El crimen también se globaliza DANIELA PASTRANA La delincuencia cambia de rostro. El carterista solitario de los camiones y el legendario Fantomas son ya parte de una especie en extinción y su lugar ha sido ocupado por redes y mafias criminales que responden meramente a intereses empresariales, por decirlo así. El crimen es ya un negocio global. Y para combatirlo, hay que cambiar los referentes históricos del análisis criminal. Esa es la principal enseñanza del estudio Ciudades Seguras, coordinado por investigadores de la UAM y que presenta un amplio espectro del comportamiento delictivo en el Distrito Federal
El endurecimiento de las penas es un debate completamente falso, dice de entrada Fernando Tenorio Tagle, doctor en ciencias penales y responsable científico del proyecto Ciudades Seguras. Es un círculo perfecto: El aumento de la delincuencia provoca la demanda ciudadana de penas más fuertes. Los políticos responden a las presiones y hacen leyes que aumentan las penas y endurecen las causales. Así, los legisladores presumen de que están cumpliendo su obligación con sus electores. Pero, ¿dónde se mete a todos los delincuentes? En la ciudad de México, por ejemplo, las cárceles tienen una sobrepoblación que rebasa en 50% su capacidad instalada. Es decir, ya no caben más. Después de un tiempo, las autoridades se ven obligadas a depurar las prisiones (o como pomposamente les llaman, Centros de Readaptación Social) y anuncian con bombo y platillo la entrega de preliberaciones a los internos que han cumplido con sus obligaciones carcelarias. ¿Y dónde está el castigo? ¿Qué garantiza a un habitante de la ciudad de México donde se cometen más de 400 delitos diarios que puede vivir más seguro? Los estudios más serios han demostrado, una y otra vez, que el aumento de los castigos no inhibe la comisión de delitos y que la incidencia delictiva de una ciudad tiene una relación directa con la economía. Sin embargo, la clase política sigue aumentando las penas y ofreciendo mano dura para acabar con la delincuencia, aunque luego, esa misma clase política sigue sacando a los internos de la cárcel cuando la saturación amenaza con estallar como una bomba social. Así de atorado está el combate al crimen en México. Actuamos sobre referentes falsos, resume Tenorio Tagle, en su cubículo de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Azcapotzalco, donde da cátedra de criminología y derecho penal y realiza proyectos de investigación. El último, en el que lleva implicado más de cinco años, es el de Ciudades Seguras, un ambicioso proyecto financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), que busca cambiar los paradigmas del análisis criminológico en México y enfoca el fenómeno delictivo en la pérdida de la confianza en las instituciones y en el Estado como garante de la seguridad colectiva. ¿La conclusión? Estamos llenos de mitos. El más grande, dice el experto, es el de la readaptación social. Un sólo sujeto readaptado no ha salido de ninguna cárcel en el mundo. uuu Fernando Tenorio sabe de lo que habla. Lleva casi 20 años dedicado al estudio de lo que se ha llamado criminología crítica, una posición que cuestiona el enfoque positivista que ha permeado el derecho penal desde los años setenta. Ese enfoque centraba el análisis criminológico en las causas del individuo criminal y no en los nudos de las instituciones, como busca hacerlo la criminología crítica. Tenorio conoció este tema en un seminario impartido por Alessandro Baratta en julio de 1984. A partir de entonces se formó un circulo de estudio sobre criminología crítica en América Latina, integrado por maestros que convergían en el Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE). Ese es el origen de Ciudades Seguras, un trabajo que presenta un amplio espectro del fenómeno criminal en la ciudad de México. Y no en balde lleva el nombre del programa de seguridad pública nacido en Italia y que ha dado buenos resultados. Las estadísticas delictivas están creciendo. No es un problema de México, ni del Distrito Federal, es una tendencia mundial. Pero el crimen y esto lo saben hace varios años los especialistas está cambiando de rostro. El carterista solitario de los camiones y el legendario Fantomas son ya parte de una especie en extinción y su lugar ha sido ocupado por redes y mafias criminales que responden meramente a intereses empresariales, por decirlo así. El crimen es ya un negocio global. La intención es acumular capital y ganar territorio dice Tenorio Tagle. Antes esto era la excepción, ahora es la regla, porque la criminalidad que está avanzando es la de las redes, son formas cuyo interés único es el negocio.La globalización del crimen El fenómeno es complejo, pero se puede resumir en dos pistas: la organización y el negocio en torno al crimen. La primera tendencia es fácilmente cuantificable: sólo en el Distrito federal, el número de personas procesadas por asociación delictuosa pasó de 26 a 213 en tres años (1995-1998). La segunda tendencia, más difícil de documentar, es quizá la más delicada. Tenorio lo pone así: En Italia, por poner un caso, 40% del PIB lo genera el crimen organizado. Es decir, el crimen se ha convertido en el financiero del mundo, el motor de las economías y el proveedor de grupos armados. Pero además, se ha convertido en un jugoso negocio en sus distintas facetas. No en balde en la ciudad de México hay más de 600 empresas de seguridad privada. El crimen y el control del delito son variantes económicas, porque esta racionalidad nueva del mundo es económica, ¿cómo ocurrió esto? Pues después de la Segunda Guerra Mundial perdimos el referente ético y no nos dimos cuenta. Todos los que en algún momento