286 ° DOMINGO 15 DE JUNIO DE 2003
Elecciones 2003
“Quiero ser
gobernador”

DANIELA PASTRANA

Rubén Figueroa Smutny, hijo del ex gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa Alcocer, es candidato a diputado federal por el PRI. La masacre de campesinos en Aguas Blancas, que enterró la carrera política de su padre en 1995, lo lanzó a la arena electoral. Ya ha sido diputado local y, si no hay sorpresas, el 6 de julio vencerá a sus oponentes, pero a diferencia de su padre y de su abuelo –el legendario Tigre de Huitzuco– este ingeniero industrial de 36 años jura que la política no es su vida. “No me obsesiona, ‘tengo un plan B’”, dice

Fotografía: Carlos Ramírez MamahuaA este Rubén Figueroa le falta el puro con que suele verse a su padre y el gesto rudo que identificaba a su abuelo. No fuma, pero como buen guerrerense es bueno para tomar mezcal. Tampoco usa armas ni lleva guardaespaldas. Tiene la costumbre de juguetear con su anillo de bodas mientras escucha a sus interlocutores y no hay nada en su aspecto relajado que provoque temor.

Es el heredero político de un clan que durante casi nueve décadas ostentó cargos públicos en uno de los estados miserables del país. Un bebesaurio, según el argot político, miembro de esta extraña generación de descendientes del más rancio PRI que se mueve a sus anchas en la iniciativa privada.

Durante años mamó del poder plenipotenciario que ejercieron su padre, Rubén Figueroa Alcocer, y su abuelo, Rubén Figueroa Figueroa, ambos gobernadores de Guerrero, y sólo comenzó a interesarse en la política cuando su familia cayó en desgracia. Ahora es candidato del PRI a diputado federal por el distrito 4, el corazón del figueroísmo, y si no hay sorpresas, el 6 de julio vencerá a su contendiente más cercano: el perredista Juan Rodolfo Martínez Rivera, un hombre que ha ido y regresado del PRI al PRD y es cercano al presidente municipal de Iguala, Lázaro Mazón.

Rubén Figueroa Smutny lleva en su nombre una parte de la historia de Guerrero. Es descendiente de una familia de caudillos revolucionarios que impuso su apellido a su tierra natal: Huitzuco de los Figueroa. Ni más ni menos.

Su abuelo, Rubén Figueroa Figueroa, el legendario Tigre de Huitzuco –secuestrado por la guerrilla de Lucio Cabañas en 1974, un año antes de ser gobernador–, completaría la hazaña de convertir al estado en el “Guerrero de los Figueroa”. Su estilo de gobernar puede resumirse, en una frase que –según la voz pupular– acostumbraba usar con sus oponentes: encierro, destierro... o entierro.

Su padre también fue gobernador de mano dura, pero cayó en desgracia. A mitad de su mandato, en junio de 1995, 17 campesinos fueron emboscados y asesinados por la policía estatal en el vado de Aguas Blancas; a Figueroa Alcocer no pudo salvarlo ni su presumido compadrazgo con el entonces presidente Ernesto Zedillo, y un año después dejó el cargo.

Figueroa Smutny tiene su versión del hecho y la repite hasta el cansancio:

“Lo de Aguas Blancas fue una estrategia del PRD para quedarse con el gobierno del estado, porque prácticamente mi papá lo había borrado del mapa. Fue una jugada política; a mi padre lo traicionó su gente y lo entregó el presidente Zedillo. Pero él no mandó matar a los campesinos, a mi papá se le juntaron las circunstancias.”

Amigos de mentiras,
enemigos de a de veras
Como sea, Aguas Blancas lo marcó. Figueroa Smutny tenía entonces 28 años, había concluido sus estudios de ingeniería industrial en la Universidad Panamericana de la ciudad de México y estaba concentrado en sus negocios: Figuermex, el emporio de transporte creado por su padre, y un negocio de caña en el estado de Veracruz.

“Pasé de ser el hijo del gobernador poderoso, amigo del Presidente, a hijo del ex gobernador perseguido y linchado por los medios. Comprobé lo que decía mi abuelo: ‘los amigos son de mentiras y los enemigos son de a de veras’.”

A este hecho se sumó su propio secuestro, en julio de 1997.

Dos años después, en 1999, el equipo político de su padre decidió apoyar la nominación del actual gobernador, René Juárez Cisneros. A cambio, concede Figueroa Smutny, demandó para sí un escaño en el Congreso local. Así entró a la política, por la vía plurinominal...

