Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 27 de abril de 2003
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C A P I T A L
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Angeles González Gamio

Cebollas, peras y murales

Las ideas nacionalistas que surgieron de la Revolución Mexicana buscaban llevar la cultura al pueblo y lograr una plena integración de las raíces prehispánicas y españolas. Una manifestación relevante de estas ideas se dio en el muralismo mexicano, que alcanzó una plena integración en el mercado Abelardo L. Rodríguez, donde se buscó que la obra de arte fuera parte del sitio de trabajo.

El arquitecto Antonio F. Muñoz fue el encargado de realizar la edificación, en 1935, aprovechando la prolongación de la calle Venezuela que, desafortunadamente, destruyó el espléndido edificio que albergaba el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo; sólo se salvaron unos bellos arcos, que se incorporaron a la nueva construcción.

Como muchos edificios de esa época, integra varios estilos; podemos ver en la fachada principal preponderantemente el estilo neocolonial, que buscaba recuperar la arquitectura barroca. Pero también aparecen elementos del estilo funcionalista, en boga en Europa y Estados Unidos en esos años. Así, vemos portales, loggias y ventanas circulares, llamadas ojo de buey, característicos del estilo barroco, convivir con el concreto y acero, y las sobrias formas del funcionalismo y una que otra moldura y herrería de influencia francesa.

Una bóveda de cañón corrido sobre sólidas armaduras de hierro cobija el interior del mercado, donde las lechugas, cebollas, peras y manzanas conviven con los murales de artistas como Ramón Alva Guadarrama, Pedro Rendón, Pablo O' Higgins, Angel Bracho, Antonio Pujol, Raúl Gamboa y Miguel Tzab Trejo.

Los muros de las escaleras fueron pintados por las hermanas Grace y Marion Greenwood, estadunidenses apasionadas del naciente nacionalismo revolucionario, pasión que compartía con ellas el famoso escultor japonés Isamu Noguchi, quien realizó un extraordinario altorrelieve en la actual guardería, integrando la obra de 20 metros de largo a la arquitectura; un trabajo realmente notable, que representa el triunfo de la clase obrera sobre el fascismo.

El mercado se pensó como un centro cultural donde tanto los comerciantes como sus hijos y los compradores tuvieran a la mano los bienes culturales, por lo que el edificio cuenta con una biblioteca, una escuela de artes manuales y un teatro. Este se bautizó como Teatro del Pueblo; aquí se dan conciertos, recitales, obras de teatro, y constituye un hermoso recinto que combina formas neocoloniales con art-decó, que en madera y espejos concierta una maravillosa profusión de reflejos. La decoración pictórica es de Roberto Montenegro, quien logró plasmar la esencia del mundo artesanal mexicano. Otro elemento notable lo constituyen los medallones, colocados a los lados, con los nombres de dramaturgos y actores teatrales destacados de nuestro país.

El concepto de este mercado con arte, libros, música y teatro es realmente revolucionario y refleja una época de México en que había una mística nacionalista que dio vida a grandes proyectos. En estos tiempos de globalización sería bueno recuperar parte de esos ideales, que sin duda comprometerían a la gran mayoría con un proyecto nacional que trascendiera los intereses partidistas.

Para meditar bien sobre este importante asunto hay que tener satisfecho el apetito, así es que caminemos unos pasos a la calle de San Ildefonso, admirando de paso la soberbia fachada original del antiguo Colegio que la bautiza, hasta llegar al restaurante El Cardenal, con la misma sabrosa comida mexicana de sus dos hermanos (calle Palma y hotel Sheraton Centro Histórico); aquí, con la ventaja de poder disfrutar de un fresco patio enjardinado, muy apetecible en esta temporada calurosa.

ƑQué le parece comenzar con un queso empapelado con flor de calabaza acompañando el tequilita? Como es abundante, hay que irse directo al plato fuerte, que puede ser pecho de carnero en chile negro. Y para no cambiar de color, cerremos la degustación con dulce de zapote negro, con su toquecito de jugo de naranja y brandy. Ojo: no abre los domingos; los restaurantes hermanos sí, con los mismos platillos.

Si es fin de quincena o se quedó sin chamba, puede comer en el mercado, con la garantía de que todos los ingredientes van a estar fresquísimos y de paso se solaza con los murales, aunque desafortunadamente la mayoría están urgidos de una buena restauración.

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