La Jornada Semanal,   domingo 1º de junio del 2003        núm. 430
entrevista con Fernando Montiel 
Ramón Córdoba Alcaraz

Cantar como Javier Solís

"Me llamo Fernando Montiel. Yo era cantante de un trío que alguna vez tuvo nombre, pero se nos fue olvidando: ¿para qué servía, si casi ninguno de los clientes preguntaba? Y menos iban a recordarlo, ¿no? Trabajábamos en restaurantes y cantinas del mero sur de la ciudad, casi por la salida a Cuernavaca: Rancho Viejo, Andionis, La Jalisciense, a veces hasta El Naranjito. Al Arroyo no nos dejaban entrar, porque allí tenían sus cantantes y hasta show. Nuestro repertorio era de lo mero bueno, cantábamos baladas, rancheras, sones, algún huapango y boleros. Nos iba bien cuando había dinero y en la ruta encontrábamos puros lugares repletos. Podía ser porque fuera día de festejo como el 10 de mayo, porque ya vinieran vacaciones o nomás porque empezaba el fin de semana. Cuando no había nada de eso, tristeábamos por ahí, afinando las guitarras mis compañeros y yo dizque la voz. Nos dábamos ánimos. A veces les cantaba por puro gusto. Hubo temporadas en que sacábamos lo del gasto en la primera hora y lo demás era ganancia. Otras veces ni para el gasto salía.

"Yo ya nomás canto en fiestas de amigos y parientes, y eso si me insisten mucho y hay quien me acompañe con la guitarra. Y bien, sin descuadrarse. Si no, mejor no canto. Lo primero que me piden por lo regular son rancheras. Historias de machos valientes y de borracheras, o de ésas de dolidos porque los traicionó una vieja o no los peló. En los huapangos me luzco bastante porque todavía saco buen falsete, muy limpio, y eso que me la pasé años cantando entre fumadores. A veces parecía que había neblina en el lugar nomás de tanta humadera que hasta me hacía lagrimear. Me aplauden mucho cuando canto "El flautín del pastor". Pero tarde o temprano me piden boleros, que son los que más me gusta cantar. Y era igual cuando cantaba con el trío. Dicen que a todos nos da por lo romántico aunque lo traigamos muy guardadito, y yo pienso que ha de ser verdad.

"El primer bolero que canté sigue pareciéndome el mejor de todos, aunque la verdad no presumo de muy conocedor. Era ése de: "La puerta se cerró detrás de ti, y así detrás de ti se fue mi amor…". No me recuerda a ninguna vieja en especial, yo diría que me recuerda a todas. Pero casi no me lo pedían. Cantaba más uno que siempre me pareció medio arrastrado y muy sangrón: "Como un rayito de luna entre la selva dormida, así la luz de tus ojos ha iluminado mi pobre vida." Y las parejas ligándose o de plano fajando, y nosotros en plena canción, sin pelarlos mucho para no desconcentrarnos. A veces hasta hubo compromiso, y hasta nos llegaron a contratar para que cantáramos en la boda. Y nos pagaron y todo. Comimos, chupamos, hasta itacate nos daban. Por ahí tengo fotos de algunas de esas ocasiones. No fueron tantas, pero sí algunas. En las fotos casi siempre me ponía a un lado de la novia, para no verme tan chaparrito, pero alguna vez salí al lado de un novio, creo que era el señor Agustín, y le doy como a la cintura. Bueno, no: como al hombro.

"Alguna vez nos tocó salir corriendo, pero en joda, de un tiroteo cantinero, de una golpiza, de un malentendido… También nos llegó a tocar que clientes muy borrachos o muy cabrones no nos quisieran pagar o la hicieran de pleito ratero. Cuando pasaban cosas así me preocupaba Esteban, mi paisano, que era ciego, de ésos de bastón blanco. Ya murió. Tocaba muy bien el requinto y era muy abusado, pero a la hora de los madrazos había que cuidarlo, no lo fueran a descontar, nomás imagínese. Y no iba a saber ni quién, ni por dónde le llegó. Pero fuera de dos que tres trancazos nunca nos pasó nada, gracias a dios. Sólo el susto.

"Lo que más me gustó de todo este relajo fueron siempre las serenatas… ¡ah, cómo eran fregonas las pinches serenatas! Y ahora ya ni quién dé serenata, ¿verdad? Empezábamos con "Gema", ¿no? O alguna así; luego "Reloj", que podía no venir al caso pero como que sí porque les daba la calambrina a las chavas. Como que sentían que un descuidito y adiós. Y al final la pieza fuerte; algo así como "No sé qué tienen tus ojos, no sé qué tiene tu boca, que domina mis antojos y a mi sangre vuelve loca." "Esclavo y amo". Casi que es mi favorita, pero faltaba que pudiera cantarla como Javier Solís. Siempre me faltó poder cantar como Javier Solís. La muchacha salía por lo regular a la primera y se quedaba en la puerta, con una sonrisota. Alguna vez llegué a pensar: "Donde se atarugue este maje, le vuelo la chamacona." Pero no, pues cómo: era un cliente.

"Más o menos me acuerdo de algunos clientes, de los más constantes, pero de ti la verdad no. Dices que ibas a La Jalisca y que varias veces me pediste "Soy lo prohibido" y nunca me la supe. Te la sigo quedando a deber."