ESTA
POESÍA QUE ES DE OTRO MODO
"El
amor que no se atreve a decir su nombre", así definió Oscar
Wilde a principios del siglo xx a ese amor que siente un hombre por otro
hombre, una mujer por otra mujer. Años después saldría
del clóset bajo el sonoro y alegre nombre de gay. Gay era la respuesta
combativa a los siglos de opresión, de ocultamiento, de persecución
y linchamiento. Gay era un término de identificación positiva,
de encuentro consigo mismo y con el otro. Habría entonces que descubrir
nuevas formas de decir la propia verdad, de sacar a la luz todo aquello
que se había silenciado, negado, reprimido o, muy frecuentemente,
presentado como algo ignominioso, risible, contra natura.
Asimismo, al enfrentarnos a la relación
gay, se develaron los otros múltiples rostros de eso que llaman
amor; entonces, amor fue más laberinto. Se aceptó deseo,
cuerpo, sexo. Se manifestó polimorfo, inquieto, juguetón,
pasión, delirio. Mostró otras facetas anteriormente no exploradas
o no aceptadas. Adrián Leopoldo concluye que la relación
gay inventó un nuevo vocabulario donde "verbos y sustantivos se
unieron en dirección a otra sintaxis". El cine, la plástica,
la música, la literatura encontraron nuevos temas o nuevas formas
para nombrar aquello que nació en el momento mismo en el que nacieron
las otras formas de amarse, de darse, de "darle vigencia a lo necesitado"
(Adrián Leopoldo, "Los enamorados").
En la creación literaria, el asunto
es tan viejo como la literatura misma. Ya aparece en Homero, en Gilgamesh.
Desde la Antigüedad clásica (Safo de Lesbos, Solón,
Píndaro, Platón, Teócrito, Catulo, Horacio, Ovidio,
Marcial, el Medioevo (Venantius Fortunatus, Peter Abelard, At Taliq, Ibn
Alo Abbar, Dante el Renacimiento, Miguel Angel, Aretino, Marlowe, Shakespeare...)
el tema aparecerá una y otra vez. Sin embargo, con frecuencia habría
que encontrarlo entre líneas, metamorfoseado o vistiendo ropajes
que no le correspondían.
La
poesía, gracias a su capacidad de sugerir, utilizaba eufemismos,
ambigüedades, trasvestismos. El yo poético masculino o femenino
disfrazaba sus sentimientos utilizando términos neutros como "mi
amor", "tu cuerpo", "tu belleza". La metáfora y los simbolismos
resultaban campo fértil para desarrollar un discurso sin descubrir
nada, sin dar pauta a malos entendidos. Con el advenimiento de lo gay,
se pasó a hacer evidente quién era el otro. Se dejó
de un lado la poesía unisex para volverse inequívoca en cuanto
a quién era el objeto de las apetencias. Con éste aparecieron
nuevos temas, nuevas formas de nombrar el mundo amoroso. Muchos siguieron
jugando con decir o no decir, con dejar perfectamente claro o seguir permitiendo
el valor polisémico de la palabra poética.
Pero al mostrarse el cuerpo del amado,
aparecieron nuevos vocablos anteriormente evitados en la poesía:
pene, culo, fellatio, leather, y nuevas figuras heroicas:
Safo, Ganímedes, Auden, Whitman, Lorca; nuevos sitios: Stonewall,
urinarios, Lesbos; nuevas formas de "hacer el amor", nuevas formas de gozo
y sufrimiento.
Sin embargo, los espacios para nombrar
todo esto siguen siendo muy reducidos. En algunos países existen
ya editoriales gay; en otros, este tipo de literatura sigue guardándose
en el clóset o leyéndose debajo de las sábanas o adentro
del baño.
Esta antojolía toda selección
es opción, antojo, el propio gusto tal vez no posea los valores
estéticos que muchos buscan en la poesía. Probablemente,
no sea lo suficientemente representativa. Con toda seguridad no están
todos los que son ni son todos los que están. Quizá siga
siendo muy limitada y no se utilizará para concursos de declamación
en los festivales escolares. La intención de publicarla es rolarla,
hacer que circulen esas otras formas de amor, diferentes a las establecidas
por las superyoicas instituciones que pretenden salvaguardar las buenas
costumbres y perpetuar una única forma de amar. En esta muestra,
"hipócrita lector mon semblable,-mon frére"
habrá seguramente muchas líneas que te digan algo, que te
descubran que el amor es libre elección y no condicionamientos familiares,
sociales o culturales.
