Jornada Semanal, domingo 1º de junio  de 2003           núm. 430

GERMAINE GÓMEZ HARO

MARISA LARA Y ARTURO GUERRERO: 
DESCARGAS EMOCIONALES

Mostrar, develar, explicar el mundo a través de metáforas que aluden a las tribulaciones cotidianas del ser humano, ha sido una constante en la creación de Marisa Lara y Arturo Guerrero, artistas plásticos cuyo trabajo se ubica en la intersección entre arte y filosofía. Marisa y Arturo dibujan los contornos de los sentimientos más profundos. Con matices y claroscuros esbozan la topografía del amor y el desamor, la melancolía y la nostalgia, el erotismo, la ternura, el desasosiego, la incertidumbre… Rebeldes, idealistas y soñadores, los artistas se han abocado en los últimos años al análisis de los conflictos del hombre contemporáneo, con el afán de entender los males ontológicos que se expanden como epidemias en un mundo donde somos cada vez más robots y menos seres humanos. La exposición Alta tensión. Cuerpos brillantes reúne su trabajo reciente en la galería Oscar Román.

En la muestra presentada el año pasado en la Casa de Francia bajo el título de Curaduría, Lara y Guerrero marcaron un tour de force en su trayectoria al desarrollar una obra multidisciplinaria, de carácter primordialmente conceptual, en la que debatieron con ironía y sentido crítico sobre el doble tema de la salud del arte y la salud física, asociando el poder que ejercen tanto el curador sobre la creación plástica, como el médico sobre el enfermo. Fue una obra catártica en la que la pareja exorcizó, por medio de su creación, el dolor provocado por la enfermedad de un familiar querido. El leitmotiv de ese trabajo fue la contienda entre la vida y la muerte, mientras que ahora destaca en el centenar de piezas que integran Alta tensión… una reflexión lúdica acerca de las relaciones humanas –principalmente el encuentro y desencuentro de la pareja–, así como la azarosa posición del hombre frente al cosmos. Pinturas reverberantes por su colorido y poéticas por su luz interior, invitan al espectador a adentrarse en un ámbito de "alto voltaje" en el que se plantea una lucha de contrarios, tema de debate ético en el mundo actual: el espíritu humanista contra el pragmatismo materialista, el avance desmesurado, y en ocasiones equivocado, de la ciencia contra la integridad de la naturaleza, el hombre como ser humano individual y fracturado contra el ente mecanizado, carente de rostro y corazón.

Marisa Lara desarrolla varias obras en serie –entre ellas, unos relieves en terracota y unos exquisitos dibujos en pequeño formato– donde narra, a través de escenas que remiten a las tiras cómicas, situaciones alusivas a la relación amorosa, la complicidad, la incomunicación, el deseo erótico, la atracción y el rechazo. Sus pinturas denotan un nuevo tratamiento de los materiales, en el que destaca una sutil combinación de trazos libres y gestuales para lograr fondos de rica textura, sobre los cuales plasma, a través de veladuras, imágenes de una delicadeza asombrosa que se proyectan hacia el exterior de la tela como unas finísimas sombras. Es evidente que Marisa ha trabajado estas piezas con un extremo cuidado, tendiendo un puente entre el rigor de la factura y la sutileza del tema relativo a sus cavilaciones sentimentales.

Arturo Guerrero recurre a un lenguaje neopop de trazos esquemáticos y colorido estridente, para hablar de situaciones personales y existenciales. Admirador de la física, Arturo juega con términos técnicos como "shock, estallido, magnetismo, cortocircuito, termoeléctrica, carga de baterías", para expresar en sus obras su preocupación por el desequilibrio del género humano en su entorno natural. Guerrero construye unas piezas que resultan divertidas por la utilización fresca y desenfadada de objetos de uso común como una máscara de soldador, embudos, un tapete de plástico, discos compactos, luces de neón, entre otros, para apuntar, en un lenguaje conceptual, la posición dual y contradictoria del hombre como ser sensible y víctima de una sociedad plastificada.

Como bien decía Voltaire, maestro clásico de la sátira y la ironía e implacable crítico de su tiempo : "Un buen optimista es un optimista en acción." Optimismo voltaireiano, inteligencia y sensibilidad son los destellos que iluminan las obras de Marisa y Arturo, electrizadas por sus descargas emocionales y su implacable sentido del humor. Sus trabajos multidisciplinarios se enlazan entre sí a través de un discurso antisolemne, diáfano y coherente, en el que resaltan sus tribulaciones ontológicas que propician la diatriba contra la banalización y frivolidad del mundo actual. La entrañable pareja aborda el arte "como un medio para conectarnos con la existencia, para ayudarnos a recargar constantemente las baterías".

El talante entusiasta, franco y espontáneo de estos artistas incita al espectador a apostarle a la vida y pelear por la construcción de un mundo mejor. No todo está destruido –leemos en sus obras–, aún es tiempo de edificar y reconstruir, de bregar por la cimentación del ser humano como ente espiritual en una sociedad en la que la tecnología ha ido poco a poco despojando al hombre de sus cualidades sensoriales. Con su humor fino, ácido y sagaz, no exento de una reflexión crítica y profunda, el arte de Marisa y Arturo lanza luces incandescentes sobre nuestro mundo sombrío y cada vez más inhumano. Sus cavilaciones me llevan a reflexionar con el filósofo Tzvetan Todorov que "el hombre merece seguir siendo el objetivo del hombre".