“Soy del tipo de persona a la que no le gusta quedarse con dudas y si tengo una oportunidad la aprovecho. ¿Cuál era mi duda? Aguas Blancas. Quería saber qué tanto la gente piensa lo que han montado los medios”, dice.

Algo de razón tendrá, si los votos en este distrito siguen siendo para el PRI. “Lo vamos a ver en esta elección. Si pierdo quiere decir que no tengo nada que hacer aquí y me voy a mis negocios; pero si gano es que lo que se dice en los medios sobre mi padre y mi abuelo no está en la conciencia de la gente.”

En su opinión, el PRI “se está jugando su supervivencia” en la elección federal. “Las estructuras ya no son tan leales. Te encuentras con personajes que te quieren chantajear... Pero el México actual se lo debemos al PRI, con lo bueno y lo malo”.

“Sí, quiero ser gobernador”
Su padre y su abuelo crecieron y operaron siempre con un PRI que tenía mayoría. “Eso ya no existe –dice, llano–, ahora tienes que ser flexible, tolerante”. El, por ejemplo, como diputado tiene que gestionar con funcionarios panistas a escala federal, priístas a escala estatal, y perredistas a escala municipal. “Son situaciones muy diferentes, si te encasillas y te enfrentas con la oposición no vas a lograr nada”.

–¿Quiere ser gobernador?

–Sí, quiero ser gobernador de Guerrero, pero a largo plazo. Quiero hacer una carrera política, no política a la carrera.

Estamos en el restaurante Mi casa, su casa, en Iguala, cabecera del distrito y municipio gobernado por Lázaro Mazón (PRD). Recientemente, el secretario de Relaciones Políticas del CEN del PRD, Ramón Sosamontes, aceptó que éste es uno de los distritos que puede ser ganado por el PRI. Los cálculos del tricolor adelantan que la ventaja será de 6 mil votos: 10 por ciento de la votación esperada.

El distrito incluye 10 municipios, entre ellos Iguala –donde se concentra la mitad del electorado–, Huitzuco de los Figueroa, Zumpango –tierra del líder del Congreso local, Carlos Sánchez, y la directora estatal el DIF y pariente de los Figueroa, Paula Reyna–, Tlacotepec, Copalillo, Atenango del Río y Tepecuacuilco.

Figueroa Smutny tiene tiempo para entrevistarse con José Luis Román Román y Raymundo Román Noverón, ex presidentes municipales de Iguala. Hablan largo y se despiden con afecto. Lo conocen desde que era un bebé.

“La política siempre ha sido parte de mi vida –dice el candidato–. Pero tampoco es una obsesión. Es lo que me hace diferente (de su padre y abuelo): Tengo un ‘plan A’, si gano, y un ‘plan B’, si pierdo”, indica.

El “plan B” es regresar a la iniciativa privada, que en su opinión es “más congruente y justa” en la retribución del trabajo, que la política. “Si trabajas mucho y haces las cosas bien, tienes buenos resultados. En la política, en cambio, puedes ser un holgazán y tener buenos resultados; lo que te da es la satisfacción del servicio a la gente, pero hay cosas que no estoy dispuesto a hacer para mantenerme en una posición”.

Todos los Rubén Figueroa
Alguna vez, un diario local publicó: “Cuando sale el sol y se mete el sol en Guerrero es culpa de Rubén Figueroa; si sale mal la cosecha, es culpa de Rubén Figueroa, y si la Virgen sale embarazada es culpa de Rubén Figueroa. Les gusta para todo,“ y para Figueroa Smutny, hay algunos personajes más dañinos que su padre y su abuelo. Los periodistas, por ejemplo, a quienes responsabiliza de la desgracia familiar.

–El apellido, ¿pesa o ayuda?

–Tiene cosas buenas y malas. Creo que son más cosas buenas, pero esta elección es una forma de medirlo.

–¿Cómo definiría a su abuelo?

–Yo era un niño, pero veía que se acercaba mucho a la gente, recibía a todo mundo, y lo mismo vi con mi papá.

Este hombre de 36 años ha bajado cinco kilos en la campaña, y asegura que es porque tiene el peor carácter de los tres. “Soy muy desesperado –dice –. Ellos eran más pacientes”.

No se sabe, pues todavía hay otro Rubén Figueroa, el cuarto de una zaga que inició con el Tigre de Huitzuco: su hijo, de seis años. Literalmente, hijo de tigre...

–¿Le gustaría que se dedicara a la política?

–Espero que no.