EUGENIO
NÚÑEZ
ANG
Un
mundo primitivo
Leopoldo Alas
me gusta tenerte a mi lado
como si pudiera ser normal que estemos
juntos.
Incluso rozarnos sin que yo sienta miedo.
Como amigos.
No tú el hombre y yo la escoria,
sino juntos.
No yo el raro y tú el excelso;
buscando el lodo que no es común
para querernos.
No tú las naves y yo las telas,
No yo la infamia y tú la perfidia.
Los dos extraños, desterrados,
solos,
perdidos de su sueño.
Abrázame muy fuerte al despedirnos.
Autoepitafio
Reinaldo Arenas
Mal poeta enamorado de la luna,
no tuvo más fortuna que el espanto;
y fue suficiente pues como no era un santo
sabía que la vida es riesgo o abstinencia,
que toda gran ambición es gran
demencia
y que el más sórdido horror
tiene su encanto.
Vivió para vivir que es ver la
muerte
como algo cotidiano a la que apostamos
un cuerpo espléndido o toda nuestra
suerte.
Supo que lo mejor es aquello que dejamos
precisamente porque nos marchamos.
Todo lo cotidiano resulta aborrecible,
sólo hay un lugar para vivir, el
imposible.
Conoció la prisión, el ostracismo,
el exilio, las múltiples ofensas
típicas de la vileza humana;
pero siempre lo escoltó cierto
estoicismo
que le ayudó a caminar por cuerdas
tensas
o a disfrutar del esplendor de la mañana.
Y cuando ya se bamboleaba surgía
una ventana
por la cual se lanzaba al infinito.
No quiso ceremonia, discurso, duelo o
grito,
ni un túmulo de arena donde reposase
el esqueleto
(ni después de muerto quiso vivir
quieto).
Ordenó que sus cenizas fueran lanzadas
al mar
donde habrán de fluir constantemente.
No ha perdido la costumbre de soñar:
espera que en sus aguas se zambulla algún
adolescente.
Elegía
del marino ilusorio
Porfirio Barba
Jacob
Pensando estoy... Mi pensamiento tiene
ya el ritmo, ya el color, ya el ardimiento
de un mar que alumbran fuegos ponentinos.
A la borda del buque van saltando,
ebrios del mar, los jóvenes marinos.
Pensando estoy... Yo, cómo ceñiría
la cabeza encrespada y voluptuosa
de un joven, en la playa deleitosa,
cual besa el mar con sus lenguas el día.
y cómo de él cautivo,
temblando, suspirar
contra la Muerte
su juventud indómita, tierno, protegería.
Contra la Muerte,
su silueta ilusoria vaga en mi poesía.
Morir... ¿Conque esta carne cerúlea,
macerada
en los jugos del mar, suave y ardiente,
será por el dolor acongojada?
¿y el ser bello en la tierra encantada,
y el soñar en la noche iluminada,
y la ilusión, de soles diademada,
y el vigor... y el amor... fue nada, nada?
¡Dame tu miel, oh niño de
boca perfumada!
El
más hermoso territorio
Francisco Brines
He bajado esta espalda
que es el más descansado de todos
los descensos,
y siendo larga y dura, es de ligera marcha,
pues nos lleva al lugar de las delicias.
En la más suave y fresca de las
sedas
se recrea la mano,
este espacio indecible, que se alza tan
diáfano,
la hermosura calumniada, el sitio envilecido
por el soez lenguaje.
[...]
Y, muy secretas, las laderas llevan
al lugar encendido de la dicha.
Allí el profundo goce que repara
el vivir,
la maga realidad que vence al sueño,
experiencia tan ebria
que un sabio dios la condena al olvido.
Conocemos entonces que sólo tiene
la muerte
la quemada hermosura de la vida
El
amante divaga
Luis Cernuda
Acaso en el infierno el tiempo tenga
La ficción de medida que le damos
Aquí, o acaso tenga aquella desmesura
De momentos preciosos en la vida.
No sé. Más allá el
tiempo, según dicen,
Marcha hacia atrás, para irnos
desviviendo.
