Ramón Córdoba Alcaraz Cantar como Javier Solís "Me llamo Fernando Montiel. Yo era cantante de un trío que alguna vez tuvo nombre, pero se nos fue olvidando: ¿para qué servía, si casi ninguno de los clientes preguntaba? Y menos iban a recordarlo, ¿no? Trabajábamos en restaurantes y cantinas del mero sur de la ciudad, casi por la salida a Cuernavaca: Rancho Viejo, Andionis, La Jalisciense, a veces hasta El Naranjito. Al Arroyo no nos dejaban entrar, porque allí tenían sus cantantes y hasta show. Nuestro repertorio era de lo mero bueno, cantábamos baladas, rancheras, sones, algún huapango y boleros. Nos iba bien cuando había dinero y en la ruta encontrábamos puros lugares repletos. Podía ser porque fuera día de festejo como el 10 de mayo, porque ya vinieran vacaciones o nomás porque empezaba el fin de semana. Cuando no había nada de eso, tristeábamos por ahí, afinando las guitarras mis compañeros y yo dizque la voz. Nos dábamos ánimos. A veces les cantaba por puro gusto. Hubo temporadas en que sacábamos lo del gasto en la primera hora y lo demás era ganancia. Otras veces ni para el gasto salía. "Yo ya nomás canto en fiestas de amigos y parientes, y eso si me insisten mucho y hay quien me acompañe con la guitarra. Y bien, sin descuadrarse. Si no, mejor no canto. Lo primero que me piden por lo regular son rancheras. Historias de machos valientes y de borracheras, o de ésas de dolidos porque los traicionó una vieja o no los peló. En los huapangos me luzco bastante porque todavía saco buen falsete, muy limpio, y eso que me la pasé años cantando entre fumadores. A veces parecía que había neblina en el lugar nomás de tanta humadera que hasta me hacía lagrimear. Me aplauden mucho cuando canto "El flautín del pastor". Pero tarde o temprano me piden boleros, que son los que más me gusta cantar. Y era igual cuando cantaba con el trío. Dicen que a todos nos da por lo romántico aunque lo traigamos muy guardadito, y yo pienso que ha de ser verdad. "El primer bolero que canté sigue pareciéndome el mejor de todos, aunque la verdad no presumo de muy conocedor. Era ése de: "La puerta se cerró detrás de ti, y así detrás de ti se fue mi amor ". No me recuerda a ninguna vieja en especial, yo diría que me recuerda a todas. Pero casi no me lo pedían. Cantaba más uno que siempre me pareció medio arrastrado y muy sangrón: "Como un rayito de luna entre la selva dormida, así la luz de tus ojos ha iluminado mi pobre vida." Y las parejas ligándose o de plano fajando, y nosotros en plena canción, sin pelarlos mucho para no desconcentrarnos. A veces hasta hubo compromiso, y hasta nos llegaron a contratar para que cantáramos en la boda. Y nos pagaron y todo. Comimos, chupamos, hasta itacate nos daban. Por ahí tengo fotos de algunas de esas ocasiones. No fueron tantas, pero sí algunas. En las fotos casi siempre me ponía a un lado de la novia, para no verme tan chaparrito, pero alguna vez salí al lado de un novio, creo que era el señor Agustín, y le doy como a la cintura. Bueno, no: como al hombro. "Alguna vez nos tocó salir corriendo, pero en joda, de un tiroteo cantinero, de una golpiza, de un malentendido También nos llegó a tocar que clientes muy borrachos o muy cabrones no nos quisieran pagar o la hicieran de pleito ratero. Cuando pasaban cosas así me preocupaba Esteban, mi paisano, que era ciego, de ésos de bastón blanco. Ya murió. Tocaba muy bien el requinto y era muy abusado, pero a la hora de los madrazos había que cuidarlo, no lo fueran a descontar, nomás imagínese. Y no iba a saber ni quién, ni por dónde le llegó. Pero fuera de dos que tres trancazos nunca nos pasó nada, gracias a dios. Sólo el susto. "Lo que más me gustó de todo este relajo fueron siempre las serenatas ¡ah, cómo eran fregonas las pinches serenatas! Y ahora ya ni quién dé serenata, ¿verdad? Empezábamos con "Gema", ¿no? O alguna así; luego "Reloj", que podía no venir al caso pero como que sí porque les daba la calambrina a las chavas. Como que sentían que un descuidito y adiós. Y al final la pieza fuerte; algo así como "No sé qué tienen tus ojos, no sé qué tiene tu boca, que domina mis antojos y a mi sangre vuelve loca." "Esclavo y amo". Casi que es mi favorita, pero faltaba que pudiera cantarla como Javier Solís. Siempre me faltó poder cantar como Javier Solís. La muchacha salía por lo regular a la primera y se quedaba en la puerta, con una sonrisota. Alguna vez llegué a pensar: "Donde se atarugue este maje, le vuelo la chamacona." Pero no, pues cómo: era un cliente. "Más o menos me acuerdo de algunos
clientes, de los más constantes, pero de ti la verdad no. Dices
que ibas a La Jalisca y que varias veces me pediste "Soy lo prohibido"
y nunca me la supe. Te la sigo quedando a deber."
|