Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 19 de abril de 2003
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Política

Sami David

Zapata en Chiapas

La movilización social en Chiapas no es cuestión de moda, coyuntura para arreciar la inconformidad contra el gobierno, o para recordar una fecha, histórica y llena de coraje, la muerte de Emiliano Zapata que encarna la interminable lucha contra la explotación de los pobres y a favor de la justicia social. La movilización social es un método, si se quiere pasado de moda o molesto para el resto de la sociedad, pero eficaz para hacerse presente y hacerse escuchar.

En un estado como Chiapas, donde son inocultables y vergonzantes las condiciones de pobreza y marginación en que viven miles de familias campesinas, la movilización social alcanza un significado de congruencia histórica y desafío contra la intolerancia y todo aquello que se opone y lastima la aspiración de encontrar una salida a su necesidad primaria de comer, vestir, de tener un techo digno, una tierra segura.

El levantamiento zapatista de 1994 aceleró las reformas nacionales y propició una nueva correlación de fuerzas políticas. Sin embargo, duele preguntarse: Ƒde qué sirvió a los pobres, a los que nada tienen, el movimiento del EZLN, en qué ayudaron sus muertos, su dignidad y arrojo de levantarse en armas? A ocho años, Chiapas sigue siendo referente de incertidumbre, violencia y muerte. No se han detenido el empobrecimiento, el desempleo, la destrucción ecológica, la violación de los derechos humanos, la exclusión y otros males que llevan una clara tendencia de fragmentación social y reconfiguración autoritaria del Estado.

El gobierno está obligado, con todos sus instrumentos legales y alcances políticos, a establecer un nuevo pacto social, que reconozca desde las exigencias básicas hasta los grandes temas del desarrollo estatal. El telón de fondo tiene que ser un contexto de libertad de los representantes sociales, para que sin presiones ni persecuciones policiacas o políticas puedan sentarse a dialogar, negociar y pactar una nueva política que atienda y resuelva sus demandas. De otra manera, cualquier esfuerzo es menor y no ayuda a distender el panorama nebuloso y confrontado que se vive en Chiapas, no con una, con dos o con tres organizaciones sociales, sino con muchas que necesariamente tienen que estar en la agenda estatal.

Reducir las desigualdades que se generan en la lógica del mercado pone a prueba la política, y ésta debe ser la única vía para alcanzar acuerdos. No es por la vía del descrédito gubernamental hacia las organizaciones como se cerrará el capítulo de la lucha campesina. La política, contrariamente a la visión que impera en el gobierno de desmantelar y desarticular a las organizaciones sociales, debe encaminarse al respeto a sus formas de lucha y fortalecimiento estructural y productivo.

La crisis del campo es un claro ejemplo de que en las estructuras del poder ha prevalecido la insensibilidad hacia la solución de rezagos y demandas sociales. Es necesaria la revaloración de la política para que no sea sinónimo de privilegios, intolerancia o exclusión. Es necesaria su revaloración para que se asocie a la coincidencia de visiones, para que sea el medio de convivencia y entendimiento social, para que sea el punto de encuentro para la producción y para la vida.

No se busca que la benevolencia suplante al derecho. Lo que Chiapas espera es que a la política se le dé el lugar que hasta ahora se le ha negado en nombre de una justicia que no llega y de una libertad que no es plena. A los que están padeciendo frío, pasando hambre; a los que no les importa morir en la calle para que reconozcan sus demandas, no se les puede regatear su libertad y su derecho a manifestarse, a ejercer plenamente su dignidad de hombres y mujeres que reclaman y tienen derecho a la justicia social.

A Zapata lo mataron hace 84 años en una emboscada, pero las ideas y la historia no se acabaron entonces ni se acabarán ahora. Por eso, la historia de Chiapas no tiene por qué ser ni parecerse a otras historias de venganzas o persecuciones que sólo han ahondado diferencias y enconos. La historia de Chiapas no está condenada a repetirse. Eso depende de quienes ejercen el poder público. La historia empezará a tener matices distintos, positivos y alentadores, cuando se tome conciencia de la enorme responsabilidad que se tiene frente a ella.

A Chiapas le urge una sociedad organizada. Le urge una nueva convivencia donde nadie sea perseguido por sus ideas, donde nadie sea encarcelado por sus luchas sociales ni por su condición de pobre, donde se respete la diferencia de ser, de pensar y de actuar. A Chiapas le urge que cabalgue en sus tierras, pero principalmente en su gobierno, el pensamiento reformador de Emiliano Zapata.

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