La Jornada Semanal,   domingo 20 de abril del 2003        núm. 424
Jorge Moch
baba de perico

Gutierritos, sus razones

Para Hugo, Paco y Luis

Ilustración de Gerardo Romero SáinzConozcan a Gutierritos, encumbrado político de vertiginosa trayectoria ascendente. Julio Cortázar lo apartaría del cronopio Lucas para situarlo sin discusión entre las huestes de los famas. Es un tipo exitoso, Gutierritos, de ésos que someten a largas, desesperantes antesalas a quien tenga necesidad de una entrevista porque cualquier renglón de su agenda es siempre mucho más importante. Dueño de su investidura, goza soltándole a quien le cruza enfrente frases como dardos: que "ustedes no se dejan ayudar", que "en el gobierno no tenemos un cuarto lleno de dinero" o que "tú no tienes, ni tendrás nunca, los niveles de información que yo poseo". Ni su manejo del poder, se entiende. Qué gallarda manera de mirar desde el marmóreo pedestal a la fauna incauta, ignorante y pedestre que somos la perrada. De incuestionable, acomodaticia hidalguía, es Gutierritos un centurión que en privado ríe de colores partidistas pero disciplinado palafrenero de quien lo supera en la escalera ésa cuyos peldaños, mientras más se sube por ella, acercan peligrosamente al sol como las alas de Ícaro. No quemarse es cosa de cautela y habilidad; hay que ser sagaz y despiadado para mantenerse en las alturas y Gutierritos de eso tiene mucho. No por nada se lo sabe un tipo de coruscante inteligencia. O eso cree él con toda su alma, y ya se sabe que la sugestión es una imprescindible herramienta de éxito según ciertos manuales de moderna farmacopea espiritual a los que Gutierritos debe ser aficionado.

Está la otra fea cara de la moneda: que Gutierritos está allí únicamente mientras es útil a otro, y se sueña un día Amo y Señor pero lleva en el lomo un sello, sin saberlo, que dice "úsese y tírese". No es cosa aquí, empero, de señalarle a Gutierritos la fecha de caducidad, sino intentar el esbozo de sus más elementales motivos, tratar de entender por qué es Gutierritos quien es.

Gutierritos es un hombre hecho y derecho, alguien que con tesón, buen tino y un empujoncito fortuito la hizo perrona en aquello de mangonear prójimo y dinero. Seguramente tuvo un padrino, cosa ni extraña ni reprochable: todos los adalides reciben y heredan un día el apapacho y el adiestramiento tan necesarios para deambular por los vericuetos de la grilla. Es algo así como una tradición, que vale lo mismo para ayudar que para darle en la madre a la carrera de otro: quien hoy recibe, habrá de dar mañana, así que el ejercicio del poder sea, en suma, una cuestión discrecional. Lo malo es que esa discrecionalidad luego Gutierritos la aplica a todo lo que lo rodea, como los dineros públicos, pero esa ya es harina de otro costal plagada de gorgojos que no vienen al caso.

Ilustración de Gerardo Romero SáinzGutierritos no nació en cuna fina, pero tampoco en un cinturón de miseria. Es producto de la clase media, y por alguna razón insondable de su psique atribulada, Gutierritos abomina la dorada medianía juarista y prefiere, decidido a obtener el todo por el todo, mejor regirse por la máxima del desaparecido supermillonario Carlos Hank: no debe haber político pobre porque entonces pobre político. Si algún opositor de izquierdas (los de derechas jamás caerían tan bajo y nunca realmente fueron oposición) decide, por ejemplo, no cobrar una gestión pública o donar sus percepciones a obras de caridad, Gutierritos será siempre el primero en señalar, con índice flamígero y el plexo henchido, que ése es un gesto populista. Uno se queda meditando si lo populista es, por paradoja del doble discurso que emplea Gutierritos, condenable y por ende, impopular. Gutierritos siempre usa bifrontes argumentos para apuntalar su natural cinismo, y salda el asunto declarando que, contrario a supercherías demagógicas como ésa de regalar su dinero, él no se avergüenza de ser rico, porque la riqueza le permite servir mejor a su país. Hábil, sin duda, o a lo mejor nomás oligofrénico. No vamos a redescubrir el hilo negro porque con tantito que se rasque la cosa, sale el ovillo: Gutierritos no se puede imaginar siquiera la posibilidad de gobernar sin ganar harta lana y sin ese desmedido culto al personaje que es la política a la mexicana (culto que, obviamente, se obtiene únicamente cuando se tiene dinero a garras llenas). Sin marmaja, el nombramiento es puro trabajo sin chiste y Gutierritos sabe que para limosnas ya el mundo tiene locos caritateros y religiosas ascéticas. Lo suyo son los cueros de rana. En el fondo, Gutierritos es alguien con mucho miedo a la pobreza, urgido, además, del reconocimiento de los demás. El principio motriz que mueve a Gutierritos es el dinero. El poder, desde luego, pero sobre todo el dinero. O imaginemos a Gutierritos llegando a su despacho en bicicleta o vocho y sin escolta, sin relojes finos, sin zapatos de piel de cocodrilo o sin corbata de seda. No, pues qué pinche chiste. La onda son las camionetotas de lujo con sistema de posicionamiento global y asientos de piel, los pelotones de guaruras, los relojes de quince mil dólares y los fines de semana en Miami. 

Lo demás es trabajo. Para eso, Gutierritos tiene un eficientísimo equipo de asesores y asistentes a los que, esperan ellos, un día la revolufia o el gobierno del cambio también habrá de tomar en cuenta.