Ojarasca 72  abril 2003

obscuri
 
 


Del desencanto al horror:
la traición de Lucio Gutiérrez


Quito, Ecuador. Del desencanto al horror ha pasado la sociedad civil ecuatoriana, luego de que el presidente Lucio Gutiérrez se declaró en Washington "el mejor aliado de Estados Unidos", y apoyó la invasión a Irak. A juicio de los observadores, esto exhibe al exmilitar como parte de la inteligencia estadunidense. "Sólo nos espera la consagración del eje Uribe y su plan guerrerista para los Andes", informa la corresponsalía de Ojarasca en Ecuador. Gutiérrez se disfrazó con piel de oveja y "sedujo" al movimiento indígena.

Por su parte, el periodista Pablo Dávalos, ("La insoportable ingenuidad de ser gobierno", artículo difundido aquí por la agencia Alai-Amlatina) plantea preguntas muy serias: "¿Es necesario ganar las elecciones en cualquier tipo de alianzas para ser poder? ¿Podrá el movimiento indígena ecuatoriano recuperar los espacios perdidos desde que pensó, o se imaginó que llegar al gobierno significaba 'ser o tener poder'? ¿Habrá aprendido que el poder está más allá de una eventual participación en un gobierno y que esos pequeños espacios de tipo institucional, por importantes que sean, no ameritan poner en riesgo todo un proyecto histórico?"

A pesar de haber ganado las elecciones en alianza con el coronel Lucio Gutiérrez y tener a algunos de sus cuadros en puestos importantes, actualmente los indígenas y los movimientos sociales tienen menos poder que antes de "ganar" las elecciones, considera Dávalos. "La adopción de duras medidas fondomonetaristas y la radicalización del modelo neoliberal habrían sido impensables si los indígenas ecuatorianos y los movimientos sociales hubiesen estado en la oposición. Su presencia en el gobierno ha permitido la cobertura que el poder necesitaba para finiquitar el impasse político desde la destitución del presidente Abdalá Bucaram en 1997."

Los indígenas se han convertido, gracias a la "alquimia" del poder, "en los facilitadores políticos de un modelo neoliberal cuya agenda estaba pendiente". Ya existía la percepción, en las organizaciones de base y comunidades ("convidados de piedra en el banquete del poder") de que algo no iba bien al interior de la alianza del gobierno y el movimiento indígena. Hoy es indispensable un "alejamiento político" del gobierno, opina Dávalos.

Gutiérrez necesita "radicalizar a toda velocidad el modelo neoliberal y para ello no ha dudado en ampliar su base de negociación política con las oligarquías de Guayaquil. Esa velocidad tiene que ver, justamente, con la percepción de que la alianza con los movimientos sociales es muy frágil y susceptible de romperse en el mediano plazo". Antes de que ese plazo se cumpla, el presidente Gutiérrez necesita adoptar las medidas pendientes: privatización bajo la figura de concesiones, "flexibilidad" laboral, pago de la deuda externa y liberación de recursos para un nuevo salvamento de los bancos privados. En fin, el insaciable festín neoliberal atrapó en sus redes al poderoso movimiento indígena de este país andino.

Esta situación deja en una postura precaria a personajes como Nina Pacari, nada menos que ministra de Asuntos Exteriores y miembro del movimiento Pachakutik (Renacimiento), por el cual antes fue diputada. Como ella, otros miembros de la Confederación de Naciones Indígenas de Ecuador (Conaie) forman parte del gobierno gutierrista.
 
 

Ataque criminal de paramilitares colombianos
contra campesinos e indígenas en Venezuela


Maracaibo, Venezuela (con información de la Agencia de Noticias del Pueblo, ANPA). Más de 500 paramilitares colombianos ingresaron a territorio venezolano este marzo, asesinando campesinos e indígenas y arrasando comunidades. Un coronel del ejército colombiano habría proporcionado armas y orientación táctica a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) para la incursión, en el curso de la cual combatieron con el ejército de Venezuela.

Las incursiones son atribuidas a cuatro agrupaciones paramilitares del departamento Norte de Santander, que a su paso han dejado muertes, desplazamientos, desapariciones, torturas, retenciones y otras violaciones a los derechos humanos en la población establecida en la ribera venezolana de Río de Oro, en el eje constituido por La Vaquera-La Escuelita-Frontalia e inmediaciones de la misión indígena barí de Bokshí en la Sierra de Perijá.

