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México D.F. Martes 13 de mayo de 2003

Clare Short

Gran Bretaña: errores, secretos y extravagancias

Clare Short renunció ayer como secretaria británica de Estado para el Desarrollo Internacional, sobre la base de que el primer ministro Tony Blair rompió las promesas que le había hecho, al respaldar las propuestas estadunidenses de conferir a la ONU "un papel de poca monta" en el Irak de posguerra.

He decidido renunciar al gobierno. Me parece adecuado explicar las razones a la Cámara de los Comunes, ante la cual he sido responsable como secretaria de Estado para el Desarrollo Internacional, cargo que me he sentido muy honrada en desempeñar y que dejo con profunda tristeza.

He recibido muchas críticas por la forma en que se manejaron los sucesos que desembocaron en el conflicto en Irak. En varias ocasiones le ofrecí renunciar al primer ministro, pero él y otros me presionaron para que permaneciera. Se me ha atacado desde distintos ángulos por esa decisión, pero aún creo que, por difícil que resultara, fue lo que debía hacer.

Accedí a permanecer en el gobierno porque era demasiado tarde para corregir los errores cometidos. En todo ese tiempo había adoptado la postura de que necesitábamos estar dispuestos a considerar el uso de la fuerza para respaldar la autoridad de la ONU. El régimen iraquí era brutal, el pueblo sufría y nuestro procurador general, con retraso pero también con mucha firmeza, sostuvo que teníamos autoridad legal para usar la fuerza. Y como la oposición votaba en el mismo sentido que el gobierno, el conflicto bélico resultó inevitable.

Resolví que no debía debilitar al gobierno en ese momento y accedí a la solicitud del primer ministro de quedarme en el puesto y conducir el esfuerzo británico de ayuda humanitaria y reconstrucción.

Sin embargo, los errores que cometimos en el periodo previo al conflicto se repiten en la situación posterior a él. En particular, el gobierno británico desestima la necesidad de un mandato de la ONU para construir un gobierno iraquí legítimo. Creo que eso daña las perspectivas de Irak, seguirá socavando la legitimidad de Naciones Unidas y afecta en forma directa mi trabajo y mis responsabilidades.

Errores que se repiten

La situación en Irak, conforme al derecho internacional, es que los países que forman la coalición son potencias ocupantes en territorio ocupado. Según la Convención de Ginebra de 1949, y las regulaciones de La Haya de 1907, la coalición tiene claras responsabilidades y límites precisos a su autoridad. Está obligada a atender las necesidades humanitarias de la población, a resguardar el orden y mantener en funcionamiento la administración civil.

La coalición está facultada legalmente para modificar el funcionamiento de la administración en la medida necesaria para cumplir estas obligaciomes, pero no para llevar a cabo reformas políticas, económicas y constitucionales de importancia. Carece de autoridad soberana y no puede crear un gobierno iraquí investido de tal autoridad, ni llevar adelante un proceso constitucional que conduzca a la elección de un gobierno soberano. El único organismo con autoridad legal para efectuar ese proceso es el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Considero que es deber de todos los líderes políticos responsables del mundo, independientemente de la posición que hayan tenido respecto al lanzamiento de la guerra, abocarse a reunir a la comunidad internacional para ayudar al pueblo de Irak a reconstruir su país, restablecer la autoridad de la ONU y conciliar las profundas diferencias que precedieron a la guerra.

Lamento decir que no es eso lo que hace el gobierno de Gren Bretaña. Lo que hace es apoyar a Estados Unidos en su intento de amedrentar al Consejo de Seguridadblair_london_gd5 para que emita una resolución que confiera a la coalición la facultad de establecer un gobierno iraquí y controlar el uso del petróleo para la reconstrucción, dejando a la ONU sólo un papel de poca monta.

Es improbable que semejante resolución sea aprobada, pero en caso de que lo fuera no propiciaría las mejores condiciones para la reconstrucción de Irak. El proyecto de resolución crea el riesgo de persistentes divisiones internacionales, resentimiento iraquí contra las potencias ocupantes y la posibilidad de que la coalición sea obstruida en Irak. Creo que Gran Bretaña pudo y debió haber seguido el consejo del procurador general, decir a Estados Unidos que hasta aquí llegamos con ellos y contribuir a elaborar un acuerdo internacional que permitiese llevar a cabo un proceso legítimo, encabezado por la ONU, para establecer un gobierno interino en Irak, tal como se hizo en Afganistán. Ese hubiera sido un papel honorable y prudente para el Reino Unido, y la comunidad internacional se habría unido en torno a él. Incluso hubiera estado acorde con los mejores intereses de Estados Unidos.

Tanto en la fase previa a la guerra como ahora, creo que Gran Bretaña comete graves errores al encubrir los yerros estadunidenses en vez de ayudar a un viejo amigo, que de manera comprensible se siente herido e indignado por los sucesos del 11 de septiembre, a respetar el derecho internacional y la autoridad de la ONU.

El poderío estadunidense no puedebritain_baro_565 garantizar por sí solo la seguridad de Estados Unidos. Por supuesto, todos debemos unirnos para desmantelar las redes terroristas, y el mundo está llevando a cabo esta tarea por medio de la ONU. Pero socavar el derecho internacional y la autoridad de la ONU crea el riesgo de inestabilidad, animadversión y creciente terrorismo que amenazarán el futuro de todos nosotros.

Me avergüenza que el gobierno británico haya estado de acuerdo con la resolución presentada en Nueva York, y me asombra que se haya preparado en secreto y sin consultar a los departamentos que tienen responsabilidad directa sobre los temas a los que se hace referencia en ella. Me temo que esta resolución contradice todos los compromisos que he hecho en la Cámara de los Comunes y en otras instancias en cuanto a la forma en que se organizará la reconstrucción de Irak.

