en hacer la tarea y las lecciones aprendidas no son claras para la sociedad. Ya es tiempo de pensar más allá de la unanimidad.

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