Jornada Semanal, domingo 25  de mayo  de 2003            núm. 429

ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

PESCADORES 
DE FRASES CÉLEBRES

A Claudia Altamirano
No se trata de pensar en el reciente siglo y medio, pletórico de medios masivos de comunicación que han permitido recoger, abusivamente y ad nauseam, frases, ocurrencias, dichos y tonterías de toda clase de personajes: la prensa, la radio, el cine, la televisión y, ahora, internet, consiguen que el mundo sea testigo del hecho trascendente de que un bombero chileno rescate a un gato capturado por la copa de un árbol en Santiago, casi en el momento de la heroica salvación del felino, y que un televidente pueda presenciar el instante en que el primer magistrado farfulla un malhumorado "¿y yo por qué?" ante preguntas chiquihuitiles, o cuando un secretario de Estado declara su empatía intelectual con los patos texcocanos, o cuando Georgie senior vomita durante la cena en el transcurso de una visita oficial a Japón, comentario indudablemente profético de las acciones por venir de su alcohólico Georgie boy… Esta manera de recabar frases, gestos y dicharachos resulta simplona, pues hasta los paparazzi pueden capturar, tarde o temprano, cadenas verbales proferidas por su objeto de persecución.

Quiero pensar en otros lejanos momentos, cuando no existía la parafernalia comunicativa de hoy, cuando las frases emitidas por caudillos, héroes, mártires, mesías, santos, iluminados y personajes ilustres no contaban más que con el incierto apoyo de inventivos biógrafos como Eckermann y Boswell quienes, de alguna manera, recrearon a Goethe y Samuel Johnson; o con ese autoelogioso estilo de Julio César que, narrando en tercera persona las actividades políticas y militares de él en sus Comentarios (a las guerras civil y de las Galias), logró filtrar para la posteridad una frase dicha al cruzar el río Rubicón: alea jacta est! ("¡la suerte está echada!"); o con la subjetiva y muy interesada ayuda de "testigos" como Bettina Brentano (hermana de Clemens Brentano), diseñadora de esa extraña escena acontecida en el balneario de Töplitz, hacia 1812, en la que Beethoven y Goethe dialogaban acerca de cuestiones inmarcesibles (no obstante la sordera del compositor), antes de toparse con la familia real, que caminaba en sentido contrario a ellos… Goethe se hizo a un lado (según Bettina), con el sombrero en la mano, para saludar cortesana y servilmente, mientras que Beethoven habría avanzado contra el grupo aristocrático, echadas las manos atrás, obligando a hacer una módica valla para dejar pasar al genio de Bonn (¿será por eso que Goethe rechazó la dedicatoria de la Missa Solemnis, una de las obras mayores del último Beethoven, hacia 1823?).

Han llegado hasta nosotros miles de cosas dichas por personajes ilustres, pero muchas de ellas sugieren la existencia de un oficio ya perdido, el de los pescadores de frases célebres, seres anónimos cuya posteridad se garantiza en la permanencia de la exclamación registrada, paparazzi primitivos cuyo instinto para detectar el gesto o la palabra clave de un personaje los convirtió en conservadores anónimos de la historia. ¿Quién, en el lecho de moribundo, escuchó decir a Goethe (a quien se consideraba un intelecto óptico, por su capacidad para ver y discernir, pero también por sus estudios sobre el color), "¿luz, más luz"? ¿El sospechosísimo Schlinder, "discípulo" de Beethoven, atestiguó el gesto del compositor agónico en el momento en que, cayendo un rayo antes de comenzar una tormenta primaveral en Viena, se incorporó y amenazó al cielo antes de morir sobre su lecho? ¿Qué pescador de frases escuchó a Guadalupe Victoria, en el fragor de la batalla, cuando arrojaba su espada hacia la fortaleza ocupada por los enemigos mientras decía: "¡va mi espada en prenda, voy por ella!"?

Los pescadores de frases célebres son creadores de personajes. ¿Quién escuchó (¿quién quiso inventar?) las últimas siete palabras del torturado Cristo, en la cruz? El Concilio de Nicea, en el siglo iii, garantizó el testimonio de Juan, quien se encontraba cerca de las tres Marías, frente al moribundo… ¿No será, como dice Kundera, que requerimos de frases terminantes, de gestos verbales, para lograr investir a ciertos personajes con una inmortalidad inequívoca? Se dice que Platón, al morir, aseveró: "mi filosofía es falsa, pero es bella". ¿Esta frase se condice con la estructura del pensamiento platónico? Sospecho que no. Las célebres frases orales cristalizan el imaginario colectivo acerca de lo que se desea creer (crear) de un personaje… es verosímil que John Lennon haya dicho I’m shot, después de las cuatro balas que le arrebataron la vida; es más factible suponer que, antes del atropellamiento, el mexicano occiso hubiera exclamado: "¡En la madre!"