Jornada Semanal, domingo 25 de mayo del 2003          núm. 429
ANGÉLICA
ABELLEYRA
MUJERES INSUMISAS
.LINDA MANZANILLA:
LA ARQUEOLOGÍA LEJOS DE INDIANA JONES

Esperar es una de las tareas que le cuesta más trabajo afrontar. Pero gracias a la disciplina científica con la que se formó, Linda Manzanilla (1951) alimenta la paciencia día a día. Esa que construye de igual manera con la sistematización de la teoría en el cubículo que con la emocionante excavación y el pasmo ante el hallazgo. Para ella, la arqueología es como leer un manuscrito único que se quema inmediatamente, de ahí que asuma el papel relevante del arqueólogo como testigo singular de una parte de la historia del hombre.

Dice que el impulso por conocer el pasado le nació de niña. Aún guarda los recortes de un periódico escolar donde escribió pequeños artículos sobre Mesopotamia y Egipto. Quería hacer viajes a lo desconocido y averiguar sobre nuestros orígenes, así que la indecisión preparatoriana por escoger entre la astrofísica o la antropología, quedó resuelta con una conferencia del doctor Marcos Moshinsky al hablar sobre "la crisis" en la física. Linda se dirigió hacia la antropología y se instaló de lleno en la arqueología.

Por ella, vivió la "época de oro" de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah) en la década de los setenta, cuando era un centro con especialistas de talla internacional. De ahí que al pasar al doctorado en egiptología en la Universidad de París (Sorbona), agradeció a sus docentes una formación rigurosa.

Cuando fue estudiante no enfrentó dificultades por su género, sin embargo admite que sí las hubo al empezar a destacar como arqueóloga. "Si son hombres quienes están en los puestos de decisión es muy difícil que acepten una postura contestataria de la mujer, así como propuestas divergentes a las que ellos tienen fraguadas. Además, las comunidades locales son mediocres y envidiosas, así que cuando empiezas a brillar se pone en evidencia la falta de trabajo de los otros."

Pese a todo, es ya añejo el papel relevante de la mujer en el rubro arqueológico. Ahí están los aportes de Eulalia Guzmán en los años treinta y cuarenta del siglo pasado, con sus exploraciones en Monte Albán y la Mixteca Alta, así como el hallazgo (cuestionado) de los restos de Cuauhtémoc en Ixcateopan, Guerrero.

Ahora, a las arqueólogas reconocidas se suma Linda Manzanilla. Junto a sus hallazgos en Turquía Oriental, Bolivia y México, fue nombrada miembro extranjero de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (nas, siglas en inglés): el organismo que reúne a los científicos más prestigiados en el mundo –180 ganadores del Premio Nobel– que delinea las políticas de investigación en el ámbito global y es también un órgano de consulta obligada del gobierno de Estados Unidos.

"El reconocimiento cayó en el mejor momento porque al menos me dio un refuerzo exterior de una comunidad abierta y propositiva que apoya mi trabajo, mientras en México hacen lo posible para que no se vea. Aquí hay una competencia negativa; en vez de que las comunidades potencien, aplastan", comenta sobre su gremio en la unam e inah.

Turquía Oriental, Bolivia y México son los destinos donde ha realizado las excavaciones más emocionantes en su especialización sobre la vida doméstica de las primeras ciudades. En el sitio de Arslantepé (Malatya, Turquía) le tocó encontrar la sala de armas de uno de los palacios más antiguos del Medio Oriente; acudió con la misión arqueológica de la Universidad de Roma en 1976 y continuó colaborando en 1984, 1989 y 1996. En Tiwuanacu (Bolivia) realizó, junto con un equipo de la Universidad de Chicago, la geofísica de la pirámide de Acapana donde aparecieron restos humanos, vasijas y esculturas de puma. En México ahora se dedica a excavar en Teotihuacan el posible Palacio del Gobernante. Se han localizado jaguares y esculturas antropomorfas, cuentas de jade y ofrendas.

Mientras se alista para su discurso de ingreso a la nas (un mensaje sobre los milenios y lo que significan para entender el presente), asume que aún falta para que los arqueólogos asuman un papel social comprometido. "En general las comunidades científicas son apáticas y se mantienen en el cubículo. Además, no creo que entrando a la nas nos hagan mucho caso, pero al menos estar entre los científicos más prestigiados del mundo hará que mi voz pese para alertar sobre los riesgos de guerras como la reciente en Irak. El arqueólogo tiene la visión de conjunto sobre las elecciones de cada milenio; los aciertos, los colapsos y el marco de referencia histórico para pensar y alertar sobre los escenarios futuros", concluye la especialista del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la unam que, solemne un instante, refrenda: "Seamos serios, los arqueólogos sí tenemos una parte de Indiana Jones", pero luego ríe por la travesura y se reivindica con el peso que le da más a su parte científica y de trabajo en equipo para rastrear el pasado entre montañas y selvas.