Así esta historia nuestra, mía
y tuya
(Mejor será decir nada más
mía,
Aunque a tu parte queden la ocasión
y el motivo,
Que no es poco), otra vez viviremos
Tú y yo (o viviré yo sólo),
De su fin al comienzo.
Extraño será entonces
Pasar de los principios del olvido
A aquel fervor iluso, cuando todo
Se animaba por ti, porque vivías,
y de ahí a la ignorancia
De ti, anterior a nuestro hallazgo.
Pero en infiernos; de ese modo,
Dejaría de creer, y al mismo tiempo
La idea de paraísos desechara;
Infierno y paraíso,
¿No serán cosa nuestra,
de esta vida
Terrena a la que estamos hechos y es bastante?
Infierno y paraíso
Los creamos aquí, con nuestros
actos
Donde el amor y el odio brotan juntos,
Animando el vivir. Y yo no quiero
Vida en la cual ya tú no tengas
parte:
Olvido de ti, sí, más no
ignorancia tuya.
El camino que sube
y el camino que baja
Uno y el mismo son; y mi deseo
Es que al fin de uno y de otro,
Con odio o con amor, con olvido o memoria,
Tu existir esté allí, mi
infierno y paraíso.
Fábula
de amor
Darío Galicia
nuestro amor es una fábula
una película que nadie quiere
filmar
dos muchachos
dos cuerpos desnudos en la hierba:
y aire haciendo vibrar
ondas de colores
nuestro amor es una historia
prohibida
y aún así tú y yo
nos besamos en reforma
y en la universidad
ocultos en las sombras
y también cuando
no resistimos
el brillo y la atracción
de nuestros labios
la fuerza de cuatro piernas
y esta honda ternura
y la necesidad de
amarnos
frente a la luz del día
simplemente como dos hombres
que se aman
Pandémica
y celeste
Jaime Gil de Biedma
quam
magnus numerus Libyssae arenae
aut quam sidera multa,
cum tacet nox,
furtiuos hominum uident
amores
Catulo
Imagínate ahora que tú
y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de
la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector mon semblable,
mon frére!
Porque no es la impaciencia del buscador
de orgasmo
quien me tira del cuerpo hacia otros cuerpos
a ser posible jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro
Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos
brazos
sin sentir aunque sea nada más
que un momento
igual deslumbramiento que a los veinte
años.
Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario
y es necesario en cuatrocientas noches
con cuatrocientos cuerpos diferentes
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.
Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos;
mientras buscaba ese tendón del
hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras
el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra
coronados.
O aquel portal en Roma en via del Babuino.
y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
¡oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros
huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una
imagen rota
de la langueur goutée a ce mal
detre deux.
Sin despertar
alegres como fiesta entre semana
las experiencias de promiscuidad.
Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
Sol de las noches mismas que le robo.
Su juventud, la mía,
música de mi fondo
sonríe aún en la imprecisa
gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un
alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos
muslos
cuando nos conocíamos, antes de
ir a la cama.
Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.
Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y
al final estemos.
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por
el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado
mucho.
La
nueva cartografía
Juan Pablo Gutiérrez
Sánchez
Si más allá
Del pene
Sólo hay
Más penes
Disfrutemos
El momento
Y encontremos
Diseñemos
Juntos
Las nuevas estrategias
Los nuevos caminos
Para llegar
A todas las otras
Partes del cuerpo
De nuestra alma
Amor mío
A unos
muchachos que hacen
eso
en
lo oscuro
(Divertimento
ready made
sobre un poema
de Gonzalo Rojas)
Baudelio Lara
Bésense en la boca, pervertidos
baudelerianos, árdanse, aliméntense
o no por el tacto rugoso de sus pieles,
largo
a largo el hueso gozoso, vívanse
el uno al otro en la sábana
inversa,
y
áureos y serpientes ríanse
del vicio en el
encantamiento flexible, total
está lloviendo fuego en Sodoma,
por todas partes
de una costa
a otra de la Especie, torrencial
el semen ciego en su granizo estéril
del Este lúgubre
al Oeste, a juzgar
por el sonido y la furia del
espectáculo.
Así,
equívocos efebos, húndanse,
acéitense la vida
locos de alto a bajo, jueguen
a eso, ábranse al abismo,
ciérrense
como dos grandes lenguas bífidas,
en un lúbrico
abrazo, diástole y
sístole
de un mismo narcisista
espejo.
De ustedes
se dirá que amaron la trizadura.
