Jornada Semanal,  domingo 18 de mayo de 2003           núm. 428

JAVIER SICILIA

RAÏSSA OMANCOFF,
EL OTRO ROSTRO DE JACQUES MARITAIN (IIY ÚLTIMA)

A diferencia de la obra de Jacques, que es el trabajo lúcido y paciente del filósofo para establecer en el orden de la razón la certeza de las verdades y conducir los principios de la razón "hasta –dice Raïssa– el seno de la noche estrellada de la fe", la de su mujer es la obra del místico y del poeta, es decir, la de esos extraños seres que andan a tientas en la noche y de repente se encuentran con la puerta que nadie veía. El pensamiento de Raïssa iba, en este sentido, más adelante que el de su esposo: fue ella la que, por medio de Charles Péguy, encontró a Henry Bergson; fue ella también la que descubrió el valor de la intuición como postulado filosófico –uno de los fundamentos de las profundas reflexiones de Jacques y de Raïssa sobre el misterio del arte y de la mística y de las Siete lecciones sobre el ser, de Jacques. En este libro, el mismo Jacques, para analizar uno de los caminos que llevan a esta intuición de orden metafísico –fundamento esencial de la filosofía del ser–, utiliza una experiencia de la propia Raïssa: "Me ha sucedido a menudo experimentar por medio de una intuición súbita la realidad de mi ser, del principio profundo, primero, que me saca de la nada. Intuición poderosa, cuya violencia en ocasiones me atemoriza y que la primera vez me dio el conocimiento de un absoluto metafísico."

Toda la obra de Raïssa -De la vie d’oraison (De la vida de oración); Liturgie et contemplation (Liturgia y contemplación); Des moeurs divines (De los hábitos divinos); Le Prince de ce monde (El Príncipe de este mundo); Les dons du Saint-Esprit (Los dones del Espíritu Santo); L’Ange et l’École (El Ángel y la escuela); Histoire d’Abraham (Historia de Abraham); Les grandes amitiés (Las grandes amistades); Chagall ou l’orage enchanté (Chagall y la tempestad encantada); Notes sur le Pater (Notas sobre el Padre); Journal de Raïssa (Diario de Raïssa); Poèmes et essais (Poemas y ensayos)– es así poética y mística, es decir, nació de la intuición creadora y de la intimidad de la oración contemplativa. Por ello, su tarea fue, como lo señala Alberto Athié, buscar que el acto de la reflexión del espíritu sobre sí mismo en el que Jacques empeñó toda su vida de filósofo para esclarecerlo, "no fuera un acto asfixiante y encerrado en el inmanentismo de la experiencia, sino un acto de encuentro simultáneo entre el misterio de Dios, Interioridad infinita, y el yo, interioridad finita y esencialmente abierta a Otro".

Hacia el final de su vida –murió en 1960–, Raïssa se fue haciendo cada vez más profundamente contemplativa y mística. Muchas veces, escribe Jacques, enferma hasta el desvanecimiento, reflejaba en su silencio sufriente "ese supremo combate en el que estaba empeñada". Nadie podía ayudarla. En esos momentos "era tomada y descendía [...] hasta donde las opciones cruciales se hacen en las fuentes mismas de la vida y donde el dolor se recibe en toda su pureza".

Después de organizar y publicar las obras de Raïssa que habían quedado inéditas, en particular su diario, Jacques se retiró de sus actividades intelectuales para vivir sus últimos días al lado de los Hermanitos de Jesús, congregación fundada por René Voillaume e inspirada en Charles de Foucauld, el eremita del Sahara, uno de los grandes modelos de santidad de Jacques y Raïssa. Murió en 1973.

"Las grandes amistades" y "Las aventuras de la gracia", que componen las dos partes de Las grandes amistades, fueron publicadas por vez primera en Nueva York como libros separados. Sin embargo, como las siguientes ediciones que han aparecido lo muestran, constituyen en realidad un sólo volumen. La primera parte se refiere a los grandes encuentros que marcaron la vida de los Maritain y que hicieron posible su descubrimiento de la verdad y de sus respectivas vocaciones. Fue escrito, según refiere Raïssa, "para tratar de escapar de la desesperación que nos asaltaba en ese verano por siempre memorable a causa del desastre en el que Europa y Francia –tal vez el mundo– parecían zozobrar". Era la forma en que, ante el avance de Hitler y de sus tropas, esta extraordinaria mujer respondía: una afirmación de la memoria y del sentido de la vida que aquellas amistades le habían dado no sólo a Jacques y a ella sino a la humanidad entera frente al avance de una barbarie que buscaba el olvido y la muerte de lo humano.

El libro tuvo éxito y Raïssa decidió continuar esa tarea a partir del bosquejo que había hecho en el último capítulo, cuyo título, "En espera del Ángel de la Escuela", es decir, de Santo Tomás de Aquino, esbozaba ya el primero de Las aventuras de la gracia, "El doctor Angélico".

Esta vez, el motivo de su escritura no fue la lucha contra la desesperación, sino, como ella misma también lo refiere, "a pesar de la angustia y del dolor que no cesan de oprimir al corazón", el de "la certeza de la victoria de los Aliados y de la liberación de Francia y de Europa". Era el grito de júbilo de la memoria triunfante sobre la barbarie y el olvido.

El conjunto del libro es verdaderamente fascinante por lo que nos revela del pensamiento y de la vida interior de ambos, y de la Francia del siglo xix y la primera parte del xx. Pero, sobre todo, por su prosa, tan profunda como clara; tan penetrante como amena.

Que estas palabras de Las grandes amistades, con las que Raïssa define en realidad su prosa, su misticismo y la renuncia que un día hizo de su nombre, sirvan como conclusión e invitación a su lectura: "La belleza del estilo que conviene a la verdad de las cosas espirituales es quizá la de la pureza y de la transparencia, y la de cierta impersonalidad muy elevada, más que la de una originalidad demasiado caracterizada."

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos y evitar que Costco se construya en el Casino de la Selva.