Jornada Semanal, domingo 11 de mayo del 2003                núm. 427

LUIS TOVAR

LA SOCORRIDA COMEDIA

En otros tiempos el cine mexicano abundó en comedias de enredos, cuyo exclusivo cometido siempre ha consistido, como se sabe, en provocar la risa o cuando menos la sonrisa del espectador. Difícilmente podría pedírsele a este género, o mejor dicho a quienes lo eligen como esquema para contar una historia, la inclusión de elementos conceptuales o formales que impliquen la manifestación de un propósito ulterior al ya mencionado.

Sin embargo, y tal como puede constatarse en la filmografía nacional, a la muy socorrida comedia –de enredos, casi siempre romántica o de cualquier otro subgénero– siempre le ha correspondido, como producto de la voluntad de sus hacedores o sin ella, ser el vehículo de un costumbrismo que nunca ha terminado de asumirse como tal, precisamente porque el objetivo que mueve a su producción es, sencillamente, el de obtener la simpatía del público, no su reflexión. Cine para entretener, pues, y que sean otros quienes se encarguen de plasmar en la pantalla las películas "de contenido", como hasta hace no mucho tiempo aún se podía decir sin que nadie frunciera la nariz.

Este marco le viene bien a Una de dos, segundo largometraje de Marcel Sisniega (Libre de culpas, 1997). Con guión del propio Sisniega y de Daniel Sada –este último autor de la historia original, ya publicada en forma de libro–, el filme no es ni quiere ser más que un cuento bien narrado: érase una vez un par de gemelas solteronas costureras pueblerinas huérfanas (Tiaré Scanda y Érica de la Llave en los papeles de Gloria y Constitución Gamal) cuya vida transcurre sin sobresaltos de ninguna especie, hasta que un día llega a sus vidas Óscar Segura (Antonio Peñañuri), un ranchero bueno apacible cuyo único sueño es instalar un restaurante a la orilla de la carretera. El previsible enredo consiste en la instauración de un noviazgo a trois, del que por supuesto el novio es más víctima que protagonista.

Sisniega es hábil en la presentación y la confección del perfil de sus personajes, así como en el planteamiento inicial de la situación dramática. En cuanto a lo primero destaca la feliz mancuerna histriónica Scanda-De la Llave que, por supuesto, son el sostén permanente del tono dado a la película entera; por lo que hace a lo segundo, Sisniega supo jugar con los elementos necesarios –combinación de planos, duración de escenas, edición– para exponer, a suficiencia y sin prisas que más tarde pudieran convertirse en lagunas narrativas, una atmósfera y un ritmo que no abandonará a lo largo de los noventa minutos de duración del filme.

También es de agradecerse algo desafortunadamente poco habitual en el cine mexicano contemporáneo, a saber, la confección de diálogos que además de cumplir su principal función como identificadores del carácter de cada personaje y vehículos para hacer que la historia avance, también dan cuenta de una idiosincrasia. Ambientada en un pequeño pueblo del norte de México, Una de dos corría el riesgo de convertirse en una colección de clichés norteños, sobre todo por vía del acento idiomático. Efectivamente, los personajes emplean el tono "cantado" del septentrión mexicano, pero ni es exagerado ni con él quiso suplirse ningún desconocimiento léxico: el coguionista Sada reproduce fielmente el habla de su patria chica y se sirve de ella para reflejar, por vía de la palabra, una realidad que conoce bien. (Las cartas enviadas por una tía de las gemelas, además de funcionar como inflexiones que dirigen a la narración son, en sí mismas, cuadros de un costumbrismo amable y además divertido.)

El resto es coser y cantar, casi literalmente. Gloria y Constitución comparten al novio, la película gira en torno a las confusiones que a éste le provocan las cada vez más evidentes diferencias de personalidad de las gemelas y, como es de esperarse, el clímax consiste en el descubrimiento inevitable de la verdad.

Comedia de enredos pura, trazada con una honestidad y una sencillez que si bien la desprovee de cualquier posibilidad más allá de la risa, al mismo tiempo le proporciona una frescura que se echa de menos en otros filmes recientes, más proclives a buscar la aceptación por vía del exceso y el abarrocamiento tanto léxico como anecdótico y visual. Una de dos no parece llamada a ocupar un sitio destacado en la memoria cinéfila, sobre todo formando parte de la creciente legión de comedias ligeras que pueblan nuestra cinematografía, pero tiene a su favor algo que no es poca cosa: está bien trazada, bien filmada y bien actuada.

La cinta llega a cartelera con dos años de retraso, hecho que por desgracia ya no extraña a nadie pero que sigue poniendo de manifiesto la perniciosa distorsión de una filmografía que a su escasez debe sumar un compás de espera verdaderamente absurdo.