Jornada Semanal, domingo 18 de mayo del 2003        núm. 428

NAIEFYEHYA

LA II GUERRA DEL GOLFO (III Y ÚLTIMA)

SEDUCCIÓN Y DESILUSIÓN

La cobertura de la guerra en vivo tuvo momentos de interés pero fue en su gran mayoría irrelevante: interminables tomas en dolly de míseros desiertos, tristes travelings nocturnos teñidos de verde-visión nocturna, temblorosas tomas de cámara en mano de movimientos de tropas y muchas más secuencias de soldados comiendo raciones, rasurándose y durmiendo, de las que cualquier civil necesita ver en toda una vida. La monotonía de los convoyes de tanques y vehículos blindados se veía interrumpida por eventuales batallas, ataques suicidas iraquíes, bombardeos lejanos y rostros de civiles atemorizados. La cobertura de la guerra, que generalmente consistía en videoclips de un par de minutos, resultaba interesante no por la narración ingenua, anodina y azorada de los reporteros insertados, sino por su calidad hipnótica y poder de evocación. De hecho, la función de muchos de los reportes era deliberadamente desinformadora: "No puedo decirles donde estamos ni a donde vamos ni lo que estamos haciendo." Las secuencias pretendían ser relevantes no tanto por lo que mostraban sino simplemente por ser novedosas. Las imágenes fluían sin cesar creando una extraña atmósfera de excitación y sopor, de curiosidad y desesperación, de convicción y de confusión. El poder de seducción de cnn-Fox-Msnbc y similares radicaba en la ilusión de ofrecer lo inesperado, en la nunca mencionada promesa de convertir un paseo por las dunas en un filme snuff, en el show de la muerte en directo.

UNA LECCIÓN DE BUEN GUSTO

Pero por supuesto nunca estuvimos expuestos al verdadero caos de la batalla sino a una manicurada ilusión hábilmente editada para estimular el placer voyeurista sin por ello perturbar el espectáculo con el verdadero terror del combate o con algo peor: el peligro de mostrar imágenes de "mal gusto", lo que representaría confrontar al público con la atrocidad de la guerra. La farsa se reveló de manera inocultable cuando la caravana finalmente llegó a Bagdad y los cadáveres, a pesar de estar por doquier, seguían siendo invisibles para las cámaras de los insertados. Quizás la primera ocasión en que se vio mucha sangre en la pantalla fue cuando un misil cayó en un mercado de Bagdad. La carnicería era inocultable; no obstante, los reporteros, argumentando que no querían caer en sensacionalismo, apenas mostraron atisbos del horror. Además de los perversos criterios éticos a los que aseguraban suscribirse, los medios insertados no podían dar más información ya que supuestamente enseñar vísceras y cuerpo mutilados podría poner en peligro la misión de las tropas estadunidenses. En la pantalla veíamos misiles, morteros, granadas, millones de balas y toda clase de explosivos ser disparados y lanzados a un enemigo fuera de cuadro. De pronto se hacía el silencio y los reporteros insertados, en vez de enfatizar al público que el enemigo, siempre en desventaja, acababa de ser masacrado, pasaban a otra cosa. En vez de tratar de expresar la tragedia o transmitir los sentimientos que produce la muerte, casi hubiera sido natural que apareciera en la pantalla una tabla de puntos y posiciones como en un juego de video. La agonía estorba al ritmo frenético de la teleguerra.

LA VERDADERA OBSCENIDAD

A pesar de la supuesta intimidad que aportaban los vínculos entre los periodistas y las tropas, hacía falta el toque humano que provocara emociones discernibles y fáciles de reconocer y explotar. La televisión es un medio apropiado para mostrar lo inmediato pero no es muy útil para desarrollar el carácter de los personajes. La oportunidad de manipular emocionalmente a las masas vino cuando soldados estadunidenses fueron capturados por las tropas iraquíes. Varias televisoras mostraron las imágenes de la televisión iraquí en las que interrogaban a los prisioneros de guerra. La estación de televisión de satélite de Qatar, Al Jazeera, transmitió imágenes de lo que parecían soldados estadunidenses ejecutados. Las imágenes de este canal, que en poco tiempo se ha convertido en un medio extremadamente poderoso en el mundo árabe, fueron suficientes para que el Pentágono y los medios desataran una campaña de histeria masiva que volvió a encender la pasiones de un público que comenzaba a mostrar fatiga de ver una y otra vez las mismas imágenes de una guerra que no parecía tener sentido alguno. Desde la guerra contra Afganistán, el Pentágono ha lanzado una cruzada en contra de Al Jazeera, materializada en la destrucción de sus oficinas en Bagdad y Kabul, debido a que la acusan de hacer propaganda antiestadunidense en el mundo árabe, de incendiar al público con imágenes atroces y obscenas de víctimas inocentes. Pero como escribe Pierre Tristam, en Pinocchios of G-Rate War Hide Scars of the X-rated Battlefield (www.counterpunch.org, 4 de abril de 2003): "No es obsceno reportar la inhumanidad de la guerra por más repelente que sea. Es obsceno romantizar a los soldados, santificar la guerra e higienizar sus consecuencias para hacerla más aceptable."