estuvimos insertos en el mundo bipolar no nos percatamos de que el capitalismo iba avanzando y seguíamos con el esquema pasado de análisis de la criminalidad. Ahora que estamos en la era global nos damos cuenta de que nuestros análisis estaban equivocados. Según Tenorio, son dos visiones las que prevalecieron en los análisis de la criminalidad: la conservadora, que ve a los delincuentes como lacras sociales que hay que eliminar. Y la progresista, que plantea el origen de la delincuencia en las causas sociales. Las dos, dice, están equivocadas. Tienen la misma raíz del positivismo del siglo XIX, que centra el enfoque en el individuo y plantea que hay situaciones sociales que nos llevan a delinquir. Eso es lo que está ahora fuera del esquema de análisis, dice. Porque el delito, en la era global, es visto como un buen negocio. Eso no quiere decir que la condiciones sociales y económicas no sean factor de influencia en el crimen, simplemente que los delitos no tienen criterios individuales, sino empresariales. Está comprobado que hay una relación directa entre la economía y el crimen, o mejor dicho, entre la economía y las denuncias. Es decir, a mayor crisis, mayor número de denuncias. Lo que no sabemos, o no hemos podido comprobar empíricamente, es si se da la misma correlación con los delitos no denunciados, creemos que sí. También está comprobado que la crisis económica lleva al endurecimiento de las penas. Y eso a su vez a un aumento de la criminalidad. Es un círculo que no te lleva a resolver nada en términos de criminalidad, pero si a castigar la desobediencia, afirmó. Para el investigador, los verdaderos nudos del problema delictivo están en las instituciones. Ese es el centro de la tesis de Ciudades Seguras: la pérdida de la confianza institucional y el traslado del control del negocio a las instancias privadas. El estado tiene una responsabilidad de garantizar la seguridad a sus ciudadanos y tiene que asumirla: Luego hay que ver como compensa su ineficiencia, hay varias fórmulas. Por ejemplo, sigue, el gran error del concepto de readaptación social sigue siendo considerar que quien comete un ilícito necesariamente tiene una desviación que hay que corregir. El individuo tiene derecho a ser tan perverso como quiera; si lo cambio, violento su principal derecho, el corazón de los derechos humanos que es la libertad de conciencia. Ciudades Seguras, en Bolonia, o la Ley Zanahoria, en Bogotá, o Cero Tolerancia, en Nueva York, son ejemplos que cada gobierno presume porque bajaron los índices delictivos. Cada uno tiene sus matices y condiciones particulares, dice Tenorio. Por ejemplo, el publicitado e importado por las autoridades del DF programa de Cero Tolerancia debe su éxito en buena parte a la mejora de la economía en todo el país. No sólo fue de Nueva York, fueron más de 30 ciudades de Estados Unidos donde bajaron los índices.Ciudades Seguras o Cero Tolerancia En México, Ciudades Seguras se ha enfrentado a una serie de resistencias desde su nacimiento. Lo ofrecimos al gobierno de Baja California; me recibió el secretario de Gobierno y el procurador; luego se lo ofrecimos a Samuel del Villar antes de que tomara posesión Cuauhtémoc Cárdenas como jefe de gobierno del Distrito Federal; a los gobiernos de Jalisco y de Campeche. Costaba 1.5 millones de pesos (5% de lo que cobra el superasesor Giuliani). Y a todos les pareció fantástico, pero nadie pagó nada. Entonces lo sometimos a prueba en el Conacyt y finalmente se aprobó el proyecto en 1998 para iniciar en mayo de 1999 con un presupuesto de 2.8 millones de pesos. Después se enfrentó un cambio de gobierno y a una nueva certificación de la actual administración. Cada año en el Distrito Federal se cometen, en promedio, cerca de un millón 500 mil delitos que no son denunciados ante el Ministerio Público. Es decir, por cada uno de los delitos denunciados ante la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, se cometen otros ocho que permanecen en el anonimato. De los que se denuncian, de acuerdo con el estudio de la UAM, 96% no reciben sanción.Percepción y realidad Ese es el centro del problema y lo que lleva a la gente a sentirse insegura en la ciudad. No es que la delincuencia sea producto del imaginario colectivo aclara Tenorio, pero si hay una relación entre la desconfianza de las instituciones y la percepción ciudadana del aumento delictivo, que no siempre se corresponde a la realidad. El quinto libro de la serie, elaborado por Luis González Palencia, se refiere a este punto y destaca que hay una relación entre la victimización indirecta y el temor a sufrir un delito. Tenorio lo explica de esta manera: Si lo vemos en términos de tasa (delitos por número de habitantes) es infinitamente más riesgoso Mexicali que el Distrito Federal. Eso no quiere decir que la ciudad de México no sea insegura, sino que no es, ni con mucho, la ciudad más insegura del país. ¿Podemos creer en las cifras oficiales que presume el jefe de Gobierno sobre una disminución de los índices delictivos en el DF? Van disminuyendo concede, pero no significativamente. Para que podamos ver los picos reales hay que medir las cifras de todo un siglo, porque lo que ocurre es que cada vez van aumentando los delitos y cuando bajan un poco lo vemos como un logro, pero ya antes había subido. Por eso, para saber si es significativo ese pico, la tendencia hay que verla en periodos largos. En este contexto, ¿ayuda o perjudica la contratación de Giuliani? Ayuda. En una ciudad en la que le preguntas
a la gente si quiere pena de muerte y dice que sí, ayuda porque
le da confianza, pero es una ayuda mediática, de percepción.
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