Es evidente que lo ocurrido hace imposible mi posición y no tengo más alternativa que renunciar al gobierno. Vendrán tiempos y ocasiones en los que se puedan explicitar los detalles de estos argumentos y examinar los errores cometidos antes del estallido del conflicto. Espero, sin embargo, haber dado suficientes detalles para indicar los temas que están en juego respecto del futuro de Irak, el papel de Naciones Unidas, la unidad de la comunidad internacional y el lugar de Gran Bretaña en el mundo.

Todo esto me causa profunda tristeza. Creo que el gobierno al que he servido a partir de 1997 tiene un historial del que todos los que compartimos los valores del Partido Laborista podemos sentirnos orgullosos. También creo que el compromiso del Reino Unido con el desarrollo internacional es crucial. Los niveles de pobreza y desigualdad en un mundo rico en conocimientos, tecnología y capital constituyen la cuestión moral más importante que enfrenta el planeta y la mayor amenaza a la seguridad y la estabilidad mundiales. Hemos logrado mucho y llevar un liderazgo en el desarrollo internacional es un magnífico papel para el Reino Unido. Hay mucho por hacer y siento mucho haber sido puesta en una situación en la que me resulta imposible continuar esta labor.

Considero que los errores que estamos cometiendo sobre Irak y en otras iniciativas recientes no arrancan de los valores laboristas, sino del estilo y la organización de nuestro gobierno, que socava la confianza pública y tensa la lealtad partidista en forma completamente innecesaria. En nuestro primer periodo en funciones el problema era el vértigo: interminables anuncios, exageraciones y manipulación mediática, que minaron el respeto de la gente por el gobierno y la confianza en lo que decíamos. Vino acompañado por una manía por los controles que ha creado muchos de los problemas de burocracia excesiva y objetivos centralizados que pusieron en riesgo el éxito de nuestras reformas en el sector público.

En este segundo periodo de gobierno el problema es la concentración del poder en las manos del primer ministro y de un número cada vez menor de consejeros que toman decisiones en privado, sin la adecuada discusión.

Falta de consultas

Resulta cada vez más claro que el gabinete se ha vuelto, según la frase de Bagehot, una parte dignificada de la Constitución, junto con el Consejo Privado ( ). No existe una verdadera responsabilidad colectiva porque no hay colectividad, sólo dictados en favor de iniciativas políticas de extensa aplicación, las cuales proceden de lo alto y son elaboradas en forma cada vez menos reflexiva.

Las consecuencias de esta situación son graves. La experiencia de nuestro sistema radica en los departamentos. Los que dictan desde el centro no tienen pleno acceso a esa experiencia y no consultan, lo cual conduce a políticas erróneas. Además, conforme a nuestros principios constitucionales, la responsabilidad legal, política y financiera fluye de las secretarías de Estado hacia el Parlamento. Cada vez es más frecuente que los detentadores del poder no rindan cuentas de sus actos ni se les someta a escrutinio. Por lo tanto, tenemos los poderes de un sistema presidencialista con la mayoría automática de un sistema parlamentario.

Mi conclusión es que estos arreglos conducen a que se presenten al Parlamento iniciativas políticas cada vez más pobres, lo cual constituye un abuso de la lealtad partidaria y la somete a duras pruebas y erosiona el respeto ciudadano hacia el sistema político. Estas actitudes causan asimismo problemas crecientes con la reforma de los servicios públicos. Creo con firmeza que después de largos años de recortes financieros y desgaste, los servicios públicos requieren de una reforma para mejorar la calidad y elevar la moral de los trabajadores del sector, cosas ambas que están inextricablemente ligadas.

No necesitamos, sin embargo, interminables iniciativas nuevas, capas y capas de reportes burocráticos ni dictados del centro: necesitamos claridad de propósito, descentralización de autoridad y una mejor administración de personal. Necesitamos atesorar y honrar a la gente que trabaja en el servicio público. Como descubrí en mi anterior departamento, si se brinda este marco a los servidores públicos, trabajan con dedicación y orgullo y proporcionan un servicio por el cual el departamento de Desarrollo Internacional es conocido como una de las mejores agencias de su tipo en el sistema internacional. Me parece que estas lecciones pueden aplicarse en otras partes del servicio público.

Tengo dos comentarios finales. El primero es para el Partido Laborista y en particular para su bancada parlamentaria. Mucho de lo que el gobierno ha logrado refleja los valores del partido y podemos estar orgullosos de ello. Pero estamos entrando en tiempos más espinosos y debemos trabajar juntos para evitar que el gobierno se aparte de los mejores valores del partido. Al primer ministro le diría que ha logrado grandes cosas desde 1997, pero, paradójicamente, está en riesgo de destruir su legado si permite que lo domine la obsesión por su lugar en la historia.

Por último, me siento triste sin remedio de dejar el departamento de desarrollo internacional. Pido disculpas a quienes en el mundo en desarrollo me dijeron que mi deber era permanecer. Seguiré haciendo lo que pueda por apoyar a los países e instituciones con los que he venido trabajando. Ha sido un enorme honor encabezar esta dependencia. Es una magnífica organización, de la que Gran Bretaña puede sentirse orgullosa. Hemos logrado mucho, pero queda mucho por hacer. Estoy segura de que otros la llevarán adelante. Espero que la Cámara y el partido protegerán al departamento de quienes quieren debilitarlo.

( ) Cuerpo de consejeros de la corona británica.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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