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México D.F. Martes 20 de mayo de 2003
SALON PALACIO
Carlos Martínez Rentería
La Comala de Juan Rulfo está en San Gabriel
AL CONTRARIO DE lo que se podría pensar, el pueblo mítico de Comala, donde se desarrolla la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo, no es aquella ciudad del mismo nombre que se encuentra en el estado de Colima, sino en el pequeño pueblo jalisciense donde el escritor vivió su niñez y primera juventud: San Gabriel, lugar en el que la semana pasada se celebró el segundo Festival Juan Rulfo, con motivo del 86 aniversario del nacimiento de este intenso narrador. San Gabriel está ubicado a dos horas y media de la ciudad de Guadalajara, pero su espíritu íntimamente provinciano pareciera situarlo en una región muy apartada del mundanal bullicio urbano. Allí también nacieron el compositor Blas Galindo y el tenor y actor José Mójica. Pero a pesar de su ancestral tradición cultural, actualmente San Gabriel no cuenta con museos, galerías ni teatros y su casa de cultura sólo ocupa un pequeño cuarto dentro de un edificio de oficinas gubernamentales.
Un recorrido rulfiano
COMO PARTE DE las actividades de este sencillo, pero emotivo festival, que se organiza a pesar del desdén municipal por la cultura y gracias al impulso del Centro Universitario del Sur, de la Universidad de Guadalajara, se desarrolló el recorrido rulfiano, el cual realiza desde hace varios años, por su cuenta, un par de entusiastas promotores de la obra de Rulfo; se trata de Virginio Villalvazo Blas, director del periódico La Voz del Llano, y su primo Juan Villalvazo Naranjo. Ambos han redactado un pequeño folleto que reparten a quienes se congregan en el número ocho de la calle de Hidalgo, casa en la que vivieran los señores María Vizcaíno y Juan Nepomuceno Pérez Rulfo, padres de aquel niño que fuera bautizado en la ciudad de Sayula, cuando la familia huía del bandolero Pedro Zamora, con el nombre de Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno. Son nueve las paradas de este recorrido que desglosa los pasajes literarios en los que se menciona cada sitio: la casa de huéspedes donde vivió Eduviges Dyuada; el puente Galápago, donde ocurre la expiación del padre Rentería; La Loma, en la que magistralmente Rulfo narra el vuelo de papalotes con su amada Susana San Juan; el Santuario-Colegio de las Josefinas, donde estudió el escritor, y así otros lugares en los que uno no puede más que estremecerse al escuchar fragmentos de El llano en llamas o de Pedro Páramo. Finalmente no queda otra que beberse unas fasutinas, mezcla de mezcal con ciruelas amargas, jugo de naranja y refresco de cola, en la lonchería de doña María, justo frente al bello kiosco del pueblo.
Los murmullos en un caso de hacienda
POR LA NOCHE viajamos a la entrada del pueblo, donde se advierten las siluetas, contrastadas con el rojo sol del atardecer, de paredes de adobe, vigas carcomidas por el tiempo, cactos y otras plantas silvestres, que caprichosamente brotan de todas partes; ahí se representó la obra Los murmullos, basada en la obra Pedro Páramo y producida por el ayuntamiento y la Universidad de Guadalajara. Una vez más las palabras de Rulfo cobran en estos parajes un sentido existencial tan profundo que más de uno soltó las lágrimas al comprender la soledad de Juan Preciado tras no encontrar a su mítico padre Pedro Páramo. Caballos, mujeres enlutadas, la pobreza del llano, es la Comala de Juan Rulfo.
Un viaje a Zapotlán y Lagos de Moreno
HAY UNA CARRETERA que en lugar de a Guadalajara dirige a Ciudad Guzmán, que, por fin, ahora se llama Zapotlán el Grande. Se trata de una ciudad de más de 300 mil habitantes, pero como dice el cantinero don Carlos Martínez (tocayo accidental de quien esto escribe), sigue siendo "un pueblo grande". Desde luego que allá también tienen a su gran escritor Juan José Arreola, de cuya familia todo mundo tiene alguna referencia, como de la panadería donde se venden los mejores panes de la región y que pertenece a sus hermanas. Debe visitarse la cantina El Chato, la más antigua de la ciudad. A dos horas más, hacia León, Guanajuato, se encuentra otra de las ciudades más bellas de Jalisco: Lagos de Moreno, a la cual por su tradición cultural se le conoció como La Atenas de Jalisco; de allá son Mariano Azuela y Francisco González León, por mencionar a dos de sus ciudadanos ilustres; sin embargo, los laguenses no cuentan con una librería y no existen suplementos culturales en sus periódicos locales, pero paradójicamente hay una espléndida radio cultural, que bajo la batuta de David Guerrero auspicia la Universidad de Guadalajara.
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