En dicha porción del territorio zuliano, al sur del lago Maracaibo, las auc asesinaron nueve campesinos colombianos y venezolanos, quemaron tres escuelas cerca de la comunidad barí, y provocaron el éxodo a zonas montañosas de más de 1 500 personas. El número de muertos podría ser mayor; hasta ahora nadie ha levantado los cadáveres que se encuentran en avanzado estado de descomposición.

Durante los ataques, verificados entre el 18 y el 30 de marzo en Río de Oro, los paramilitares quemaron y saquearon una cooperativa de víveres, el expendio de medicinas, un salón de video y salas de urgencia. Sacrificaron aves, ganados, animales domésticos y se llevaron las embarcaciones con motor, único medio de transporte y trabajo para las familias en ese corredor fluvio-fronterizo.

Desde 1999, el proyecto paramilitar en la frontera colombo-venezolana por los estados Zulia, Táchira y Apure (ahora fortalecido con recursos militares y económicos suministrados por Estados Unidos a través del Plan Colombia) venía estableciendo bases "contra", similares a las que accionaron contra Nicaragua desde Honduras. Su intención es atacar a la guerrilla colombiana, que creen "instalada" en territorio venezolano. En este plan se han involucrado el terrorismo de Estado y la inteligencia militar colombiana, así como sectores de la oposición en Venezuela que buscan derrocar al presidente Hugo Chávez.

Una primera entrada de los paramilitares a la región del Catatumbo ocurrió en mayo de 1999, cuando perpetraron la primera masacre en La Gabarra, municipio de Tibú, e iniciaron un sitio, ahora reforzado en la zona de Río de Oro. Desde entonces han sido asesinadas más de 3 mil personas y desaparecidas otras tantas, situación que ha llevado a los campesinos emigrados a Venezuela a la conclusión de que regresar a Colombia es "iniciar un camino a la muerte".

Las incursiones paramilitares en Río de Oro se han incrementado. El 19 de marzo de este año, cruzaron el cauce navegable desde la población de La Pista para asesinar, saquear y destruir bienes individuales y colectivos de más de 500 personas en el sitio conocido como La Escuelita.

Las víctimas y testigos relataron que los "paras" ingresaron a territorio venezolano con armamento de última generación, uniformes militares nuevos y equipos de comunicación (radios de largo alcance, teléfonos satelitales y unidades GPS). Portaban insignias de tropas de contrainsurgencia de Colombia, brazaletes del Ejército de Liberación Nacional y de la Guardia Nacional venezolana.

Inicialmente dispararon contra helicópteros venezolanos que iban a desembarcar tropas, hecho que obligó a los militares a suspender esta operación para bombardear posteriormente a los invasores con aviones Bronco y F-16, causando unas 40 bajas a los paramilitares, quienes trasladaron los cuerpos a la ribera colombiana para no dejar evidencias de su incursión.

El 28 y el 30 de marzo la fuerza aérea venezolana entró nuevamente en acción porque los paramilitares hostigaron la base fronteriza en la confluencia de los ríos de Oro y Catatumbo. Hay indicios de que participaron militares colombianos de la V Brigada, cuya sede se encuentra en la ciudad de Bucaramanga. Esta unidad del ejército colombiano es conocida por aplicar los procedimientos contrainsurgentes establecidos en los manuales del US Army, que incluyen tortura y desapariciones. Su cuartel es conocido como "Escuelita de las Américas" (en referencia a la ominosa Escuela de las Américas en Fort Bragg).

Después del bombardeo, cuando se retiraron los soldados venezolanos, los paramilitares reingresaron para atacar el poblado La Escuelita, pero salieron de esa zona, nuevamente hacia el lado colombiano, debido al continuo patrullaje de la Fuerza Armada Nacional de Venezuela.

Las AUC presionan a las comunidades barí venezolanas para ganárselas como "cooperadores"; han venido inculcando en los indígenas sentimientos xenófobos contra la población colombiana. La detección de una escuela de entrenamiento paramilitar cerca de la frontera con Venezuela y la presunta implicación de un coronel del ejército colombiano (comandante de un batallón de contraguerrilla en Filo Gringo, a orillas del río Catatumbo) fueron considerados por los servicios venezolanos de inteligencia como "hallazgos relevantes para el desmantelamiento de planes de desestabilización en esta franja geoestratégica del territorio nacional".
 



Horneando pan en Kabul. Foto: Chris Steele-Perkins
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