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E S P E C T A C U L O S
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México D.F. Jueves 29 de mayo de 2003

PERFORMANCE

Sandra Rozental

Gómez Peña: transgresión y demagogia

EL MIERCOLES 21 y jueves 22 de mayo, en la galería central del Museo Universitario del Chopo, se presentó la tropa performancera La Pocha Nostra, dirigida por Guillermo Gómez Peña, en la que participan Juan Ybarra, Michelle Ceballos y Violeta Luna. La entrada centelleaba de personajes alineados en una cola-serpiente que se deslizaba sobre casi tres cuadras. La mayoría de los asistentes eran jóvenes de entre 18 y 35 años, disfrazados a la última moda, raros y originales á la carte, radiantes y eclécticos a propósito. Fashion: el único adjetivo que describe su uniformidad. La música zumbaba a todo volumen, interrumpida por un violoncello solitario y orgasmos gritados por los labios de un altavoz digital. Las luces bailaban ritmos de cumbia mezclada con tecno y blues, pintando a los actores y al público con tintes multicolores, kitsch y muy "posmo". Imágenes y movimientos proyectados en las paredes definían el decorado, mientras piezas y vitrinas de museo constituían la museografía. En la parte superior de la galería, un corredor-museo incitaba a los visitantes a cuestionar sus propios conceptos de curiosidad, retomando vitrinas y piezas de los gabinetes de curiosidades del siglo XVIII, y yuxtaponiéndolas con objetos de la vida diaria y obras de artistas como Helen Escobedo y Ariel Guzik.

POR 75 PESOS (con descuento de estudiante, 50), La Pocha Nostra invitaba a vivir un "museo de la identidad fetichizada", a explorar los prejuicios, los estereotipos, los límites y las fronteras de la identidad cultural de cada uno de los voyeurs. Los performance-espectáculos ocurrían en dioramas situados en cada esquina y el centro de la galería. Además, una decena de personajes "rolaba" entre el público, ofreciendo conmover, asustar y sorprender, incitando a los espectadores a tocar, a mirar, a dialogar, a probar, a trascender sus nociones de género, sexualidad, identidad, pertenencia y otredad. Mujeres y hombres del público cedieron a la insistencia del propio Gómez Peña para participar, en cuerpo y alma, en su búsqueda estética y conceptual. El otrora Mexterminator ordenaba a sus personajes como director de orquesta, los ubicaba en estatuas humanas colectivas, los incitaba a traspasar sus propias normas, a quitarse la ropa, a tocar seres desconocidos, a disfrazarse del otro, a lamerse, a escribirse mensajes en la piel, mientras el resto de los espectadores participaba en el proceso de creación aconsejando al artista, "metiendo mano" a su propuesta conceptual-estética.

AL INICIO ERAMOS simples espectadores, observadores que caminaban temerosos entre las tarimas, que sonreían nerviosamente ante las muecas de los performanceros y daban un apresurado paso hacia atrás cuando sus gestos rebasaban nuestra cómoda distancia, nuestra frontera. Sin embargo, no tardamos mucho en querer también experimentar, en querer también interactuar y participar en el mitote. Empezamos a arrojar nuestra lengua sobre objetos desconocidos, a desnudarnos sin rubor, a tocar partes prohibidas, a gritar palabras normalmente silenciadas por el deber ser. Entramos rápidamente en este mundo carnavalesco, adaptándolo y adoptándolo, volviéndolo nuestro, normal y cómodo.

CON ESTA EXPERIENCIA en el bolsillo, las expectativas de asistir (gratuitamente, además) a la presentación de La Pocha Nostra en la Fábrica de Artes y Oficios de Oriente (Faro), el sábado 24, eran simplemente enormes. Además de la pura y dura realidad de que pocos espectáculos de fama internacional aterrizan en este recinto, era fácil imaginar el maravilloso espacio del Faro adaptado a la propuesta estética de Gómez Peña. No faltaba tampoco una admitida curiosidad por ver las interpretaciones y reacciones de un público distinto al clan de chicos y chicas fashion, en especial dado que mucha de la iconografía y el lenguaje utilizado por los performanceros de La Pocha Nostra provienen de los sectores populares, chicanos y chilangos, o sea, en cierto modo, de Iztapalapa.

LAS PRIMERAS SEÑALES de la desilusión vinieron pronto: la puerta del recinto estaba resguardada por agentes protectores de la seguridad pública, y a un lado, unos pocos metros mas allá, un Mercedes Benz rompía totalmente con el paisaje de un centro cultural cuyos jardines están invadidos por discos viejos rotos, pedazos de juguetes oxidados y mucha basura. Sólo esta imagen era suficiente para prever la realidad de la propuesta. En un pequeño escenario rodeado de ventanas apenas cubiertas con paños negros, y no a lo largo de la nave donde habitualmente se pinta, se graba y se esculpe, los performanceros de La Pocha Nostra hacían su espectáculo ante una proyección de videos de performances pasados, en su mayoría en inglés, que trataban temas de poca o ninguna relevancia para un público desconocedor de los estereotipos relacionados con los italiano-estadunidenses o los anuncios de Taco Bell.

EL ESCASO PUBLICO estaba tirado en el suelo, con la excepción de algunos curiosos de pie que entraban y salían de la sala esporádicamente. Pocos veían a los artistas, fascinados más bien por la pantalla, por sus imágenes coloridas y rápidas, estilo MTV, por más irreconocibles y sin sentido que fueran. Otros más dormían mientras sus compañeros cuidaban a niños pequeños que se morían de risa a carcajadas señalando la semi desnudez de ese "güey". La Pocha Nostra estaba acompañada por un vacío museográfico total, por un silencio de luces llamativas y un sonido ahogado y confuso. El performance "interactivo" no constaba de ninguna invitación a participar, a tocar o a morder, y así romper los límites conceptuales y culturales del público, sino que era un espectáculo tradicional, con roles muy definidos de actores y espectadores, curiosidades y curiosos. Las palabras explicativas del presentador-narrador, pertenecientes al discurso de la academia y además pomposas y rebuscadas, cayeron en oídos sordos, o más bien ensordecidos. Y el famoso Gómez Peña, Mexterminator y defensor de los inmigrantes, de los marginales, de los jodidos, artista conceptual que remastica el idioma de estos sectores y lo escupe en la cara del establishment... ausente. Una cachetada en la cara de aquellos que creían en su trabajo, pero sobre todo en las mejillas de sus propios sujetos-objetos.

EL ANUNCIO "LA Pocha Nostra va al Faro" resultó por lo menos engañoso porque casi nada de lo rumbosamente exhibido en el Chopo pudo vivirse en Iztapalapa. Pero, claro, de eso no van a enterarse sus fans y promotores cosmopolitas, asustados quizá de llevar sus coches al Faro o de descubrir en la estación del Metro Acatitla un pocho sin maquillaje ni reflectores.

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