(Y de ti, Gonzalo: sólo cámbiale
el género.)
Nadie va a hablar de belleza.
Ganímedes
el Copero
Jorge Lobillo
Diecisiete años a lo sumo
en un bar de puerto
entre marineros tatuados
con mirada dantesca,
quizás noruegos y holandeses
que habían experimentado el sol
como un gran vino rojo
en la vasija inconsecuente del mar,
sus ojos aparentaban ser mayores:
par de islotes tensos
ligados a la osadía del equilibrio.
Enorme el pantalón
excesiva la chaqueta,
el cuello era una cruz sombría
de algún tío tal vez oculto
ya.
A esa hora inapelable,
pasados tantos recipientes y servicios,
seguía fijo el pulso...
Él proseguía la incompasiva
labor
de aportar gracias a los dioses.
Pero los dioses éramos nosotros:
parias precipitados por la Tierra.
Eso
somos
Elías Nandino
Ya basta de ascos y gestos
y acepta en tu boca
lo mío,
que luego me viro
y lo tuyo
lo pongo en mis labios.
Así gozaremos
de todo
lo limpio y lo sucio,
lo impuro y lo santo
que al fin
eso somos:
estiércol y ensueño,
pudor y descaro,
bondad y ponzoña
y un montón de tendones
arterias, redaños,
vísceras y huesos,
que la piel disimula,
encubre, defiende
y da forma.
La
estatua de sal
(FRAGMENTO
XVIII)
Salvador Novo
Nos volvemos a ver. Año tras año
soñé con encontrarte en
mi camino.
¡Sol de mis ojos, luz de mi destino!
¿No quisieras, mi bien, tomar un
baño?
Nos encontramos uno al otro extraño:
Gordo tú, flaco yo ¡mundo
mezquino!
y me complace ver ¡oh, desatino!
que hay cosas que no cambian de tamaño.
Te quiero como antaño te quería:
con pasión, con dolor, con amargura,
cual si este siglo hubiese sido un día.
Quiero corresponder a tu ternura:
Levanta tu barriga, vida mía,
que me voy quitar la dentadura.
Amor
Emilio Prados
Tu espalda con mi pecho,
mi pecho con tu espalda:
¡qué alegre tajo el cielo
nos cruza en la garganta!
¡Qué espadazos las piernas
desclavan sobre el agua!
¡Cuánta sien, cuánta
estrella
nuestro amor desencaja!
¡Qué delirante el viento
sus pájaros desangra!
¡Qué arboleda en sus dedos
sobre la luz levanta!
¡Qué campanas desvela!
¡Qué sueños desenrama!
¡Qué sabanas despeina
por nuestra frente el alma!
Acróstico
traidor
Severo Sarduy
Acróstico traidor: no restituyes
una presencia plena y sosegada,
rezagada en Berlín, o en esa nada
escueta pero cierta, de que huyes.
Lenta locura donde a veces fluyes:
inventas una torre abandonada
o la ves desde lo alto y la atribuyes,
ya que no los delirios, la mirada
sin mirada de Hölderlin. Inerte
espejismo de un río que no cesa:
verte apenas. Más bien: apenas
verte.
Es cierto que intimida la belleza,
reverso del hastío y la fijeza,
o de la luz certera de la muerte.
Esteta
Luis Antonio de
Villena
Soñaba hallar un día a un
soldado perdido:
Rubios veinte años con ruda carne
de oro.
Desnudo, tumbado bajo la luz más
recia,
le rodearía de rosas, muchísimas
rosas encendidas
Sangre carmesí de Adonis pudo
decir. ¿La vida?
Con un carmín oscuro pintaría
esos labios
y dejaría otra mancha por adentro
del muslo...
Siento que debería amarte y no
sé cómo amarte
Siento que estoy perdido dentro de un
alma
seca. ¡Ojalá un perfume de
rosas nos matase!
Hablaría del alma que huye, del
corazón
muriente, de la nocturna agonía
de los bosques...
Mi alma es una selva extraña, Romeo.
No importa la extrañeza del soldado.
No importa pintarse él mismo los
labios
al espejo, mientras se viste el doncel
de azules militares y afán de lejanía.
Sólo puedo dejarte estas tres mil
pesetas.
y estaría brutalmente feliz e insatisfecho
mientras un viejo insulto le cerraba la
puerta.
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